Los adventistas se vuelven hacia los tiempos de sus pioneros para inspirarse. A principios de julio se llevará a cabo la Sexagésima Asamblea Mundial de la Iglesia y, mientras nos preparamos para este evento que tendrá lugar en San Antonio, Texas (Estados Unidos), podemos aprender algunas lecciones y obtener inspiración de la primera Asamblea que se realizó hace 152 años, cuando los líderes adventistas se reunieron en Battle Creek, Michigan, en mayo de 1863.
La expresión “los líderes adventistas se reunieron” suena muy simple. De hecho, 32 meses antes no era ni siquiera eso, porque solo era una reunión el 1 de octubre de 1860, siempre celebrada en Battle Creek, de un grupo de los creyentes que se pusieron de acuerdo “a llamarnos adventistas del séptimo día.” Antes de eso, se utilizaba el término “Adventista del Séptimo día” a menudo por sus opositores, como ofensa, para designar a los pocos miembros del movimiento todavía desorganizado que salieron de la gran decepción de 1844, y que creían en el séptimo día, sábado, como día de reposo, en la inmortalidad condicional y en el ministerio sacerdotal de Jesucristo en el santuario celestial.
En esa reunión, en 1860, se tardaron cuatro días de debate para llegar a un consenso de que, si los miembros del remanente de Dios debían organizarse formalmente por sus parroquias locales y adoptar un nombre común, que no terminara en “Babilonia”. Pero esos pocos pasos eran el punto más allá del cual los adventistas no querían llegar. La perspectiva de una organización que estuviera por encima de la congregación local era inaceptable.
Federaciones y la Asociación General
Sin embargo, aunque parezca increíble, dos años y medio más tarde, los adventistas de Michigan, Iowa, Vermont, Wisconsin, Illinois, Minnesota y Nueva York habían organizado siete asociaciones de iglesias, llamadas federaciones, dos en Iowa, que reunía a Illinois y Wisconsin y otra para el resto de Estados; después los dos en Iowa se fusionaron en una sola. Muchos adventistas del séptimo día, sin embargo, reconocieron que, en efecto, esto significaba la presencia de seis denominaciones Adventista, no de una. Así que, en marzo de 1863, James White, líder no oficial (pero indiscutible) de los adventistas del séptimo día, publicó en la Advent Review and Sabbath Herald, la revista que unía a los creyentes dispersos en todo el país (y que más tarde se convirtió en la Review and Herald y, Hoy, Revista Adventista), la organización de una “Asociación General”.
Los términos “asociación general” habían sido utilizados por los Milleritas a principios de 1840; de hecho, José Bates había sido presidente de una de estas asociaciones. En 1850, los adventistas sabatistas solían llamar a las reuniones “de la asociación general” abiertas a todos los que abrazaron la doctrina del sábado; fue entonces cuando se usó el término asociaciones o reuniones, generales en lugar de locales. Sin embargo, en 1860, varias denominaciones protestantes en los Estados Unidos utilizaban el término federación (Inglés: conference, NDT) para indicar una asociación permanente de las congregaciones y este uso fue el que las federaciones de estados habían estado pensando. Por otra parte, menonitas, bautistas y metodistas estaban usando el término “asociación general” para indicar un grupo de estas federaciones. Los adventistas del séptimo día, muchos de los cuales venían del mundo Bautista y Metodista, conocían este uso.
Probablemente, el anuncio de James White en el número del 10 de marzo 1863, de una rereunión le pareció a algunos sabatistas solamente un llamamiento a celebrar otra rereunión general, aunque sugirió que se discutieran temas importantes de interés común. Él escribió, de hecho:
“Recomendamos que la Asociación General se lleve a cabo en Battle Creek, en conjunto con la Asamblea de la Federación del Estado de Michigan, y tan pronto como sea posible …. Imagine que es con mucho gusto que los hermanos de otros Estados y Canadá enviarán delegados a la Asamblea General o las cartas en las que expresan sus puntos de vista sobre el mejor curso de acción a seguir, y sus demandas en la Asamblea “.
J. White sugirió entonces a finales de mayo como el mejor momento y, poco después, fue acordada la fecha.
El primer día de la primera Asamblea Mundial
El miércoles 20 de mayo de 1863, 20 líderes del movimiento Adventista embrionario se reunieron en Battle Creek. Algunos llegaron en el día y fue sólo fueron 18 los que se reunieron en la II Meeting House de los Adventista del Séptimo Día.
Asistieron 18 delegados de cinco de las seis federaciones de los Estados existentes: Michigan, Nueva York, Illinois y Wisconsin, Minnesota y Iowa. La Federación de Vermont (que incluye las iglesias de Quebec en la frontera con Canadá) no envió delegados a Battle Creek, pero dos de ellos llegaron de iglesias adventistas en Ohio, no organizadas aún como Federación. También estuvieron presentes algunos miembros de la iglesia en Battle Creek, que no eran delegados oficiales de la Federación de Michigan, pero que eran observadores interesados en el procedimiento. Todos los delegados oficiales eran hombres, aunque había al menos una mujer, Elena G. de White, una de los locales que asistieron como espectadores. Dos delegados oficiales eran miembros laicos, sin ninguna credencial pastoral y constituyeron dos tercios de la primera reunión del Comité de Nominaciones de la Asociación General.
