Disciplina redentora en el hogar. Una visión cristocéntrica sobre la educación en la familia. ¿Cómo educar a nuestros hijos de manera equilibrada? ¿Cómo utilizar la disciplina adecuadamente? La respuesta para nosotros, los cristianos, está en la Biblia.
Sin lugar a duda, las lecciones más importantes que tendremos que aprender en esta vida, no son lectura, caligrafía o matemáticas; sino respeto, amor, fe, obediencia a Dios y dominio propio. Esas son las materias más necesarias, y se aprenden en casa. Esto nos confiere una responsabilidad muy grande a los padres en lo relativo a la educación de nuestros hijos.
Educar no es fácil, y tampoco existe un manual (¿o sí?). Hablando con otros padres, me comentan que lo que les sirvió para un hijo no fue efectivo con el otro. Cada niño tiene un código. Es como un candado de esos modernos que va con números y hay que acertarlos para poder entrar. Complicado… pero no imposible, porquer no hay nada imposible para Dios. Él tiene herramientas que funcionan para todos los seres humanos. Al fin y al cabo Él es el Creador y tiene la llave maestra.
El Amor, en su plenitud y esencia divina, es la llave que abre todos los corazones. Y ese Amor, bien entendido, incluye fe (relación y confianza), disciplina redentora, obediencia y aprendizaje. El conocimiento del Creador es la herramienta base para vivir mejor. Proverbios 1: 7 dice: «El respeto al Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina», y Eclesiastés 33:3 dice: «El sabio entiende la palabra del Señor y mira la ley como enseñanza divina». Einstein lo resumió diciendo: «Solo me interesan los pensamientos de Dios, el resto son detalles», una frase muy ingeniosa, puesto que todo parte de Él.
Disciplina redentora
El Diccionario de la Real Academia Española define la disciplina, entre otras cosas, como `doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral´. Además de otras acepciones encontramos: `acción de disciplinar´. Y si nos vamos a ‘disciplinar’ tenemos:
1. tr. ‘Instruir, enseñar a alguien su profesión, dándole lecciones’.
2. tr. ‘Azotar, dar disciplinazos por mortificación o por castigo. U. t. c. prnl.’ (Una disciplina lamentablemente muy humana).
3. tr. ‘Imponer, hacer guardar la disciplina (‖ observancia de leyes y ordenamientos)’.
Una frase de Antonio Estrada dice: «Disciplina sin amor es crueldad, mientras que amor sin disciplina es irresponsabilidad». Por eso a los cristianos nos gusta hablar de disciplina redentora. Una disciplina basada en el amor, en la comunicación, en el acompañamiento y en las segundas oportunidades. Una disciplina salvífica, en la que tratamos de imitar a Cristo, el Maestro por excelencia. Basada en la Biblia y el carácter y obra de Jesús.
La disciplina redentora busca guiar, ayudar, sostener… Es disciplina porque instruye al niño, y es redentora porque le `redime´, esto es (nuevamente según la RAE): `le rescata´, `le saca de la esclavitud mediante un precio´, `le libera´, etc. Y no podemos hacer todo eso… rediminr, liberar y rescatar, mientras herimos, dañamos, rompemos, o maltratamos.
¿Y de qué libera y rescata la disciplina redentora? Al final, de la muerte eterna, pero también de una vida sin sentido y de una existencia lejos de Dios.
La disciplina redentora es (o debería ser) el método educativo de los cristianos por excelencia: Llevar a nuestros hijos a Cristo; al único que puede salvarles; al redentor.
Lo complejo es el modo. Pero no tengo dudas de que la mejor forma de hacerlo es imitando a Jesús, obteniendo su carácter de Amor, paciencia, abnegación, instrucción, obediencia a la Ley de Dios, etc. Él es nuestro referente en todo, y debe ser también el suyo.
Los niños aprenden por imitación
El detalle que debemos tener muy en cuenta en el proceso educativo, es que los niños aprenden por imitación. ¿No te ha pasado estar discutiendo con tu hijo y de repente darte cuenta de que estás hablando con un pequeño «mini-tu». Frustrante ¿verdad?
Por eso, es principal educarte a ti mismo primero antes de pensar en educar a un hijo. Lo que hagas siempre va a pesar mucho más que lo que digas.
En esta difícil tesitura, necesitamos basar nuestro carácter en Cristo con urgencia. Si deseamos que nuestros hijos tengan un carácter equilibrado, que sean honestos, humildes, solidarios, empáticos, etc. ¡Debemos serlo nosotros! ¿¡Y cómo vamos a hacerlo!? A través del estudio del carácter de Jesús que te comentaré un poquito más adelante, y que constituye la base de la disciplina redentora.
