Lección 5 para el 30 de octubre de 2021: “EL EXTRANJERO DENTRO DE TUS PUERTAS”.
Cuando Jesús fue interrogado acerca del mandamiento más importante de la Ley, respondió: “Amarás al Señor tu Dios” (Mr. 12:30; Dt. 6:5). Pero Él añadió un segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mr. 12:31; Lv. 19:18).
Deuteronomio nos habla del amor al prójimo más necesitado, especialmente el extranjero (Dt. 10:19). A menudo, se une al extranjero con el huérfano y con la viuda (Dt. 10:18; 14:29; 16:11, 14; 24:17, 19-21; 26:12-13; 27:19).
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¿Qué necesitamos para amar al extranjero?
- Mientras Dios escribía la Ley en tablas de piedra, los israelitas la estaban transgrediendo haciéndose un ídolo de oro (Dt. 9:11-12).
- Como habían roto el Pacto, Moisés rompió las tablas escritas por Dios. No obstante, Dios les perdonó y ordenó a Moisés que preparase nuevas tablas, perdonándoles y dándoles una nueva oportunidad (Dt. 10:1-2).
- Necesitaban una circuncisión del corazón (Dt. 10:16). Entonces podrían cumplir la orden: “Amaréis, pues, al extranjero” (Dt. 10:19).
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¿Por qué amar al extranjero?
- Porque Dios lo ama.
- Deuteronomio 10:17-18 muestra las razones por las cuales debemos amar al extranjero.
- Dios, que tiene poder ilimitado, que no necesita nada, y que puede actuar como quiere, ama al extranjero y le ayuda. Por eso, nos invita también a nosotros a amarle y a ayudarle.
- Porque también somos extranjeros.
- Al instruirles, Dios les invitó a recordar su experiencia como esclavos en Egipto, y a tratar al extranjero y al marginado como un ciudadano de pleno derecho. La misma ley debía regir para el natural y para el extranjero.
- Al igual que Israel, nosotros hemos sido esclavos del pecado, y vivimos como extranjeros en esta tierra. Debemos ser una luz, mostrando el amor de Dios a través de nuestro trato amoroso con los demás: tratando a todos como nos gustaría que nos trataran a nosotros (Mt. 7:12).
- Porque Dios lo ama.
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¿Cómo actuar con el extranjero?
- Tratarlo con justicia.
- En Deuteronomio vemos que Dios requiere que se trate con la misma norma de justicia a todos, sin importar su condición: extranjero o natural; pobre o rico (Dt. 16:19; 27:17; 27:19).
- Estas normas están basadas en la propia naturaleza de Dios, que es justo y no acepta sobornos (Dt. 10:17). Sin embargo, el mensaje de los profetas está lleno de reprensiones contra las vejaciones sufridas por los indefensos (Jer. 22:3; Ez. 22:29; Zac. 7:10; Mal. 3:5).
- Aunque no tenemos potestad sobre las leyes que se dictan en nuestro país, o sobre la forma en que éstas se aplican, sí que está en nuestras manos el tratar a todos por igual, sin importar su condición.
- Preocuparnos por él.
- Pagar puntualmente el jornal a los trabajadores; no retener la prenda tomada al pobre; no entrar en la casa de nadie para cobrar una deuda. Todo esto son formas de mostrar nuestro respeto y preocupación por los necesitados, incluyendo –por supuesto– al extranjero (Dt. 24:10-15).
- Santiago nos habla también del mismo respeto y preocupación por los necesitados dentro de la Iglesia, rechazando los privilegios otorgados a los ricos en detrimento de los pobres (Stg. 2:1-7).
- Para Santiago, la acepción de personas es una transgresión de los Diez Mandamientos (Stg. 2:8-11). La religión pura incluye la preocupación por los demás (Stg. 1:27).
- Tratarlo con justicia.
Para meditar:
“En nuestro trato con otros, pongámonos en su lugar. Comprendamos sus sentimientos, sus dificultades, sus chascos, sus gozos y sus pesares. Identifiquémonos con ellos; luego tratémoslos como quisiéramos que nos trataran a nosotros si cambiásemos de lugar con ellos. Esta es la regla de la verdadera honradez”. Elena G. White (El discurso maestro de Jesucristo, pg. 114).
“Cristo no admitía distinción alguna de nacionalidad, jerarquía social, ni credo. Los escribas y fariseos deseaban hacer de los dones del cielo un beneficio local y nacional, y excluir de Dios al resto de la familia humana. Pero Cristo vino para derribar toda valla divisoria. Vino para manifestar que su don de misericordia y amor es tan ilimitado como el aire, la luz o las lluvias que refrigeran la tierra”. Elena G. White (El ministerio de curación, pg. 15).
Autor: Sergio Fustero, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposa Eunice Laveda, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Imagen: Librito oficial de Escuela Sabática