«Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4: 19).
Teníamos que cruzar un río cuando nos mudamos a Canadá. Llegamos a Lacombe, Alberta, con menos de cien dólares en efectivo, y eso era todo. Nuestro «río a cruzar» era la necesidad de encontrar una vivienda para alquilar de inmediato.
–¡Vamos a buscar una casa para alquilar! –le dije a mi esposa, después de unos días viviendo con unos amables amigos.
Abril me miró con grandes signos de interrogación en sus ojos.
–¿Qué tipo de casa estamos buscando? ¿En el rango de menos de cien dólares? –preguntó.
–Oremos para que Dios nos ayude a encontrar la casa que él quiere que tengamos, y confiemos en eso. Él proveerá los fondos para alquilarla.
Abril, Jessica y yo comenzamos a buscar un lugar para vivir. Sabíamos que faltaban solo unas pocas semanas para la primera nevada, así que encontrar vivienda estaba en la cima de nuestra lista de prioridades.
Encontrando una casa, sin tener el dinero
Finalmente, encontramos una casa linda y pequeña que fue del agrado de Abril. Estaba cerca de la escuela de Jessica, del almacén, el banco y la oficina de correos.
–Si hay mal tiempo, puedo llegar fácilmente al lugar que necesite, incluso si las carreteras están resbaladizas – dijo Abril.
El dueño nos informó el valor del alquiler mensual y nos dijo que necesitaba la misma cantidad en calidad de depósito de seguridad. ¡Quedamos atónitos! En comparación con la vivienda anterior, en la que habíamos pasado tanto tiempo, era un lugar mucho más pequeño, pero el precio era más alto de lo que estábamos acostumbrados a pagar. Oramos y Dios nos impresionó con que habíamos encontrado el lugar adecuado para vivir. Pero, ¿de dónde íbamos a conseguir tanto dinero? No teníamos ni idea. ¡Seguimos orando y Dios nos impresionó a dar un paso al frente en el proverbial «río Jordán» y cruzarlo!
Llamamos al dueño, que nos dijo:
–Si realmente desean alquilar, será mejor que lo hagan rápido.
–¡Excelente! –respondí–. Estaré allí mañana por la tarde, a las 7:00 p.m., para firmar los papeles.
–De acuerdo. Y trae el valor del alquiler y el depósito de seguridad – añadió el dueño amablemente.
–Sí, señor –respondí en voz baja.
Reclamando las promesas de Dios
Esa noche oramos y oramos. A la siguiente mañana, oramos y reclamamos las promesas de Dios de que se ocuparía de todas nuestras necesidades. Reclamamos Filipenses 4: 19:
«Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».
Temprano en la mañana, fui a predicar a unas reuniones de reavivamiento. Eran las 5:58 a.m. y estaba abriendo mi Biblia sobre un pequeño podio, mientras la gente se reunía para orar. Estaba preparándome para empezar la reunión cuando un hombre se acercó, me tomó por el cuello y me sacó al pasillo. Solo habíamos estado en Canadá unos pocos días. Mi mente se aceleró pensando en la posibilidad de haberle hecho algún mal a alguien como para causar que me sacaran públicamente del cuello, en una reunión de oración. Estaba completamente desconcertado. El hombre bajó la voz y dijo:
–Esta mañana estaba caminando por mi casa a oscuras para llegar a esta reunión de oración. Cuando pasé frente a la televisión, Dios me impresionó fuertemente para que me detuviera, extendiera la mano encima del televisor y tomara el dinero que tenía allí. En ese lugar guardo el dinero que gano de mis trabajos. Entonces, en la oscuridad, tomé todo el dinero que había y lo metí en este sobre. Dios me dijo que lo necesitabas.
Un sobre con dinero
Sacó un sobre de su bolsillo y lo metió en el bolsillo de mi chaqueta. Luego, me dio un empujón firme y dijo:
–Ahora, regresa allí y llámanos a un reavivamiento. ¡Lo necesitamos por aquí!
