Si respondes sin reflexión a la pregunta ¿educar para servir?, estoy seguro de que lo harás con un rotundo: «Sí, educamos para servir». Aunque, si lo meditas, probablemente te surjan algunas contradicciones al responder. Lo que pretendo en las siguientes líneas, es llamar tu atención hacia un concepto que parece olvidado, cuando hablamos sobre uno de los fines principales de la educación adventista, que es el servicio. El servicio con el propósito de darle el lugar que le corresponde a esa cualidad, virtud o fruto del Espíritu, que debe acompañar a dicho servicio.
La «verdadera educación» prepara para servir
Como educadores Adventistas del Séptimo Día, estamos llamados a concebir y practicar una educación más amplia y elevada. Dicha educación es abarcante y sublime. Desde el primer párrafo de su extraordinario libro La educación, Elena de White, la llama «la verdadera educación». Y así como contrasta, de manera continua, el desacierto de los sistemas educativos con los planteamientos que ella hace sin cesar, para tener una educación de tales características, hay una declaración que llama fuertemente la atención y es la relacionada con el servicio.
Textualmente, afirma que la verdadera educación, además de otros elementos, «prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero» (Ed. 13:1). De esta declaración, se han vertido innumerables discursos y escritos que promueven el servicio como fin último de nuestra educación adventista.
No obstante, para que nuestra educación adventista transite de la educación, hacia la verdadera educación, la autora enfatiza la preparación «para el gozo de servir… y para un gozo superior…». Concepto que, si pasa por desapercibido, hará de la formación educativa que ofrecemos, una que será igual o semejante a la que ofrecen las demás instituciones no adventistas. Por lo que, tampoco estaremos contribuyendo a ampliar y elevar el «alcance demasiado estrecho y bajo» (Ed. 13:1) del concepto educación.
Un servicio gozoso, motivado por el amor
Y es que podemos aprender, y enseñar, a servir con calidad, pero sin disfrutar de ello. Podemos, también, modelar un servicio que atienda las necesidades humanas buscando únicamente beneficios egoístas. Más aún, es posible servir con calidez sin gozar del servicio que se ofrece, porque puede estar basado en las apariencias. Sin embargo, para que nuestra educación sea «verdadera», uno de sus principales rasgos debe ser que el servicio sea motivado por el amor proveniente de Dios.
Solamente este servicio, inspirado en el amor divino, producirá verdadero gozo y hará la gran diferencia ante otras clases de servicios hacia la humanidad. Este gozo es el resultado de una comunión profunda del Espíritu Santo con el educador y la persona en formación, que es el estudiante. El gozo que se obtendrá no será solo por ver los rostros felices de las personas beneficiadas. Además, ¡podremos palpar el cumplimiento de las promesas de Dios en nuestras vidas y en las de ellas!
Este tipo de gozo en el servicio tendrá una fuerza irresistible al trasmitirse por medio del ejemplo y del disfrute, que el propio educador experimentará al servir a los alumnos y padres. Pero también a los colegas de la institución, a la iglesia y a la comunidad en general. Es un gozo contagioso, que siempre cabe en el corazón porque fluye incesantemente para beneficio de quien lo otorga y lo recibe.
Despertando el gozo del servicio en los alumnos
Por lo tanto, es tarea suprema de los educadores adventistas despertar en los educandos este gozo sublime de servir a los demás. No solo para satisfacer las necesidades inmediatas, sino especialmente las necesidades del alma, como la paz y el conocimiento de Cristo Jesús como Salvador. Significa, además, inspirar a los estudiantes para el servicio mediante los conocimientos que aprenden en las diversas asignaturas y experiencias educativas, para que tan pronto sea posible, vayan con sus profesores a aplicarlas en los contextos sociales inmediatos o mediatos de su entorno.
De este modo, las asignaturas y experiencias educativas, y las necesidades e intereses de las personas, serán meramente un puente. Un puente para conectar a otros con el evangelio eterno de la salvación, siendo los propios docentes y alumnos, los primeros en vivenciar tal conexión. Luego, imbuidos de dicha comunión, saldrán de las escuelas con el poder divino para contagiar a otros con el gozo de servir en este mundo, como un preludio del gozo superior que proveerá el mundo venidero con Jesús.
Como educadores y educandos, tenemos hoy el enorme privilegio de participar de este gozo en el servicio. Trasmitámoslo al mundo ahora. Mientras Jesús vuelve, el lugar es aquí: en esta tierra; en tu hogar, escuela, y comunidad. Si esta educación para el gozo en el servicio nos genera felicidad y compromiso como educadores adventistas, ¿te imaginas lo que implicará el gozo superior en las mansiones celestiales? Mi mente es tan finita que no logra discernirlo. Empero, me emociona seguir esforzándome, con la ayuda de Dios, en preparar a mis alumnos en el gozo del servicio por amor abnegado.
Te invito a ser partícipe de esta experiencia inolvidable, cuyo recuerdo perdurará por la eternidad. ¿Aceptas el desafío?
Autor: Emerson López-López, profesor-investigador y catedrático de las asignaturas de investigación, licenciatura y posgrado en la Universidad Linda Vista en Chiapas, México, lo que le ha permitido escribir publicaciones científicas y de divulgación. Licenciado y maestro en educación por la Universidad de Montemorelos; maestro en pedagogía por la UNAM y Doctor en Socioformación y Sociedad del Conocimiento por CIFE-México.