Sigamos con la disciplina…
Corrección con vara
Todos conocemos el ejemplo de la plantita que crece y necesita una vara (palo largo, recto y liso) para crecer recta. La vara nunca debería usarse para maltratar, sino para guiar. Es necesaria para que la planta se pueda sujetar y crecer erguida, hacia arriba. A través de la vara, la planta sube para recibir los preciados rayos del sol, y no se tuerce. Igual pasa con los hijos, necesitan necesitan una vara; pero no entendida como maltrato, sino como guía. Eso es la disciplina bien entendida.
Al comienzo nosotros seremos esa vara, nuestro ejemplo. Y si queremos ser buenos ejemplos, nuestra vara (nuestra vida) debe estar cimentada en Cristo. Llegará un momento en el que la plantita se podrá sostener por sí misma, y se enrollará en la vara de Cristo. Entonces, nosotros habremos cumplido nuestra misión. Aunque los padres seremos siempre una guía, y una fuente de consejos para nuestros hijos, nuestro objetivo es llevarles a Jesús. Él guiará sus vidas hacia la eternidad.
Jesús es la vara en la que nuestros hijos deben enredarse para ascender al cielo, pero cuando son pequeños ven al Señor a través de nosotros. Entienden a Dios a través de nuestro ejemplo. Podemos hablarles mucho de Dios, pero si no lo vivimos, si no se lo contagiamos… el Señor tendrá más trabajo para llegar a ellos, porque no estaremos cumpliendo la misión que nos ha encomendado.
La corrección es necesaria. La disciplina es imprescindible. Pero ambas deben entenderse adecuadamente, y siento que hoy en día venimos de un extremo (disciplina entendida como uso del poder y la violencia) hacia el otro (permisividad y falta de límites). Ambos, inadecuados y terribles para nuestros hijos.
Usos de la vara en la Biblia
El significado bíblico de vara es una rama delgada y larga, usada como apoyo al caminar. Existe poca diferencia entre esta palabra y el cayado del pastor.
Los líderes de las tribus israelitas iban delante de ellas portando una vara para guiar, que vino a ser símbolo de autoridad. Por eso la palabra ‘mateh’, es traducida la mayoría de las veces como vara. También, en algunas partes equivale ‘tribu’. Interesante, porque la familia y la iglesia son la ‘tribu’ del niño.
Los pastores apacentaban los rebaños y hacían pasar sus ovejas bajo sus varas para contarlas de forma fácil. Así, el Señor cuidará de una manera particular a cada una de sus ovejas, y nosotros a cada uno de nuestros hijos. La vara se empleaba como instrumento de corrección. Y esta última palabra podemos entenderla mejor o peor, y aplicarla del mismo modo. Por eso es importante que la comprendamos bien.
Corregir con vara
Cuando en la Biblia se habla de disciplinar o corregir con vara, normalmente no está hablando de maltrato, sino de disciplina. Ésta no tiene por qué ser con violencia, el problema es que muchas veces damos por sentado que el uso de una vara debe inflingir daño físico, dolor, maltrato. Los pastores usan las varas para dirigir y corregir a las ovejas. No para golpearlas y dañarlas, sino para enmendar su camino, separarlas o guiarlas.
Hay numerosos textos bíblicos en los que se usa la palabra vara, o cayado, y no son para usarlos de forma violenta para dañar, sino para corregir, guiar y disciplinar (que no tiene por qué hacerse hiriendo).
Proverbios 23:13-21 y algunos otros textos, se pueden entender de otra forma cuando consideramos cómo era la educación en el contexto bíblico de la época y la cultura. Estoy tan segura de que Dios no aprobaría ningún método educativo violento, como de que no quería la esclavitud, la poligamia, ni otras cuestiones culturales reprobables a sus ojos, pero que eran así en aquella cultura y aquel momento histórico. Jesús es en quien debemos fijarnos en nuestra cultura y época. Él vino para salvarnos, pero también para mostrarnos al Padre.
El uso de la vara en la Biblia visto desde el carácter de Dios revelado en Cristo, no puede ser de humillación y daño. Debemos verlo como una herramienta de guía, protección, y corrección, pero no de maltrato. Este último uso está mucho más extendido en la Palabra de Dios que el primero. Aunque el primero nos llame más la atención. Es posible que Salomón golpeara a sus hijos, pero esa forma de educar no es la mejor, ni la que Dios quiere. Aunque peor hubiera sido que quedaran sin educación.
