A nuestro alrededor hay personas quebrantadas de cuerpo y espíritu que necesitan la salvación que solo Cristo puede darles.
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Desde que nuestra hija tuvo la edad suficiente como para comprender la simple tarea de recoger los juguetes, la hemos animado a ordenar su habitación, o donde están los juguetes. La ayudamos, por supuesto, y a medida que ha crecido ha aprendido a hacer su cama y doblar su ropa.
De tanto en tanto, la hemos recompensado por ayudarnos con otras tareas de la casa, como por ejemplo lavar los platos u otras tareas. Cierto día se acercó, sonriendo con expectativa, y pidió una recompensa por haber recogido algunos de sus juguetes. Le explicamos que nos alegraba que lo hubiera hecho, pero que juntar los juguetes era su responsabilidad. Su recompensa era un trabajo bien hecho.
Cuando usted cumple con su trabajo, ¿espera una recompensa? Tal vez no, aunque es maravilloso recibir palabras de afirmación.
¿Y qué decir de cuando testifica a otros? ¿Espera una recompensa de parte de Dios? En 2 Reyes 5 encontramos la historia de dos tipos de testigos: los que cuentan a otros de Dios sin esperar una recompensa y los que creen que merecen algo por sus esfuerzos.
El testimonio de una niña
La narrativa comienza con el testimonio de una niña tomada por la fuerza de su hogar en Israel, para ser llevada a otro país y servir en el hogar de Naamán. No sabemos su nombre, pero sus palabras pusieron en acción una serie de eventos que resultaron en la conversión del comandante sirio.
Se nos dice que Naamán fue un gran líder militar en Siria. Dios lo había usado para dar la victoria a los sirios. Pero Naamán era leproso. En lugar de buscar venganza contra el comandante que la había capturado que había comandado la redada, que terminó con su libertad, la jovencita tuvo compasión del hombre enfermo. «La muchacha le dijo a su ama: “Ojalá el amo fuera a ver al profeta que hay en Samaria, porque él lo sanaría de su lepra”» (2 Rey. 5:3).[1]
Las naciones de Israel y Judá habían, en gran medida, fracasado en el propósito que Dios había procurado para los descendientes de Abraham: «Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra» (Gén. 12:3). En lugar de ser modelos de amor a Dios y al prójimo, habían adoptado las prácticas paganas de las naciones circundantes y oprimido y explotado a su propio pueblo. No obstante, estaban los que persistían en la fe. Continuaron siendo testigos a los demás israelitas y, al ser llevados al exilio, fueron una bendición en los hogares y en las cortes en las que les tocó servir.
Elena White escribió: «Mientras los padres de aquella niña hebrea le enseñaban acerca de Dios, no sabían cuál sería su destino. Pero fueron fieles a su cometido; y en la casa del capitán del ejército sirio, su hija testificó por el Dios a quien había aprendido a honrar». [2]
Un falso testigo
Naamán tomó en serio las palabras de la niña y viajó a Samaria en busca de sanación. Llegó a casa de Eliseo, esperando una demostración maravillosa por parte del profeta. Por el contrario, fue enviado a zambullirse en el río Jordán. A pesar de su enfado inicial ante la orden de Eliseo, obedeció y fue sanado.
Regresó a casa de Elías, ya curado y, en gratitud, le ofreció presentes. El profeta se negó a tomarlos y lo despidió.
Giezi, el siervo de Elías, quedó indignado porque el profeta no había aceptado los presentes del comandante sirio. Se dijo: «Mi amo ha sido demasiado bondadoso con este sirio Naamán, pues no le aceptó nada de lo que había traído. Pero yo voy a correr tras él, a ver si me da algo» (2 Rey. 5:20). Lleno de codicia, Giezi razonó que, si Eliseo no tomaba lo que le correspondía, al menos él se llevaría parte de la recompensa.
Naamán había recibido el testimonio de una joven israelita, un testimonio verdadero basado en la fe en Dios y la empatía por el enfermo. Ahora recibió un segundo testimonio, esta vez falso, de parte de Giezi, quien mintió para enriquecerse al decir que había
sido enviado por Eliseo para buscar presentes –un talento de oro y dos mudas de vestidos– para dos hijos de los profetas que estaban de visita. Naamán se mostró bien dispuesto a demostrar su gratitud, e instó a Giezi a que llevara el doble de la plata que había solicitado.
Giezi mintió
Cuando el siervo regresó, Eliseo lo cuestionó y, una vez más, Giezi mintió. Pero Eliseo sabía lo que había sucedido. Le dijo: «¿No estaba yo presente en espíritu (en oración) cuando aquel hombre se bajó de su carro para recibirte? ¿Acaso es este el momento de recibir dinero y ropa, huertos y viñedos, ovejas y bueyes, criados y criadas?» (vers. 26). Ante el milagro obrado por Dios, no era momento de aceptar presentes. Eliseo no era responsable del milagro: ¡Era obra de Dios! Recibir presentes daba un mensaje equivocado sobre Dios, que había sanado a Naamán por su misericordia. Como resultado de su pecado, Giezi quedó leproso.
No sabemos qué sucedió con la jovencita israelita, pero sus palabras de simpatía y verdad brindaron sanación y fe a la casa de Naamán. Por el contrario, Giezi anheló bienes materiales, como si hubiese sido de alguna manera responsable por el milagro que Dios había obrado. Su falso testimonio trajo sobre sí la misma enfermedad de la que había sido curado Naamán.
Testifiquemos de Jesús
Resulta legítimo y necesario que los ministros y todos los empleados por la iglesia reciban el pago de sus esfuerzos. Pero no deberíamos testificar sobre Jesús, quien pagó el precio último, con la expectativa de ganancias materiales. A nuestro alrededor hay personas quebrantadas de cuerpo y espíritu, que necesitan la sanación que solo Cristo puede darles. Nuestro testimonio puede llevar a que alguien elija seguir a Cristo.
Acaso nuestras oraciones sean respondidas con milagros, pero deberíamos recordar siempre que nuestra recompensa por dar testimonio de la misericordia y el amor de Dios está en los cielos. Solo de Dios son toda la gloria y la honra. 🖋
Autora: Sarah Gane Burton, investigadora y escritora adventista. Estudia Religión, Enfoques Literarios de los Estudios Bíblicos y Literatura Bíblica y Hermenéutica (especialmente el Antiguo Testamento).
Imagen: Shutterstock
II Semana de Oración Integrada 2023 de la UAE. Artículos extraídos de la Revista ADVENTIST WORDL – septiembre 2023. Este número es una revista que edita la Unión Adventista Española.