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Foto: (cc) Ltshears/Wikimedia Commons. Esquina: Pedro Torres.

Vivimos una nueva era de extinción. Jurriaan de Vos, Universidad Brown; Stuart Pimm, Universidad Duke y su equipo, publicaron un artículo en ‘Conservation Biology‘ indicando que “la tasa de extinción de las especies ha aumentado 1.000 veces con el ser humano” (Fuente: La Información).

El delfín Baijí, el Tigre de Tasmania o el Quagga (cebra sudafricana), son algunas especies extintas recientemente. Este verano se anunció la extinción del Leopardo Nublado. Resultó ser un hoax, al menos en parte. La subespecie extinta es el Leopardo Nublado de Formosa, endémico de Taiwán, pero el Leopardo Nublado como tal, sigue vivo.

El ‘homo sapiens‘ degenera (involuciona) deteriorando su hábitat en todos los sentidos. Desde Génesis 3 arrastra a todo su entorno en la locura de su inútil huída de Dios hacia una imposible vida independiente del Dador de Vida. La “subespecie” humana que desea invertir ese proceso degenerativo siguiendo el Camino marcado hacia la Vida (Juan 14:6), parece estar también en peligro de extinción.

El centenario de la Primera Guerra Mundial marca gestos como las disculpas de los dirigentes adventistas en Alemania por su posición de combate durante la Primera Guerra Mundial, manteniendo la esperanza de supervivencia de una especie que desea ser fiel a Dios.

Cabe preguntarse: “¿Dónde están los fieles? ¿Seré el último que queda en pie? ¿Estoy a punto de ser extinguido?” Elías así lo sintió: “sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida” (1 Reyes 19:10). En ese momento ocurren terremotos, tempestades, “un viento que rompía los montes”, fuego… Parece que todo se conjura en contra para rematar la extinción. Pero “Dios no estaba” en todo ello (1 Reyes 19:11-12). Era preludio de su presencia “en un suave murmullo” (1 Reyes 19:12 NVI). En su presencia hay seguridad y promesa: “Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron.” (1 Reyes 19:18).

Parecerá que el cristiano genuino está en peligro de extinción. Muchos con intenciones de “salvar la especie fiel” ponen el grito crítico en el cielo. Es necesaria la advertencia participativa y proactiva pero confiando en que, al igual que el Leopardo Nublado y los fieles en la época de Elías, Dios guarda ejemplares vivos en todo tiempo.

Durante 100 años tras la Primera Guerra Mundial a algunos pareció extinta la “especie” coherente y honesta en la Iglesia Adventista, pero Dios guarda ‘ejemplares vivos’ para repoblar los hábitats espirituales.

Revista Adventista de España