El discipulado, un cerrojo para la puerta trasera de la iglesia. Sábado 28 de mayo de 2022.
SEMANA DE ORACIÓN: Id y Haced Discípulos. La Carta Magna de Jesús: el discipulado.
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La revista Christianity Today en su edición de enero/febrero de 2015 publicó un artículo titulado “La temporada de los adventistas”. En este artículo, el periódico evangélico de mayor circulación en los Estados Unidos reconoce que la Iglesia Adventista del Séptimo Día (IASD) creció significativamente para ser ignorada.
En los últimos 10 años el movimiento adventista conquistó más de un millón de miembros anuales, lo que le confirió la posición de quinta mayor comunión cristiana del mundo[1]
Actualmente la IASD cuenta con más de 19 millones de miembros esparcidos en 216 de los 237 países reconocidos por la ONU.[2] ¡Alabado sea Dios por las conquistas y por el avance de nuestra iglesia!
Sin embargo, la apreciación de este cuadro de crecimiento no sería completa sin ponderar los obstáculos. La IASD ganó muchos fieles, pero perdió muchos también. James Cress nos alerta de esta perturbadora realidad: “Por cada tres personas que se unen a nuestra iglesia una termina saliendo”[3]
Según estadísticas presentadas por la secretaría mundial de la IASD, entre los años 2010 y 2014 entraron en la iglesia 6.212.919 fieles. Sin embargo, durante el mismo período 3.717.683 personas salieron. La tasa neta de pérdida en el quinquenio llega a ser de 60 por cada 100 conversos.[4]
El hecho es que la mayoría de nuestras iglesias han sido eficaces en conducir personas al bautismo, pero deficientes en hacer discípulos a los nuevos miembros. Hemos sido hábiles para admitir nuevos fieles, sin embargo, hemos fallado en incorporarlos a la vida de su congregación local. Tal vez nuestro gran error esté en la manera como hemos interpretado y practicado la Gran Comisión. Entender e implementar el mandato de Cristo en Mateo 28:18-20 es crucial para que la iglesia sea plenamente exitosa en su misión.
Entender nuestra misión
Según Russell Burrill la Gran Comisión de Jesús “es la declaración de mayor autoridad que él haya hecho. Es impresionante, grandiosa y todopoderosa”.[5] La “Carta Magna” del cristianismo deja en claro que “Ir, evangelizar, predicar, enseñar y bautizar son verbos que indican los medios que la iglesia emplea para alcanzar el gran objetivo, que es hacer discípulos”.[6] Esta debe ser la mayor preocupación de la iglesia y donde debemos invertir la mayor parte de nuestros recursos, tiempo y energías. Descuidar la Gran Comisión significa descuidar la orden principal de Jesús, por otro lado, nuestra “fidelidad a la Gran Comisión significa ser fiel a todas las otras órdenes de Jesús”.[7] Cristo no solo comisionó a la iglesia la obra de hacer discípulos sino que también demostró cómo realizar eso.
Nuestro Maestro invirtió gran parte de su ministerio en la formación de discípulos que pudiesen llevar adelante el conocimiento de la verdad. Lucas registra el momento en que Jesús seleccionó un pequeño grupo de hombres para hacerlos discípulos: “Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Luc. 6:13). LeRoy Eims afirma: “Esos hombres eran su obra. Su ministerio tocó a miles de personas, pero formó solo a doce. Él se entregó en favor de millones de personas, sin embargo, durante los tres años y medio de su ministerio se entregó totalmente en favor de doce hombres”.[8]
Pablo también tenía un ministerio discipulador que consistía básicamente en conducir personas a Cristo y llevarlas a la madurez espiritual. El libro de Hechos y las cartas paulinas está repletos de alusiones a la obra discipuladora del apóstol de los gentiles (ver Hech. 15:31; 15:36; 15:41; 18:23; 20:31; 1 Tes. 2:11-12). Dos grandes oraciones de Pablo en la carta a los efesios demuestran su interés en el crecimiento y la madurez de sus hijos en la fe (ver Efe. 1:15-23; 3:14-20). Generalmente nos referimos a Pablo como el gran misionero plantador de iglesias, sin embargo, estos textos revelan también la preocupación que él tenía por el progreso espiritual de aquellos que habían sido ganados para Cristo.
El mismo cuidado con los nuevos en la fe es resaltado por Elena de White:
“Hay que tratar con paciencia y ternura a los recién llegados a la fe, y los miembros más antiguos de la iglesia tienen el deber de encontrar la forma de proporcionar ayuda, simpatía e instrucción para los que han salido de otras iglesias por amor a la verdad, y que en esta forma se han separado de la obra pastoral a la que habían estado acostumbrados. La iglesia tiene la responsabilidad de asistir a esas almas que han ido en pos de los primeros rayos de luz recibidos; y si los miembros de la iglesia descuidan este deber serán infieles al cometido que Dios les ha dado”.[9]
Después de entender el sentido bíblico de nuestra misión analizaremos una propuesta eficaz para la formación de discípulos hoy.
El ciclo del discipulado
En el diagrama[10] demostramos un proceso simple y eficaz constituido por tres fases por las cuales una persona debe pasar a fin de volverse un discípulo maduro y reproductivo.
La mayoría de nuestras iglesias han sido eficaces en conducir personas al bautismo, pero deficientes en hacer discípulos a los nuevos miembros. Hemos sido hábiles para admitir nuevos fieles, sin embargo, hemos fallado en incorporarlos a la vida de su congregación local. Tal vez nuestro gran error esté en la manera como hemos interpretado y practicado la Gran Comisión.