El primer acto de los 20 delegados fue elegir a un presidente interino (fue votado Jotam M. Aldrich) y un secretario (Uriah Smith). Aldrich tenía 35 años y se había convertido en Adventista sabatista sólo en 1860; Smith tenía 31 años y, aunque parezca increíble, no era un delegado, sino que era uno de los observadores de Battle Creek. Estos dos hechos nos dicen algo acerca de los fundadores de nuestra iglesia. Muchos de ellos eran jóvenes y eran pragmáticos. Donde veían el talento, lo utilizaban para difundir el mensaje del tercer ángel.
Después de haber elegido presidente y secretario, los delegados y observadores cantaron el himno 233 de Annie R. Smith, del himnario que Jaime White había publicado en 1861 (en la práctica era una revisión de un primer himnario que había impreso en 1849). Entonces John N. Loughborough, Michigan; Charles O. Taylor, de Nueva York; e Isaac Sanborn, de Wisconsin, fueron elegidos por la Comisión, para examinar y verificar las credenciales de los delegados. Incluso todo esto nos dice algo acerca de los hombres que fundaron la Asociación General: les encantaba cantar himnos y valoraban el procedimiento y las comisiones correctamente. ¡Algunas características de nuestra iglesia datan de nuestros orígenes!
Después, los delegados presentaron oportunamente sus credenciales para su aprobación. Ninguna de las originales ha llegado hasta nosotros, aunque tenemos las credenciales de la Asamblea de 1864. Cuando la Primera Comisión de la Asociación General completó su trabajo (con sólo 20 credenciales para ser controladas no debe haber tomado mucho tiempo), se levantó la sesión hasta la mañana siguiente.
Fundación de la Asociación General
El jueves 21 de mayo de 1863 fue un gran día. En primer lugar se eligieron ocho hombres para preparar los estatutos: Sanborn, de Wisconsin; Loughborough y Joseph H. Waggoner, de Michigan; John N. Andrews y Nathan Fuller, de Nueva York; F. B. Snook, de Iowa; Washington Morse, de Minnesota; y H. F. Baker, de Ohio. Inmediatamente dijeron que algunos trabajos preparatorios se habían hecho antes de la sesión y por consiguiente los estatutos fueron aprobados por unanimidad. La Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día fue entonces oficialmente fundada. En lugar de una reunión ordinaria, fue una asociación permanente que tendría reuniones anuales, con una constitución, tres oficiales (presidente, secretario y tesorero) y un Comité Ejecutivo.
Posteriormente, se celebraron elecciones. John Byington fue finalmente elegido presidente (y tomó el lugar que hasta ahora tenía Aldrich); Eli Walker (otro residente de Battle Creek, que no era representante) fue elegido como tesorero; Uriah Smith fue nombrado secretario. George Amadón, de Michigan, y John Andrews fueron elegidos de entre los miembros del comité ejecutivo, junto con Byington. Entonces se formó una comisión (JN Loughborough, I. Sanborn, WH Brinkerhoff, JM Aldrich y W. Morse) para desarrollar una ley modelo para todas las federaciones de estados y la sesión fue aplazada para la noche del sábado 23 de mayo. Cuando se reanudó el trabajo, después de la puesta del sol, los delegados aprobaron el estatuto modelo (que todas las federaciones que querían formar parte de la Asociación General debían adoptar), y formaron otro comité (White, Andrews y Smith) que tenía la tarea de informar a la Asamblea en 1864 sobre las normas que las iglesias locales tenían que seguir para ser organizadas. A continuación, la Asamblea de 1863 terminó. Mientras que la “Asociación General” a principios de 1860 se prolongó durante cuatro días enteros, la primera Asamblea de la Asociación General celebró sus funciones en un total de reuniones de un día y en dos cortos períodos de 2 noches.
La honestidad, el amor y la humildad
Es impresionante que hayamos logrado tanto en tan poco tiempo, debido a que nuestros pioneros fueron capaces de discusiones ásperas y francas. Cuando no estaban de acuerdo se lo decían con franqueza, pero con sensibilidad. Su tendencia a hablar no era mal interpretada.
En los primeros días de la asamblea de 1860, Jaime White comenzó su primer mensaje de notificación al Presidente de acuerdo con el procedimiento correcto, pero lo hizo de una manera única. El presidente era José Bates, que conocía a J. White desde hace 20 años. Sus primeras palabras fueron: “Hermano Presidente (permítame que le llame “hermano presidente” en lugar de “señor presidente” que es una expresión muy fría)”. El uso de esta expresión indica que nuestros fundadores habían invertido todos sus esfeurzos y su tiempo en el gran movimiento del segundo advenimiento. Estaban atados por lazos de afecto. A veces disintieron entre sí con la fuerza, pero luego cantaban himnos y oraban juntos.