Llegué a casa y le entregué el sobre a Abril. Ella lo abrió y empezó a contar los billetes. Sus ojos se abrieron mucho.
–¡Guau! ¡Después de devolver el diezmo de esto a Dios, tenemos suficiente para pagar el depósito de seguridad!
–¡Impresionante! –respondí.
Mi querida y práctica esposa preguntó suavemente:
–¿Qué pasa con el resto de la suma que necesitamos en unas horas? Todavía falta el primer mes de alquiler.
–¡Lo sé! –respondí–. Demos gracias a Dios por darnos el depósito de seguridad. Pidámosle que nos proporcione el resto de lo que necesitamos.
Durante las siguientes horas, fuimos a la oficina de correos para ver si Dios nos había enviado algún dinero. Nada. Revisamos nuestros mensajes de correo de voz, de correo electrónico y de texto. No había nada.
–¿Qué vas a hacer? –preguntó Abril–. Es hora de que vayas, firmes los papeles y pagues el primer mes de alquiler.
–¡Voy a poner mis pies en el Jordán!
–respondí.
Solo tenemos la mitad
Mi corazón latía con fuerza cuando me detuve en la oficina de alquileres para conocer al propietario. Toqué el sobre, que contenía la mitad de lo que necesitábamos.
–Dios –me aventuré–. Puedes multiplicar este dinero como multiplicaste los cinco panes de cebada y los dos peces. Necesitamos tu ayuda.
Toqué el timbre. El dueño me recibió y preguntó abruptamente:
–¿Trajiste el dinero para pagar el alquiler y el depósito?
No podía mentir. Respondí:
–Aquí está el dinero que traje.
Nos sentamos en la mesa de la cocina, donde coloqué el sobre con el dinero en efectivo para el depósito de seguridad y, lentamente, lo empujé hacia el dueño. Observé ese sobre como un halcón. Yo sabía que Dios tenía el poder de duplicar mi dinero. «¡Esto sería todo un milagro!», me dije a mí mismo.
Los milagros de Dios no suelen ser son como pensamos
El dueño empezó a contar el dinero contenido en el sobre. Yo anhelaba ver cómo Dios iba a dividir las aguas para el cruce del río. Cuando el dueño hubo contado la cantidad de billetes de cien dólares que pagarían el valor del depósito de seguridad, se detuvo. Miró nuevamente el sobre, buscando el resto del dinero. No había nada más.
Me miró fijamente a los ojos, sin sonreír. Esperaba una explicación o una excusa por traer solo la mitad de lo requerido. No me moví ni dije nada.
–Bueno, ¿esto es todo lo que trajiste?
–¡Sí, señor! Es todo lo que traje – respondí.
–Mmm…
Se quedó mirando la solitaria e insuficiente pila de billetes de cien dólares.
–Te diré lo que haremos. Tomaré esto como depósito de seguridad y te daré el primer mes de alquiler gratis. Firmemos el contrato de alquiler.
¡No podría haber firmado más rápido! ¡Cruzamos nuestro río y Dios separó las aguas!
Camina a través de los obstáculos por fe en la autoridad de la Palabra de Dios.
Medita
«Si los siervos de Dios quieren caminar con Él por la fe, él impartirá poder al mensaje que den. Serán así capacitados para presentar su amor y el peligro de rechazar la gracia de Dios, para que los hombres sean constreñidos a aceptar el Evangelio. Cristo realizará maravillosos milagros si tan solo los hombres quisieren hacer la parte que Dios les ha encomendado» (Palabras de vida del gran Maestro, p. 187).
En la práctica
1. ¿Qué río necesitas cruzar en tu vida en este momento? ¿Qué se interpone en tu camino para hacer lo que Dios te está llamando a hacer? Cruza tu río.
2. ¿Necesitas un milagro de Dios? ¿Qué parte te toca hacer a ti?
Cada miércoles de estos 40 días, tendremos un encuentro por Zoom (6:30 AM).
Tema: Vive como Elías – 40 Días de Oración 2025
Cada semana, el miércoles.
Únete a la reunión de Zoom:
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