FASE 1
La fase 1 acontece cuando los cristianos siguen el mandato de Cristo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). En esta etapa la iglesia evangeliza por medio de la predicación personal y pública. Ella utiliza varios recursos y estrategias —TV, radio, internet, impresos, estudios bíblicos, series de evangelización, Iglesias Hogar / Grupos Pequeños, testimonio individual, etc.— para atraer personas a Cristo, instruirlas en las doctrinas cristianas fundamentales y bautizarlas después de demostración de evidente aceptación. Por lo tanto, el objetivo de la fase 1 es conducir personas a la conversión.
La IASD ha logrado éxito en cumplir este paso del ciclo del discipulado. Todos los años la iglesia ha agregado una gran suma de personas al rol de miembros. El problema es que hemos parado en esta etapa, imaginando que nuestra misión se resume a conducir personas a Cristo y transformarlas en miembros. Eso es parte de nuestra misión, pero no es su resultado final. Debemos dar atención también a la etapa posterior al bautismo llamada fase de confirmación.
FASE 2
La fase 2 se evidencia por el acompañamiento del nuevo miembro que resultará en su crecimiento espiritual. El apóstol Pablo motivó a sus discípulos Colosenses al progreso espiritual: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Col. 2:6-7). Por lo tanto, esta etapa tiene como principal foco la edificación espiritual del miembro recién convertido. Su gran objetivo es transformarlo en un discípulo maduro en la fe. Tal progreso espiritual sólo es posible mediante la atención individual. ¡No puede haber crecimiento sin acompañamiento!
Así, en esta fase es imprescindible que la persona que condujo al nuevo miembro al bautismo continúe prestándole apoyo espiritual. Este es el momento propicio para ayudar al recién convertido a enraizar en su estilo de vida hábitos espirituales esenciales, como el estudio diario de la Biblia y de la lección de la Escuela Sabática, la oración, la vida en comunidad, guardar el sábado, el culto familiar; etc. Además de eso, el discipulador servirá́ de puente para el nuevo miembro en el desarrollo de amistades en el ambiente de la iglesia y atraer a los que ya la persona tiene. Aunque el progreso espiritual varié de persona a persona, un período mínimo de un año de acompañamiento es vital para que el nuevo miembro llegue a la madurez. Una vez confirmada la fe del nuevo discípulo pasamos entonces a la próxima etapa denominada de capacitación.
FASE 3
La fase 3 está marcada por la formación del nuevo discípulo que resultará en su involucramiento en la misión. El apóstol Pablo declara que Dios concede dones a los hombres “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efe. 4:12). El nuevo discípulo carece no solo de apoyo espiritual, sino que también de capacitación para saber cómo testificar de Cristo. Así, una tarea esencial del discipulador es la de ayudar a su discípulo a descubrir sus dones espirituales e incentivarlo a usarlos en la predicación del evangelio.
Elena de White declara que “cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero”.[11] No habremos hecho un discípulo hasta que lo capacitemos para usar sus dones y talentos para testificar a otros. De esa manera, el resultado final de la fase de capacitación es un discípulo comprometido que se multiplica produciendo otros discípulos. Esta etapa de intensa formación teórica y práctica debe suceder en seminarios de formación en la iglesia y en las Iglesias Hogar o Grupos Pequeños, también en la Unidad de Acción de la Escuela Sabática.
Conclusión
Como iglesia debemos continuar evangelizando y conduciendo personas al bautismo, pero debemos igualmente enfatizar el acompañamiento y la capacitación de los nuevos miembros a fin de que lleguen a ser discípulos maduros y multiplicadores. No estaremos en armonía con la Gran Comisión a menos que hagamos discípulos. Podemos esperar grandes resultados en la noble misión de hacer discípulos, porque “el efecto del ministerio de formación de discípulos sobre los hombres es poderoso, dramático y transformador”.[12-13]
Autor: Tiago Ferreira
Referencias
[1] Información extraída del editorial “Adventista Visível” [Adventista visible] escrito por Marcos de Benedicto y publicado en la Revista Adventista (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, octubre de 2015), p. 2.
[2] Andrew McChesney, Igreja Adventista ultrapassa 19 milhões de membros [La Iglesia Adventista supera los 19 millones de miembros], con acceso el 2 de setiembre de 2016: http://noticias.adventistas.org/pt/noticia/institucional/igreja-adventista-atinge-19-milhoes-de-membros/.
[3] James Cress, Comunidade de Amor [Comunidad de amor] (Tatuí, SP: Casa
Publicadora Brasileira, 2011), p. 10.
[4] G. T. Ng, A Toda Nação [A toda nación], con acceso el 8 de abril de 2016:
http://www.revistaadventista.com.br/conferencia-geral-2015/a-toda-nacao/
[5] RussellBurrill, DiscípulosModernos: o desafío de Cristo para cada membro da igreja [Discípulos modernos: el desafío de Cristo para cada miembro de la iglesia] (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2011), p. 12.
[6] Isabel y Daniel Rode, Crescimento: chaves para revolucionar sua igreja [Crecimiento: claves para revolucionar su iglesia] (Engenheiro Coelho, SP: Unaspress, 2007), p. 89.
[7] Russell Burrill, p. 13.
[8] LeRoy Eims, A Arte Perdida de Fazer Discípulos: uma orientação prática àqueles que querem discipular [El arte perdido de hacer discípulos: una orientación práctica para los que quieren hacer discípulos] (Belo Hori- zonte, MG: Editora Atos), p. 23
[9] ElenadeWhite, El evangelismo,p.258.
[10] La idea de este gráfico fue extraída y adaptada de LeRoy Eims en A Arte Perdida de Fazer Discípulos.
[11] Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 166.
[12] Para saber más sobre el ciclo del discipulado acceda a: http://www.adventistas.org/pt/ministeriopessoal/projeto/ciclo-de-discipulado/
[13] LeRoy Eims, p. 29.