Eso de lo que no hablamos: el suicidio y sus mitos
Hay temas que nos resultan enormemente incómodos de tratar. Parece que hablarlos es de ‘mal gusto’ por ser tabú, porque su gestión se nos antoja compleja o porque, pensamos, no sabríamos qué decir.
Eso supone que cuando aparecen actuemos con premura, lo que reduce la capacidad de reflexión porque apremia la urgencia y los recursos no parecen suficientes. Todo ello evidencia la necesidad de conocerlos y ofrecer respuestas, herramientas y formas saludables de gestionarlos.
Uno de esos temas es el suicidio. En los últimos meses se ha hablado bastante de Salud Mental en los medios de comunicación y, entre los temas tratados, se ha hecho eco de la gravedad de la situación en torno al mismo.
Sí, preocupa. Tanto por sus cifras (en el año 2020, en España, el suicidio fue la principal causa de muerte no natural, produciendo 2,7 veces más que las provocadas por accidentes de tráfico, 13,6 veces más que los homicidios y 90 veces más que la violencia de género[1]]), como por su repercusión en los más jóvenes (el suicidio es, después de los tumores, la principal causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años[2]). De ahí la importancia, así como la necesidad, de conocer esta realidad y buscar herramientas para afrontarla[3].
6 mitos sobre el suicidio
Hablar sobre el suicidio es complejo (porque las personas lo somos y las historias que habitamos también) y asocia una importante carga de penalización[4], tanto para el que lo sufre como para su entorno. Es así como surgen los ‘mitos’: ideas o creencias en torno al mismo que obstaculizan la búsqueda de ayuda por parte del que sufre y a aquellos que le acompañan.
¿Cómo evitarlos? Conociéndolos, desmigándolos y buscando (así como encontrando) respuestas para los mismos. Son muchos, pero me gustaría que hablásemos de los más habituales:
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Las personas que piensan en el suicidio, hablan sobre el mismo o lo intentan, quieren llamar la atención: FALSO
El suicidio y todo lo que le acompaña es una forma de expresión del sufrimiento, del dolor. Habla de que, a los ojos del que sufre, todas las estrategias intentadas no han sido suficientes y, frente a ello, la persona se siente desvalida. Parece que no quedan respuestas y, por ello, la muerte parece una ‘solución’[5].
De ahí la importancia de no relativizar el dolor, darle el espacio que precisa; entender lo que expresa, BUSCAR AYUDA y acompañar en el proceso de búsqueda de sentido.
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La persona que realmente quiere acabar con su vida no avisa: FALSO
A pesar de ser una idea muy extendida, no es cierta. La mayor parte de las personas que piensan en el suicidio lo expresan de alguna forma con anterioridad. De ahí la importancia de no relativizar estas expresiones, ideas o comentarios y, como hemos dicho, BUSCAR AYUDA o asistir a la persona que se expresa en esa línea para que busque ayuda.
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El que intenta suicidarse es un cobarde (o un valiente): FALSO
El suicido poco tiene que ver con los adjetivos de la cobardía o la valentía. Es una respuesta, como ya hemos mencionado, a un dolor intenso, frente a la sensación de ausencia de sentido y/o posibilidad de cambio. Como se ha señalado, su relación es con el sufrimiento, no con características de la persona.
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Quienes piensan en el suicidio, hablan sobre el mismo o lo intentan, siempre tienen una enfermedad mental: FALSO
El suicidio es una conducta influenciada por muchos motivos; reducirlo a un único motivo reduce las posibilidades de ayuda. Por ello, frente al mismo, lo importante es ayudar en el proceso, acompañar y BUSCAR AYUDA. El uso de ‘etiquetas’ sobre esta conducta conlleva riesgos y pueden llevar a normalizar situaciones que no lo son.
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Si aparecen estas ideas, sólo pueden acompañar los profesionales: FALSO
Es importante detenernos en este punto. En primer lugar, porque SIEMPRE que aparezcan este tipo de ideas hay que BUSCAR AYUDA PROFESIONAL[6]. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya otros factores importantes: tan importante como el rol del profesional es tener una red de apoyo (familia, amigos, iglesia…) que acompañe en el proceso, sostenga y mantenga una actitud empática durante todas las fases.
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Se da por impulso, no puede prevenirse: FALSO
Si bien es cierto que en algunas ocasiones pudiera parecer que hay cierta ‘impulsividad’ en la decisión tomada, el suicidio suele precederse por una serie de pensamientos que surgen en el contexto del dolor y el sufrimiento. Por ello, como decíamos con anterioridad, ante las señales de alarma[7], el hecho de buscar ayuda será esencial en la prevención del mismo.
Busquemos ayuda y ayudemos a buscarla
Por todo ello, una vez más: permitamos hablar sobre lo que nos sucede. Sobre lo que sentimos. Sobre lo que parece que nos falta.
Busquemos ayuda. Ayudemos a buscar ayuda.
Como comunidad eclesiástica sabemos hacer lo anterior cuando se trata sobre lo ‘material’, ¿por qué no con la parte ‘emocional’?
Para abrir este espacio, esta posibilidad, hay un elemento esencial: no ‘culpar’ ni señalar al que sufre. No asumir que esto define (o definirá) su fe. BUSCAR AYUDA y animar a hacerlo.
Y, sobre todo, recuerda que para Aquel que tiene contado cada cabello (Mateo 10:30) no habrá nada que pueda hacer que su amor por nosotros cambie (Romanos 8:31-39), ya que su promesa es darnos reposo cuando las fuerzas flaquean (Mateo 11:28-30) y acompañarnos en el día de aflicción (Salmo 22:24).
Autora: Sonia Pedrosa Armenteros, médico especialista en psiquiatría y máster en terapia narrativa.
Imagen: Photo by Priscilla Du Preez on Unsplash
Referencias:
[1] www.fsme.es/observatorio-del-suicidio-2020/
[2] Ídem
[3] Herramientas adecuadas al contexto y la capacitación de la persona. Señalando lo ESENCIAL e IMPRESCINDIBLE es que la persona que presenta ideas relacionadas con la muerte sea valorada y acompañada por un PROFESIONAL de la Salud Mental.
[4] Dicha penalización es mayor, por desgracia, en el contexto religioso. Por la asociación del deseo de muerte con la falta de fe, la no salvación… Ello podría ser un obstáculo para la verbalización y la búsqueda de ayuda profesional. De ahí la importancia de conocer estos temas, saber dónde se encuadran y acompañar en los mismos de una forma empática y sostenedora.
[5 Esto no supone que toda persona que sufre presente tales ideas, si no que en algunos casos serán producto de tal malestar.
[6] Entendiendo por la misma: valoración, acompañamiento terapéutico y tratamiento farmacológico si fuese necesario
[7] Cambios en la conducta, sensación de que la persona está ‘más triste’, con menos ganas – o ninguna- de hacer cosas que antes le daban gratificación, verbalización de cosas como: ‘para estar así mejor no estar…’ ‘tengo pensamientos negativos’… o, directamente, plantear ideas de muerte.