Hubo menos debate en 1863, en comparación con 1860, en parte debido a que prevaleció un espíritu cristiano, pero también porque previamente los delegados habían alcanzado en gran medida un consenso sobre las cuestiones clave antes de que llegaran. En su informe final, Uriah Smith escribió con satisfacción: “Tal vez ninguna reunión previa en la que tuvimos la alegría de participar se caracterizó por una unidad de sentimiento y la armonía de puntos de vistas tal. En todas las importantes medidas adoptadas durante esta asamblea … no había ninguna voz disidente, y … sin embargo no me cade duda de que incluso se había pensado en estar en desacuerdo “.
Esta fue una de las razones por las que tanto se llevó a cabo en poco más de un día. Seguramente, como se sugirió anteriormente, algunos de los ocho miembros de la Comisión para los estatutos habían preparado el proyecto con antelación. Este era del todo correcto, porque todos los que se habían reunido en Battle Creek sabían que tenían que estar más unidos y organizados si votaban ese 23 de mayo de 1863, porque había que hacer “la gran labor de difusión de la luz en los mandamientos de Dios, la fe de Jesús y las verdades relacionadas con el mensaje del tercer ángel “. En el preámbulo de los Estatutos de la Asociación General se afirma: “Con el fin de garantizar la unidad y la eficiencia en el trabajo, y promover los intereses generales de la causa de la verdad presente.”
Tiempo después nos enteramos de algo más de nuestros fundadores: a pesar de los debates de la década de 1850, en 1863 era evidente la necesidad de unidad para cumplir la misión recibida de Dios, una Misión que estaba en primer lugar en sus pensamientos, una Misión que estaba más allá de sus asuntos personales. Podemos estar seguros de esto porque, a pesar de los comentarios de Uriah Smith, hubo un momento de desacuerdo en 1863.
James White fue elegido presidente por unanimidad, pero rechazó el cargo. Después de una larga discusión, en la que muchos expresaban las razones por las que tenía que aceptar el trabajo y White replicaba que no podía, la renuncia fue finalmente aceptada y, en su lugar, fue elegido presidente John Byington.
No se le pidió ninguna razón a la negativa de James White, pero creo que podemos imaginarlo. Había sostenido durante varios años la necesidad de organización y, definitivamente, había querido dejar claro que era lo que el movimiento necesitaba, sin embargo no estaba buscando una forma de tratar de convertirse en presidente. Además era el esposo de Elena G. de White, con lo cual era casi seguro que también quería evitar ser comparado con José Smith y Brigham Young Mormón, los presidentes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que también eran profetas autoproclamados. Nunca antes de esta época sobresalieron las cualidades personales de J. White como cuando discutió tan largamente con sus hermanos para que no lo eligieran como su líder. Antepuso la unidad y la misión del nuevo movimiento sobre todos los factores personales.
El espíritu de la evangelización
En el período en que los trabajos de la asamblea fueron suspendidos de la noche del jueves al sábado por la noche, los líderes adventistas se dedicaron a su actividad favorita: la evangelización. Uriah Smith informa que, el viernes 22 de mayo, la Federación de Michigan de evangelización instaló una tienda (que quedó denominada por generaciones venideras como “gran carpa”) “se erigió en el césped”, frente a la oficina de la Review and Herald. Allí se celebraron ocho reuniones de evangelización, a la que asistieron todos los delegados, interrumpidas por el servicio de adoración del sábado 23 de mayo que se celebró también en la Second Meeting House. La Asamblea terminó, finalmente, con el bautismo de ocho nuevos creyentes, en la mañana del domingo 24 de mayo.
He aquí un último punto a considerar acerca de nuestros fundadores. Se crearon Comités, se valoraron los procedimientos y la organización, pero sólo como un medio para lograr aquello en lo que habían fijado su mirada: el fin de los tiempos, el regreso de Cristo y la cosecha de la cosecha.
El espíritu del ’63
El espíritu del ’63 sigue siendo importante para nosotros los adventistas del séptimo día, mientras esperamos la Sexagésima Asamblea Mundial en San Antonio, y el futuro del movimiento de la gran segunda venida. Necesitamos el mismo compromiso con la unidad y la misión; tenemos que continuar siguiendo los procedimientos correctos y consolidados; y necesitamos la misma determinación de utilizar a todos los miembros de la Iglesia, buscando formas para afirmar su dedicación y todos sus talentos.
También hay que tener el mismo deseo de hablar con claridad entre nosotros; pero también debemos tener el mismo amor los unos por los otros como hermanos y hermanas en Cristo; y el mismo deseo de llevar la misión profética de la iglesia por encima de cualquier factor personal.
Sin estas características, la Asociación General no habría sido fundada en 1863; sin ellos nuestra iglesia no se habría extendido por todo el mundo. Sólo si tenemos y mantenemos una profunda relación personal con nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vamos a ser capaces de cumplir con la misión profética que Dios ha confiado a la Iglesia Adventista, esa misma que se unió a pesar de las diferencias para la misión, en la primera Asamblea Mundial de 1863.