Los padres debemos educar a los hijos. Lo peor que podemos hacer es no poner límites, no corregirles, no guiarles, no educarles. Eso solamente les llevaria a ser árboles torcidos y enfermos. Alejados de Dios. Pero la forma de hacerlo… hay tantas, tan diferentes… ¿Cómo lo haría Jesús?
Disciplinar con sabiduría
Entonces… ¿Cómo educar a nuestros hijos en el hogar de manera equilibrada? ¿Cómo utilizar la disciplina correcta? La respuesta para nosotros los cristianos está en el ejemplo de Cristo. Su paciencia, su manera de disciplinar, su obediencia… Aquí es muy importante colocar los textos en su contexto y buscar el origen de las palabras, porque hay quienes usan los textos de manera incorrecta para que digan lo que quieren, y esa no es la forma de extraer la verdad bíblica. Es una burla que no nos llevará a ninguna conclusión positiva.
La Biblia dice lo que dice, no lo que queremos que diga. Y en lo relacionado con la disciplina, se ha utilizado bastante mal por bastante tiempo. Los textos han sido mal entendidos, mal interpretados. Por ejemplo: `temer´es una nefasta traducción de `respetar´. Importante: profundicemos en el sentido de los textos antes de darlos por sentado. Términos como:`Castigar´o `corregir´tienen que entenderse dentro del contexto social, linguístico, histórico, exegético y cultural. Investiguemos y comprendamos, antes de aplicar.
También deberemos diferenciar entre la disciplina y corrección de Dios, y las consecuencias de los actos de los hombres. Más allá de lo que podemos aprender de la disciplina en el A.T. con una ideosincrasia y cultura muy diferentes a la nuestra, (enriquecedor, igualmente, si se entiende correctamente), Cristo nos muestra con claridad el carácter de Dios y su manera de educar. (¡Menos mal!).
Todos los padres que aman a Dios y que aman a sus hijos, los corregirán con sabiduría (Hebreos 12: 5-6). La disciplina coherente, la redentora, se aplica con Amor, dando seguridad al niño, pero también colocando límites. El abuso de poder, o la violencia, le harán obedecer por miedo; pero la autoridad derivada de un vínculo de Amor y respeto funcionará mucho mejor. Esa es la metodología de Cristo.
Los niños necesitan disciplina
Me resultó muy llamativo leer que Leonard Gross, editor de la revista Look, afirma que los niños que crecen con libertades ilimitadas y sin ninguna responsabilidad, crecen asustados y piensan que nadie los ama. Por su parte, el psicólogo americano Peter Crowford dice que los problemas emocionales de los jóvenes no se deben a la disciplina, sino a la falta de ella. Por lo tanto, la disciplina bien aplicada tiene un efecto positivo en el proceso educativo. Es necesaria.
Un padre relató su experiencia de esta manera: «cuando mis hijos eran pequeños, yo oraba: “Padre, cambia el corazón de mis hijos”. No pasaba nada. Pasado un tiempo, me di cuenta de que necesitaba cambiar mi pedido. Entonces comencé a pedir: “Padre, cambia al padre de mis hijos”». Al fin y al cabo, los hijos son nuestro reflejo. Aprenden más por imitación que por consejo. Por eso es tan difícil educarles, porque para hacerlo, debemos reeducarnos nosotros mismos.
Así es. Los hijos son un reflejo de los padres y de la educación que reciben. Por eso, todos los padres deberíamos ser conscientes de la necesidad de aprendizaje en Cristo, también con relación a nuestros hijos. Como Shakespeare decía: «Cuando el hijo aprende con el padre, ambos se ríen. Cuando el padre aprende con el hijo, ambos lloran».
La relación que tenemos con nuestros hijos marcará que podamos ser esa vara de la que hablábamos al principio. La confianza que nos tengan, será lo que marque la obediencia y la disciplina; la comunicación y el perdón; incluso las segundas oportunidades. Todo lo que Jesús hace con nosotros.
La disciplina redentora debe decir «no»
Una puntualización: Hace más de 250 años, el filósofo suizo Jean-Jacques Rousseau dijo: «¿Sabes cuál es la manera correcta de dejar al niño infeliz? Acostumbrarlo a recibir todo». Si queremos tener hijos seguros y libres de ansiedad, necesitamos utilizar la palabra «no» en nuestro vocabulario. Los límites son imprescindibles para un crecimiento saludable y seguro.
Dios no dice a todo que sí. Él marca los límites. Sus mandamientos están claros. Somos sus hijos y como Padre, desea protegernos. Los límites están para eso. Guían y protegen. Y si nos los saltamos, sufrimos las consecuencias.
