El apocalipsis de Asaf. Vislumbres del juicio y del tiempo del fin en el Salmo 75.
Un sábado, al terminar de predicar en cierta iglesia, un señor se me acercó para conversar. Firme pero respetuoso, aunque casi con un tono desesperado, expuso su petición a modo de súplica envuelta de consejo: «Por favor, pastor, no hable más del Apocalipsis porque me da miedo. Hable de Salmos, que es más lindo. Necesitamos hablar más sobre el amor de Dios, no sobre el juicio de Dios».
Generalmente, solemos pensar que Apocalipsis es un libro oscuro y sombrío, cuyos textos son incapaces de dar abrigo a quienes están desesperados. Y, frecuentemente, creemos que Salmos es un libro radiante y alentador, cuyos versículos tienen la capacidad innata de brindar una inyección de optimismo desbordante que cura las heridas.
No es así.
En Apocalipsis encontramos pasajes maravillosos como el del capítulo 1 versículo 5 donde dice que Jesús nos amó. Además, un estudio profundo del libro revela, sin dudas, que Jesús es el personaje central. El último libro de la Escritura no podía no ser cristocéntrico (como es toda la Biblia).
Y en Salmos también encontramos lugares de reprensión y amonestación (hasta el Salmo 23 habla de una vara que infunde aliento). El Salmo 75 es uno de esos lugares. Aquí, Asaf (un consagrado levita y talentoso músico y profeta que acompañó a David) escribe sobre el juicio de Dios.
1. Ante todo, una mirada global
«¡Gracias te damos, Señor, gracias te damos! Tus obras maravillosas declaran que cercano está tu nombre» (Salmo 75:1). Quien tiene una perspectiva correcta del Gran conflicto cósmico entre el bien y el mal conoce quiénes son los actores. Por un lado, está Satanás (el gran acusador), que es el padre de la mentira y mentiroso desde el principio (Apocalipsis 12:7-10; Juan 8:40-44). Por otro, está el sublime Creador del universo, quien es Justo y Soberano. Todos los seres lo alaban y así también lo harán los redimidos en el Cielo, cuando las penurias de este mundo se terminen. Ellos cantan: «¡Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso! ¡Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones! […] Todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus actos de justicia han quedado manifiestos» (Apocalipsis 15:3, 4).
Ese Dios Justo también en un Dios que está cerca. Después de todo, no deja de ser Emanuel (Isaías 7:14; Mateo 1:23).
2. Luego, una acción puntual
«En el tiempo designado, yo juzgaré rectamente» (Sal. 75:2). Como Rey de todas las galaxias y mundos, Dios tiene el absoluto control. Sus tiempos son perfectos. Hay aquí un eco del Salmo 46:10: «Estén quietos, y conozcan que Yo Soy Dios».
Ahora bien, su amor sin límites por salvar a la humanidad caída contempla también la libertad individual de cada criatura de elegirlo o no. Así, cada uno de nosotros será responsable por la elección. Con meridiana claridad, Salomón sostiene: «El fin de todo el discurso es este: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque este es todo el deber del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, con toda cosa oculta, buena o mala» (Eclesiastés 12:13 y 14).
La figura del cáliz con vino en manos de Dios que aparece Salmo 75:8 es una metáfora que Juan retoma en Apocalipsis 14:10, 16:19, 17:4 y 18:6. Otros profetas, como Isaías, Jeremías, Ezequiel y Habacuc, también recurren a esta figura. El hermano que me aconsejó a la salida del templo tal vez se asombre al leer Salmo 11:6 (Reina Valera de 1960): «Sobre los malos hará llover calamidades. Fuego, azufre y viento abrasador será la porción del cáliz de ellos».
En la Biblia está claramente el deseo de Dios de salvar a toda la humanidad (Ezequiel 33:11), lo que no implica que todos acepten esa invitación de amor. No existe en la Biblia tal cosa como la salvación universal, concepto tan de moda entre muchos predicadores populares cristianos de la actualidad.
Uno de los grandes engaños de Satanás fue instalar el concepto de escisión entre el amor de Dios y su justicia. Dios no solo nos dice lo que nos gusta oír, también nos dice lo que necesitamos escuchar. En la Biblia, el juicio de Dios también es parte de su amor.
3. Finalmente, un consejo redentor y más alabanzas
El versículo 10 del Salmo 75 anticipa cuál será la recompensa de los pecadores y la de los justos; y el 9 repite que debemos seguir alabando a Dios por su justicia. Por su parte, los versos 4 y 5 nos muestran –¡una vez más!– el infinito amor de Dios. Allí, él nos pide que nos alejemos del pecado y del orgullo.
Esta invitación sigue vigente para nosotros hoy.
Autor: Pablo Ale, Licenciado en Teología y en Comunicación Social, tiene una maestría en escritura creativa. Es autor de los libros “¿Iguales o diferentes?”, “1 clic” y “Un día histórico”. Actualmente, es editor de libros, redactor de la Revista Adventista y director de las revistas Conexión 2.0 y Vida Feliz, en la Asociación Casa Editora Sudamericana.
Publicación original: El apocalipsis de Asaf