El 7 de abril se conmemora anualmente el Día Mundial de la Salud. Los adventistas consideramos el cuidado y la prevención de la salud como parte de nuestras creencias fundamentales.
Yo soy Jehová, tu sanador
Hacía muy poco que el pueblo de Israel había salido de Egipto. Unos dos millones de personas estrenaban su libertad. Moisés les conducía guiado por Dios para encontrarse con Él, su creador y libertador; para establecer sus derechos como nación y restablecer su identidad como hijos de Dios. Tenían mucho camino por delante y mucho por aprender. Necesitaban volver a vincularse con su Padre, igual que su padre Abraham recorrió su vida vinculado a Él.
Hacía muy poco habían presenciado las diez plagas sobre Egipto, habían vivido la Pascua y habían seguido la columna de nube y fuego. Solo tres días después de cruzar a pie el Mar Rojo, avanzando ya por el desierto rumbo al Sinaí, sus reservas de agua escaseaban y el primer oasis que encontraron no tenía agua potable.
Ante la amargura de las aguas de Mara «Moisés clamó a Jehová y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó. Y dijo: si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios e hicieres lo recto delante de sus ojos; y dieres oído a sus mandamientos y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador». (Éxodo 15:25-26)
La salud como derecho
El derecho a la vida conlleva implícito el deber de cuidarla y protegerla. Tristemente, este don de Dios se ha vulnerado demasiadas veces en la historia de la humanidad.
Fue tras finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando los representantes de las Naciones Unidas (ONU) firmaron la constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que entró en vigor el 7 de abril de 1948.[1]
Desde entonces, cada año se conmemora en la misma fecha el Día Mundial de la Salud, cuyo objetivo es «defender el derecho de todas las personas, en todas partes, a tener acceso a servicios de salud, educación e información de calidad, así como a agua potable, aire limpio, buena nutrición, vivienda de calidad, condiciones laborales y ambientales decentes, y a no sufrir discriminación».[2]
La salud, como derecho humano para todos, y no como privilegio de unos cuantos, es lo que expresa el lema del Día Mundial de la Salud 2024: «Mi salud, mi derecho».
Esta campaña de salud global[3], a la que también se suma el Departamento Adventista de Salud de la Conferencia General a nivel mundial -como anuncia en su último boletín oficial[4]– invita a informar, a tomar conciencia y a tomar decisiones, tanto a nivel individual como colectivo e institucional, sobre las siguientes ideas clave:[5], [6]
- El derecho a una atención segura y de calidad sin discriminación.
- El derecho a la privacidad y confidencialidad de la información de salud.
- El derecho a la información sobre el tratamiento y consentimiento informado.
- El derecho a la autonomía e integridad físicas.
- El derecho a tomar decisiones sobre la propia salud.
La salud como creencia
La Iglesia Adventista, a partir de los conocimientos revelados a Ellen G. White y la integración del mensaje de salud como parte del mensaje de los tres ángeles (Apocalipsis 14), adopta entre sus creencias fundamentales el cuidado y protección de la salud, entendiendo el cuerpo como templo del Espíritu Santo.[7]
Esa promesa que Dios ofreció al pueblo de Israel en tiempos del Éxodo, se materializa hoy mediante el frondoso árbol de los principios naturales de salud respaldados por la ciencia: la práctica adecuada del ejercicio, el descanso y la hidratación, la alimentación basada en alimentos de origen vegetal poco procesados, el contacto con la naturaleza, la luz solar y el aire puro, la abstención de sustancias o relaciones nocivas, la armonía mental y social, etc.
Aun siendo conscientes de como el mal envenena amargamente este mundo, los frutos de este saludable árbol de cuidados pueden aportar beneficio tanto en la prevención como en el restablecimiento de un estado de salud y bienestar, aun en medio de los desiertos por los que nos toca transitar.
Llamados a ser árboles
Adaptando la idea del profesor Hanz Gutiérrez sobre el Salmo 1, somos también llamados a ser árboles.[8]
Árboles plantados junto a corrientes de aguas, del Agua de Vida de nuestro Dios.
Árboles no tanto centrados en el movimiento sino en el crecimiento y servicio altruista.
Árboles que den fruto a tiempo, que no decaigan sus hojas y que compartan saludable prosperidad.
Árboles que llamen a la ley de Dios, a esos derechos y deberes que desde antiguo garantizan salud y bienestar, una ley de delicia.
Árboles que sirvan para desamargar las aguas no potables en su entorno, por la milagrosa gracia divina.
La confianza en un Dios que promete ser «Jehová tu sanador» nos proyecta hacia una tierra prometida, la Canaán celestial, donde este Israel espiritual que somos los hijos e hijas de Dios nos encontraremos frente al maravilloso gran Árbol de la Vida, trasplantado desde el Edén; y seremos reintegrados en el derecho a tomar su fruto y ser acogidos entre sus hojas que son «para la sanidad para las naciones». (CS 627.2, CS 630.1, CS 654.2, Apocalipsis 22:2).
Si en su origen etimológico, la palabra salud y salvación provienen del mismo término en latín ‘salus’, saludemos también este Día Mundial de la Salud, compartiendo la esperanza en el pronto «Día Universal de la Salvación».
Salud y bendiciones.
Autora: Dra. Sarai de la Fuente Gelabert, directora del Departamento de Salud de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
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Et felicito per utilitzar la metàfora de l’arbre del Salm 1, que va senyalar el Dr Hanz Gutierrez, i aplicar-la també a “l’arbre de la vida”, i la seva relació amb la salut.