Si tu hijo quiere tirarse por un acantilado, es tu responsabilidad decirle: «no», y para eso debes tener claro por qué no. Y el problema de muchos padres es que no tienen claros los límites. Hoy todo vale… lo que ayer estaba mal, hoy está bien… y al revés. Ante las directrices inestables de un mundo a la deriva, cuyos valores cambian como las estaciones, me da mucha paz saber que Dios es la Roca de los Siglos (Isaías 26: 3-4)
Nuestros hijos primero
Nuestros hijos son la primera responsabilidad que Dios nos ha entregado. Me entristece tremendamente ver como decenas de personas entran en la iglesia mientras nuestros jóvenes y adolescentes se escapan por la puerta de atrás. Sin duda, algo estamos haciendo mal. Y si les preguntamos, la mayoría nos dirá que no ven a Jesús en la iglesia. Que no se sienten Amados, que no encuentran su lugar. Ellos son nuestra primera responsabilidad, como familias y como iglesia. Presentarles a Cristo es nuestra primera misión evangelizadora. Educarles para que le conozcan y le amen es nuestro principal trabajo. Nuestro objetivo debería ser que nuestros hijos conozcan al Maestro y lo amen de tal modo, que deseen acompañarnos a traer a otros.
No deberíamos realizar campañas de evangelismo sin nuestros hijos. No deberíamos apartarlos. Ellos deberían estar implicados, ¡los primeros! Y para que lo estén relamente, deben desearlo. Y para eso, necesitamos reflejar a Jesús en casa. Necesitan conocerle y amarle para querer que otras personas le conozcan también.
Jesús, nuestro ejemplo
Por eso Él es nuestro ejemplo. Amó hasta el final. Pero además nos enseñó a Amar en la práctica, de verdad. Nos pidió alcanzar a otros con el Evangelio, pero nos enseñó con su ejemplo a hacerlo. ¿Cómo se comportaba Jesús con las personas? ¿Cuál era su trato? ¿Cómo las «educaba»? ¿Cómo las guiaba hacia el cielo? Entender el carácter y los métodos de Cristo es vital para educar a nuestros hijos, y para eso contamos con los Evengelios, pero también con libros inspirados como El Deseado de todas las gentes, de Elena G. White. Tenemos, además, otros libros como La conducción del niño, de la misma autora, que son verdaderas joyas, aunque hay que situar siempre el texto en el contexto histórico y cultural, como pasa con la Biblia. Incluso hay publicaciones mas actuales, como Educación White, de Maijo Roth, que arrojan bastante luz sobre educación cristiana.
Y es que, sin lugar a dudas, el centro de la educación cristiana es Cristo. Comprender quien es y cómo es su carácter es imprescindible para padres e hijos. Vital para poder aceptarle como Salvador y tener una relación real con Él. Absolutamente necesario para la vida cristiana y el crecimiento espiritual en el hogar.
Según la idea que tengamos de cómo era Cristo, será que le imitemos para nuestros hijos. Recordemos que los niños ven el mundo, y a Dios, a través de sus padres. Por eso el tiempo personal y familiar de estudio de la Biblia, de cantos espirituales, de historias inspiradoras, etc. es vital, no solamente para la educación de nuestros hijos, sino que es el `pegamento´familiar por excelencia. Un hogar con Cristo es un hogar estable, fuerte y gozoso, a pesar de las tormentas de la vida.
Límites con autoridad
Jesús Amaba, pero también ponía límites. Y lo hacía sin violencia, sin herir, sin dañar (y esto, para muchos padres, es lo más difícil). Recordemos como actuó Él en uno de los momentos en los que tuvo que ejercer la disciplina seriamente: Jesús, en el templo, echando a los mercaderes. Podemos pensar que lo hizo violentamente, pero Elena G. White describe ese momento de manera muy diferente. No había ni un atisbo de violencia. Estaba corrigiendo, poniendo límites, pero lo hizo sin hacer daño (a pesar de tener un látigo en su mano). (Lee Elena G. White, El Deseado de todas las gentes, capítulo 16 «En su Templo»).
Ejerció su autoridad. Una autoridad que le confería su divinidad; una autoridad que le daba, sobre todo, el haber sanado, enseñado, ayudado, Amado. La autoridad de Jesús provenía de su estatus como hijo de Dios, y de su gran Amor por las personas. Si investigamos eso en la Biblia, si conseguimos comprenderlo y ejercerlo, seremos mucho mejores padres. Nuestra autoridad viene de Dios, Él nos puso ahí para educar a nuestros hijos. Y si a esa autoridad le sumamos la que nos confiere el Amarlos, ellos nos sentirán no solamente como una figura de autoridad (que puede ser lejana), sino como una figura de autoridad en la que confiar.
