«Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo… Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro… “¿Dónde lo pusisteis?” … Jesús lloró… “¡Lázaro, ven fuera!” Y el que había muerto salió…». Juan 11: 11, 17, 34-35, 43-44 (RVR1995)
«Los que llegan a ser nuevas personas en Cristo Jesús producen los frutos de su Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza”. (Gálatas 5: 22, 23). Los seguidores de Jesús ya no actúan como antes, sino que por la fe siguen las pisadas de Jesús, reflejan su carácter y se purifican a sí mismos como Él es puro». Ellen G. White en El Camino a Cristo
Algunos tips:
- Mira en torno suyo y sin poder contener su emoción, rompe a llorar… Llora por los que se angustian ante la incógnita de la muerte.”
- Ya ha intentado enseñarles que la muerte es un sueño, un paréntesis. Y que el tiempo entre nuestro sufrimiento y la vida nueva no es tiempo de soledad y vacío.
- Jesús sabe que en este trance tan doloroso, sobran los discursos y las grandes frases.
- La certeza del amanecer no le quita nada a la oscuridad de la noche.
- Jesús llora conmovido por el dolor, pero también por la esperanza y serenidad que no consigue transmitir. Llora porque, tanto los que se van como los que vamos quedando, no sabemos asumir plenamente la vida, incluida la muerte, a la luz de la eternidad. La tumba no es el final, sino la vida eterna.
- Estoy aquí con vosotros, como está Dios. Y donde está Dios está la vida.
- Jesús suspira, porque sabe que la piedra del sepulcro es más fácil de retirar que las piedras de nuestros prejuicios. Porque entiende que para Dios lo más difícil no es resucitar a Lázaro, sino convencer a los presentes de que la muerte no es el final.
- Hay un poder irresistible en la esperanza, en ese aferrarse a la fuerza invencible de la gracia divina, a su voluntad definitiva de darnos felicidad eterna. Aporta serenidad para superar nuestros pesares y sinsabores, e ilumina la vida y el futuro.
- “En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra. […] El que iba a morir pronto en la cruz, estaba allí con las llaves de la muerte, vencedor del sepulcro, y aseveraba su derecho y poder para dar vida eterna.” Ellen G. White, El Deseado de todas las gentes, p. 489.
- El maestro no solo promete vida futura, sino que revela la clave de la vida presente. Su gran milagro no es dar vida a un muerto, sino que le dejemos vivificar el sepulcro (a menudo blanqueado) de nuestra propia alma.
- Sí, el maestro también llora con y por nosotros. Pero como un rayo de sol se abre paso a través de la lluvia, tras el velo de sus lágrimas resplandece la luz de su sonrisa para decirnos, como a Marta y María, que en el peor drama de nuestra historia, la última palabra no la tiene la muerte, sino la vida.
Desafío personal:
- «El maestro no solo promete vida futura, sino que revela la clave en la vida presente. Su gran milagro no es dar vida a un muerto, sino que le dejemos vivificar el sepulcro (a menudo blanqueado) de nuestra propia alma. El gran milagro para nosotros es pasar de la declaración impersonal: “Yo sé que puedes devolver un día la vida a los muertos”, a la personal: “Yo sé que desde hoy puedes llenar de nueva vida mi sepulcro interior”». Dedica un rato a reflexionar sobre este párrafo a solas, en privado. Elige un lugar especial que sea un sitio de encuentro con Dios. Puede ser un rincón en tu casa o tu habitación, un banco en el parque o un lago junto a la montaña. Anota en una hoja o en tu móvil (en modo avión para evitar distracciones) la respuesta a las siguientes preguntas:
- ¿Qué áreas de tu vida necesitan ser resucitadas como Lázaro?
- ¿Qué cambios puedes incorporar en tu rutina para vivir más plenamente en Jesús (Juan 10: 10b)?
- Elabora un plan y ponlo en marcha en los próximos 21 días. Ponte una alarma o recordatorio en el móvil para que te avise dentro de 21 días. En 21 días, cuando suene tu alarma, repasa lo que anotaste y evalúa: ¿has cumplido con tu plan?
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