La libertad religiosa está explicada por el sacrificio de Cristo. Poder elegir su propia creencia es parte del principio del libre albedrío, en el que cada ser humano tiene autonomía sobre su consciencia y su fe.
En 1888, los líderes adventistas del séptimo día se opusieron a dos proyectos de ley presentados en el Senado de los Estados Unidos. El primero preveía la promoción del domingo como un día de descanso religioso. El segundo traía la propuesta de una enmienda constitucional que exigía que las escuelas públicas estadounidenses enseñaran los principios de la religión cristiana.
Uno de los opositores a estos proyectos fue un pionero adventista llamado Alonzo Jones, que sería uno de los editores de la Adventist Review, versión estadounidense de la Revista Adventista. Jones testificó en el Congreso, intercediendo para impedir la ley dominical y la propuesta de hacer de Estados Unidos una nación cristiana por la fuerza de la ley. Y él lo hizo por respeto a la libertad religiosa para todas las personas.
Este acontecimiento fue determinante para la construcción de una consciencia adventista sobre el libre albedrío, incluso en la elección religiosa.
En 1889, los adventistas crearon una asociación para promover ese derecho. «Creemos que es lo correcto y que es deber de todo hombre adorar a Dios de acuerdo con los dictámenes de su consciencia», decía el texto con las directrices de la recién creada Asociación Internacional de Libertad Religiosa (IRLA), que se desempeña hasta hoy, con una agenda en favor del derecho en todo el mundo.
Creación, caída y redención
Desde entonces, el punto fundamental es entender que la libertad religiosa es un derecho de todas las personas y no un privilegio de un grupo específico. La lectura de los ocho marcos referenciales adventistas de la libertad religiosa, publicados en la edición más reciente del Manual Práctico para directores de Libertad Religiosa de la iglesia local, un contenido de la sede sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día [1], ayuda en esa comprensión.
Afirma el primer marco referencial, enfocado en la creación, caída y redención de la humanidad: «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:36). Dios creó a los seres humanos con libre albedrío. Con la entrada del pecado, esta libertad fue perdida. Mediante su sacrificio, Cristo restaura, para todos, el derecho a la libertad.
El sacrificio de Cristo y su resurrección aseguran a la humanidad el derecho de ser libres del peso de la culpa y del mal. Esta restauración de la libertad debe ser entendida menos como un privilegio y más como una dádiva. Dios restaura la libertad de la humanidad para el bien de todas las personas y para la manifestación de su gracia y justicia.
La comprensión de los adventistas sobre la libertad religiosa
De esta versión bíblica deriva la comprensión de los adventistas del séptimo día sobre el derecho a la libertad religiosa para toda la humanidad.
Viene de la fe en el amor de Dios, expresado en la creación de la raza humana, a su imagen y semejanza. Dios creó seres humanos libres, con libertad de elección para adorarlo y obedecerle, de forma espontánea y no coercitiva. La coerción anula el amor. La libertad es el requisito para la expresión del amor genuino.
El origen del mal, el surgimiento del pecado y la caída de la raza humana con la consecuente pérdida de la libertad original son evidencias que señalan hacia un Dios soberano, cuyas criaturas nunca fueron forzadas a servirlo. El plan de redención ofrece la restauración de la libertad perdida con la caída de la humanidad y posibilita la restauración de la imagen divina en el ser humano, en el caso de que sea aceptada.
Dios hizo provisión para ofrecer restauración a todas las personas, pero recibirla es una decisión personal. Defender, proteger y promover la libertad religiosa es un vigoroso testimonio de la creencia en un Dios eterno, creador y redentor, que hizo todo para levantar y restaurar la dignidad humana, que deriva únicamente de su eterno amor.
Las creencias no se imponen
Debido a eso, los adventistas no entienden la libertad religiosa como un privilegio denominacional. Eso evita hacer uso de la libertad para imponer una visión del mundo a las personas. Por el contrario. Compartir la fe es un acto de amor, resultado de la libertad experimentada en la comprensión del sacrificio de Cristo. La libertad religiosa nunca será usada como privilegio o buscando minimizar el derecho a esta libertad de personas de otras confesiones, o incluso de las que no creen. En 1ª de Pedro 2:16, el apóstol aconseja: «como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo […]».
Comprensión en la práctica
¿Y cómo puede ocurrir esto en la práctica? El pastor Ganoune Diop, secretario general de la Asociación Internacional de Libertad Religiosa (IRLA) y director mundial de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, presentó [2] en un artículo algunas sugerencias:
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Comprensión del principio político
Según él, en el nivel más básico, la libertad de pensamiento, consciencia, religión o creencia es un principio político que sustenta otros principios políticos, como el consentimiento de los gobernados, estado de derecho, democracia y gobierno representativo.
2. Disposiciones del derecho internacional
Siguiendo textos consagrados como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la Unión Europea, y otros documentos y tratados internacionales.
3. Composición de la libertad religiosa
Comprensión de que la libertad religiosa está compuesta y presupone la libertad de pensamiento, consciencia, creencia, convicción, expresión, reunión y asociación.
4. Entendimiento del derecho humano a esta libertad
El aspecto humano no debe ser descuidado por razones antropológicas, teológicas, filosóficas y existenciales.
5. La libertad es una señal de nuestra humanidad
La visión clara de ser una señal de nuestra humanidad, no solo por nuestra racionalidad, sino también por el sentido de responsabilidades morales y éticas. La posición central de la libertad religiosa basada en la libertad de consciencia permite que esta proporcione una base normativa para lo que significa ser un individuo, un ser humano. Tiene dimensiones individuales y corporativas, como coexistencia y cooperación pacíficas.
6. Un símbolo de nuestra interconexión humana
7. Un sello de sacralidad
En las religiones monoteístas, los seres humanos son sagrados, templos de lo divino, creados a la imagen de Dios; o representantes de lo divino; o relacionados con lo divino, como es estipulado en las religiones asiáticas.
8. Un llamado a la base del ser humano
Un llamado a la solidaridad, tolerancia y respeto, con base en la sacralidad de cada ser humano.
9. Un imperativo moral
La libertad de religión, creencia y consciencia es un impedimento contra el autoritarismo o el totalitarismo. Está en contra del atropellamiento de la dignidad humana, contra la reducción de los seres humanos a objetos que pueden ser dominados, domesticados o subyugados.
10. La expresión del valor inmensurable de cada ser humano
La libertad de religión o creencia es una señal que significa la necesidad de proteger a los seres humanos de ser instrumentalizados, usados, abusados y deshumanizados.
Diop concluye que la libertad religiosa es un llamado intrínseco a la solidaridad humana, con base en la inviolabilidad de la consciencia y un antídoto contra los abusos que deshumanizan a una persona o un grupo de personas. Es una percepción que promueve el entendimiento de la libertad según los dictámenes de la historia humana de caída y redención, según el relato bíblico.
Autor: Heron Santana es periodista y director del departamento de Comunicación y Libertad Religiosa de la Iglesia Adventista para los estados de Bahía y Sergipe, en Brasil.
Referencias:
[1] Disponible en http://adventistas.org/es/libertadreligiosa/
[2] DIOP, Ganoune. Religious Freedom: A Multifaceted Gift to Humanity. Disponible en https://adventistreview.org/feature/religious-freedom-a-multifaceted-gift-to-humanity/
Publicación original: Cómo el sacrificio de Cristo explica la comprensión adventista de la libertad religiosa