«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos -declara el Señor-. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos» (Isaías 55: 8-9).
Manuela estaba muy preocupada por su situación laboral. Tenía muchas deudas y muy poco dinero. Su floristería no estaba pasando precisamente por el mejor momento y temía que pronto tuviera que echarle el cierre al negocio.
¿Qué más podía hacer? Ya lo había intentado todo… y la situación no mejoraba. Lamentablemente, muchas personas han pasado y pasarán por situaciones similares.
Manuela oraba a Dios desesperada, confiando en que, en algún momento, el Señor haría un milagro. Sin embargo, el milagro nunca llegó. Las lágrimas recorrieron su rostro y mojaron los papeles de embargo el día que tuvo que enfrentar la realidad de su situación.
No sabía si le dolía más dejar el sueño de su vida, o el sentimiento de que Dios no la había escuchado. Manuela no comprendía nada, y su corazón se cargó de dolor y de frustración. Si Dios no se preocupaba por ella, ¿qué sentido tenía mantener una relación con Él?
Afrontando la derrota
Durante dos largos días con sus oscuras noches, Manuela no salió de su cama. Se sentía derrotada y traicionada por el Ser que supuestamente tanto la Amaba. Sin embargo, finalmente, decidió seguir confiando en Dios. Se aferró a todas las veces que la había ayudado en el pasado y recordó como Él la había acompañado hasta aquel momento. Buscó refugio, paz y consuelo en el regazo de su Dios y decidió que el mejor negocio era seguir adelante de Su mano, a pesar de que no entendía nada.
¿Te has sentido alguna vez así? ¿Has sentido que Dios no te escucha, o que no le importas?
Dicen que cuando se cierra una puerta, Dios abre una ventana. Pero cuando vives de la mano de Dios te das cuenta de que cuando se cierra una ventana, Dios abre todas las puertas. El problema es que el momento en oscuridad, hasta que algo se abre, siempre es difícil. Pero desde luego lo es mucho menos cuando tienes la luz del Señor dentro de ti.
De la oscuridad a la luz
Al cabo de un año, la vida de Manuela había dado un gran giro. Su relación con Dios se había fortalecido y, además, al poco tiempo de cerrar su negocio se mudó a otra ciudad y allí conoció a alguien especial, formó una familia cristiana y juntos comenzaron un nuevo negocio mucho mejor que el anterior.
A veces, te ocurrirán cosas que no comprenderás, y gritarás al cielo que no es justo. Confía. Lo único que debes comprender es que no necesitas entender nada. La confianza consiste en eso. Y en tu relación con el Señor, como en cualquier relación, la confianza es la base. Hebreos 11:6 dice que «sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan».
Y la fe no es algo intangible, o «creer en algo que no vemos», la fe es relación y confianza».
Confianza en Dios
No hay justicia en este mundo. Sin embargo, Dios transformará lo malo en bendición si le das una oportunidad. A veces cambiará las circunstancias, otras veces te cambiará a ti. Pero recuerda: los cambios más importantes son siempre los que se producen en tu interior. No lo olvides, es una promesa de Dios: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito […] son llamados». (Romanos 8:28). El Señor no te promete que no vas a vivir problemas y tristezas en este mundo enfermo, pero sí que no te hundirán si te tomas de su mano todopoderosa. Aferrado a él nada puede vencerte. Esa sí es una hermosa promesa.
La vida pondrá piedras tu nuestro camino, pero Dios curará tus heridas y te levantará más resistente cuanto más fuerte te abraces a Él.
Como en la vida de Manuela, habrá momentos de dolor en los que no comprenderás nada, pero un día mirarás hacia atrás y verás que Dios estuvo contigo. Puede que ese momento llegue en esta tierra, o puede que tenga lugar cuando estés en el reino de los cielos. Lo realmente importante no es esta vida, sino la Vida Eterna.
Pon tu mirada en lo alto, siempre en las cosas verdaderamente importantes, las cosas del Señor. Cambia tu perspectiva y tu vida cambiará de Su mano.
Si se desbarataron tus sueños, aférrate a Dios. Tal vez es el momento de cambiar, crecer y comenzar de nuevo. Sin lugar a dudas, el mejor negocio de tu vida es aprender a vivir confiando en el Señor.
Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Coeditora y redactora de la Revista Adventista en España y QueCurso.es, gestora de las redes sociales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España y asistente de dirección y producción en HopeMedia España.
Imagen: Foto de Zoe Schaeffer en Unsplash