Es lo mismo que Dios quiere tener con nosotros. Una relación padre-hijo por Amor, no por obligación ni por miedo. Pero recordemos que eso, no quita ni un ápice de peso a los límites o la disciplina. El Señor es el mejor ejemplo con sus mandamientos. Amor y autoridad.
El vínculo del Amor
Los niños que aprenden mejor son aquellos que han generado un vínculo con sus padres y maestros. Es un hecho. El celo de los padres por los hijos puede ayudarles a crecer, o destruirlos. Por eso, cuando entendemos el Amor de Dios y lo ponemos en práctica con nuestros hijos, éstos crecen a través de la confianza, el cariño y la disciplina bien entendida.
En países como Japón, o en metodologías educativas como la disciplina positiva (corriente que favorece el respeto y educa a través del razonamiento y no el castigo), se promueve el vínculo afectivo de los padres con los hijos. Los niños japoneses están tan unidos a sus padres, en especial a la madre, que obedecen por amor. Desean agradarla. Y creo que, en realidad, todos los niños son así al principio. Por eso, la base de la disciplina redentora es el Amor (el de Dios) a través de nosotros. De hecho, el Señor desea que le obedezcamos por Amor, no por miedo. Lo mismo para con nuestros hijos, que son los suyos.
Y si, a pesar de todo, nuestros hijos se alejan de Dios… (puede ocurrir. No olvides que Dios es el mejor Padre que existe, y Adán y Eva escogieron traicionarle), no desistamos de Amarles y orar por ellos. Lo único que puede salvarles es el Amor de Dios, y el nuestro les guiará a Él siempre. La oración es poderosa y podemos tener la seguridad de que el Señor les ama más que nosotros y está aún más interesado en su salvación. No perdamos la esperanza nunca, del mismo modo que el Señor no la pierde con nosotros. No nos cansemos de orar.
Cristo nos mostró, en la cruz, que el Amor salva. En realidad, es lo único que puede salvarles.
Algunos textos para reflexionar
«Si hubo un tiempo en donde el hogar debería ser una casa de oración, es ahora. Los padres y las madres deberían elevar sus corazones a menudo hacia Dios para suplicar humildemente por ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la familia, ponga sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y de la noche, mientras la esposa y los niños se unen en oración y alabanza. Jesús se complace en morar en un hogar así» (Ellen G. White, Patriarcas y Profetas, p. 144).
«Es deber de los padres cristianos, de mañana y tarde, por la fervorosa oración y fe perseverante, poner un muro alrededor de sus hijos. Les corresponde instruirlos pacientemente; enseñarles, bondadosa e infatigablemente, a vivir de manera agradable a Dios». (Elena G. de White, Conducción del Niño, p. 519).
«Conságrate a Dios por las mañanas, haz de esto tu primera tarea. Sea nuestra oración: “Tómame ¡oh Señor! Para ser enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti”». (Elena G. de White, Camino a Cristo, p. 70).
Conclusión
Volvamos a las preguntas iniciales: ¿Cómo cristianos, cómo educar a nuestros hijos de manera equilibrada? ¿Cómo utilizar la disciplina adecuadamente? Como decía… la respuesta está en la Palabra de Dios. Toda la Biblia nos conduce a Cristo en cada faceta de nuestra vida. También en la paternidad. Como padres, necesitamos reflejar el carácter de Cristo para nuestros hijos, y conducirles a sus brazos. Los hijos aprenden por imitación.
Nuestra manera de educarles y disciplinarles debe ser redentora, igual que la de Jesús por nosotros. Y para eso, necesitamos experimentar y enamorarnos de Jesús cada día y dejarnos transformar por el poder del Espíritu Santo en nuestro interior. Necesitamos ser un reflejo de Jesús para que ellos puedan, también, enamorarse de Él. Entonces, y solo entonces, podremos educarles, disciplinarles, guiarles, y ser la vara que necesitan para crecer.
Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Coeditora y redactora de la Revista Adventista en España y QueCurso.es, gestora de las redes sociales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España y asistente de dirección y producción en HopeMedia España.
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Es un artículo muy profundo . Me ha encantado. Te felicito. No solo escrito para los padres sino para todas las familias. Es muy importante que nuestra relación con los demás esté basada en el respeto mutuo y el amor..
Así es, Manuela. Respeto y amor para con todos. Nos alegra que te haya gustado el artículo. Muchas gracias por comentar. Bendiciones.