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MadreEn este 4 de mayo de 2025, Día de la Madre, queremos rendir un homenaje especial a aquellas mujeres que, con amor, fe y entrega, encarnan uno de los roles más importantes en la vida de cualquier ser humano: el de madre. Desde una perspectiva cristiana, la maternidad no es solo una función natural, sino un reflejo del amor de Dios expresado en cuidado, sacrificio y guía espiritual.

La maternidad: un reflejo del amor de Dios

Tal vez una de las razones por las que Dios instituyó la maternidad es para ayudarnos a comprender mejor Su amor por nosotros. Él pudo habernos creado para reproducirnos de muchas otras maneras, pero eligió la maternidad para traer vida al mundo y, con ello, revelarnos una faceta profunda de Su propio carácter. Porque así como el amor de una madre es paciente, protector y constante, así también es el amor de nuestro Dios.

En Génesis 1:27 leemos:

«Y creó Dios al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó;
varón y hembra los creó».

Esto nos recuerda que tanto lo masculino como lo femenino reflejan la imagen divina. Dios no es limitado por nuestro entendimiento humano del género: Él es Padre, pero también tiene ternura y compasión que asociamos con una madre. Como dice Isaías 66:13:

«Como aquel a quien consuela su madre,
así os consolaré yo a vosotros».

La maternidad, entonces, no solo tiene valor humano, sino que es una ventana hacia el amor divino, un tipo (es decir, una representación simbólica) de cómo Dios ama, cuida y guía a Sus hijos.

El ejemplo bíblico de la maternidad

La Biblia está llena de ejemplos de mujeres virtuosas que desempeñaron un papel crucial en la formación espiritual y emocional de sus hijos. Una de las descripciones más emblemáticas de una mujer virtuosa (en realidad una madre, porque habla de sus hijos) se encuentra en Proverbios 31:25-28:

«Fuerza y honor son su vestidura;
Y se ríe de lo por venir.
Abre su boca con sabiduría,
Y la ley de clemencia está en su lengua.
Considera los caminos de su casa,
Y no come el pan de balde.
Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba».

Este pasaje muestra a la mujer que no solo atiende las necesidades materiales de su hogar, sino que también es fuente de sabiduría y piedad. Sus hijos reconocen su valor, y su esposo la honra.

El rol educativo espiritual de la madre

La madre cristiana es una sembradora de fe. A través de su ejemplo, oración y enseñanza, deja una huella eterna en el corazón de sus hijos. Así lo vemos en el testimonio de Timoteo, quien fue instruido en las Sagradas Escrituras por su madre Eunice y su abuela Loida. Pablo reconoce esta influencia en 2ª Timoteo 1:5:

«Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro de que en ti también».

Estas mujeres no solo enseñaron con palabras, sino con vidas entregadas a Dios. Y es que más allá de las enseñanzas, es el testimonio de la vida de la madre (y del padre) lo que el niño realmente aprende. Las palabras son una parte pequeña de la educación. En realidad, lo que más define a un hijo es el ejemplo de la vida de sus padres.

La madre: el corazón del hogar

En el hogar cristiano, la madre es más que una figura doméstica; es el corazón del hogar. Su ternura, paciencia y devoción moldean el carácter de sus hijos y crean un ambiente donde Dios es honrado. En Proverbios 22:6, se nos da una instrucción que muchas madres cristianas toman como misión personal:

«Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él».

Creemos que ese «su» nos dirige al camino de Dios, pero también podría aplicarse al camino del propio niño. El niño debe ser instruido en el camino de Dios y, además, en su propio camino. La madre y el padre deben trabajar juntos para conocer a su hijo y guiarle de la mejor manera posible. Entender sus dones y cualidades, así como sus dificultades y potenciar esos dones para el Señor a la vez que ayudarle a superar sus limitaciones. 

Una bendición irremplazable

Dios, en su infinita sabiduría, colocó a la madre como una figura insustituible. Su compasión refleja la misericordia divina. Y en esa misión tan elevada, la maternidad se convierte en un testimonio viviente del amor de Dios hacia nosotros.

Alabemos sus triunfos y perdonemos sus errores, porque las madres son (somos) imperfectas. Aprendemos a ser madres mientras los hijos aprender a ser hijos, y no es fácil. Sin embargo, contamos con la Biblia como manual, y con los escritos de la autora inspirada Elena de White para orientarnos. Libros como La educación, o El hogar cristiano, de Elena de White; o como Educación White, de Maijo Roth (un resumen de la educación que promueven la Biblia y la autora inspirada), nos serán de guía y bendición.

¡Feliz Día de la Madre!

«Honra a tu padre y a tu madre, es el primer mandamiento con promesa». (Efesios 6:2)

En este Día de la Madre, celebremos con gratitud a esas mujeres que, con su fe firme y amor incansable, sostienen el hogar cristiano. Que no falten las flores, los abrazos ni las palabras de afirmación. Pero sobre todo, que su labor sea reconocida como una obra santa, una misión que Dios mismo honra, porque en cada madre hay un destello del amor eterno del Creador. Honremos hoy a cada madre con nuestra gratitud y cariño sincero por su esfuerzo y amor incondicional.

¡Gracias, mamá!

Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Coeditora y redactora de revista.adventista.es.
Imagen: Shutterstock

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