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«Tras el terremoto hubo un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego se escuchó un susurro apacible y delicado» (1ª de Reyes 19: 12).

Elías se enfrentó a un rey enojado sin miedo. Se levantó contra la multitud y desafió, sin temor, a sus compatriotas a elegir a quién adorarían. Hasta donde él sabía, estaba solo cuando clamó por fuego del cielo. Hasta donde podía ver, solo él había clamado a Dios por la lluvia.

Pero ahora, incluso después de ver la poderosa mano de Dios, Elías corrió. Cruzó a trote la ciudad, hacia los pueblos y pequeñas aldeas. Corrió hacia el desierto. Completamente desesperado, exclamó: «Basta ya, Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres» (1ª de Reyes 19: 4). Dios envió un ángel dos veces para alimentar al desanimado, suicida profeta. «Se levantó, pues, comió y bebió. Fortalecido con aquella comida, anduvo cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios» (versículo 8).

Elías subió la alta montaña. El Monte Carmelo estaba muy lejos, tanto en términos de distancia como de pensamientos. Quizás le parecía que Dios también estaba muy, muy lejos. «Allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Llegó a él Palabra de Jehová, el cual le dijo: “¿Qué haces aquí, Elías?”» (versículo 9).

Esa era la última pregunta que el profeta fugitivo quería oír. Elías respondió defendiéndose ante Dios. Defendió su celo y enumeró los pecados de sus compatriotas. Penosamente, concluyó gimiendo: «Solo yo he quedado y me buscan para quitarme la vida» (versículo 10).

Dios no discutió con su desanimado seguidor, sino que lo llamó: «Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová» (versículo 11). Elías, cansado, obedeció. «En ese momento pasaba Jehová, y un viento grande y poderoso rompía los montes y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Tras el viento hubo un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto» (versículo 11-12).

Dios estaba en el susurro

Elías conocía la voz apacible y delicada de Dios. Él sabía que el Señor Dios lo estaba llamando con un suave susurro. «Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto, salió y se puso a la puerta de la cueva. Entonces le llegó una voz que le decía: “¿Qué haces aquí, Elías?”» (versículo 13).

Dios sabía que Elías todavía no había respondido a una pregunta profunda. ¿Por qué estaba donde estaba, tan lejos del último lugar donde Dios lo había llamado? Le había dado a Dios excusas, pero no una respuesta verdadera.

Hasta este punto, Elías sólo se había movido cuando Dios le había ordenado que se moviera. Su forma de vida diaria era aprovechar el momento. Dios le dijo que se detuviera dondequiera que Dios le indicara. Su vida había sido un continuo testimonio de la fidelidad y el poder de Dios para que su pueblo viva fielmente.

Elías ofreció la misma pobre lista de excusas. Dios escuchó pacientemente, sin interrumpirlo ni exasperarse. Dios escuchó al hombre que consideraba como a un hijo muy amado. Entonces, Dios reveló su gracia al descarriado Elías. Él podría haberle dicho al seguidor cansado que había fracasado o que era mejor que se retirara del ministerio. Pero Dios tiene lugar en su reino para los seguidores que corren por el camino equivocado, se rinden y se sientan cuando deberían mantenerse de pie.

¡Dios le susurró a Elías que tenía mucho más para hacer! Así que, envió a Elías a discipular y guiar a un hombre joven. Y, antes de que Elías dejara la montaña, Dios susurró una vez más: «Pero haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal y cuyas bocas no lo besaron» (versículo 18).

Medita

«Miles tienen falsos conceptos de Dios y sus atributos… Dios es un Dios de verdad. Justicia y misericordia son los atributos de su trono. Es un Dios de amor, de piedad y tierna compasión. Así está representado en su Hijo, nuestro Salvador. Es un Dios de paciencia y longanimidad. Si el Ser a quien adoramos y cuyo carácter tratamos de asimilar tiene estas características, estamos adorando al verdadero Dios» (Elena de White, Dios nos cuida, página 229).

En la práctica

1. Alaba hoy a Dios por tenerte paciencia e insistir en tu corazón.
2. Dios quiere que imitemos su ejemplo. ¿Con quién necesitas ser más paciente hoy?

Participa en las reuniones por Zoom

Cada miércoles de estos 40 días, tendremos un encuentro por Zoom (6:30 AM).

Tema: Vive como Elías – 40 Días de Oración 2025
Cada semana, el miércoles.
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https://us02web.zoom.us/j/87603273658?pwd=WqRTlihGm778cuKW8GbCvOqGVYzk5J.1

ID de reunión: 876 0327 3658
Código de acceso: 223988

 

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