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Hace poco leí en Twitter que un estadio de fútbol es un lugar donde un ciudadano de 50 años de clase obrera se puede permitir el lujo de criticar (o incluso insultar) a un millonario de 25 años. Está claro que el millonario lo es porque miles de personas pagan sus entradas y cuotas de socio, pero mi idea es otra, las cosas desde la grada se ven de otra manera. Como corresponsal que no estuvo físicamente en la 60 Asamblea Mundial de la Asociación General en San Antonio, vi “el partido desde las gradas”, lo que permite tener una panorámica difícil de obtener desde el campo de juego, pero deseando ser comprensivo.

Es fácil gritar desde el público cómo tienen que hacerse las cosas en la cancha, enfadarse, criticar, pero también soy consciente que el partido se ve muy diferente desde el césped o el parqué. La organización del evento a nivel de comunicaciones ha sido realmente extraordinaria. Ha habido múltiples fuentes de información, desde Adventist Review, pasando por Adventist News Network, y la propia Asociación General, además de los departamentos de las diferentes divisiones. Es difícil estar en misa y repicando. Gracias a que estuve fuera del estadio, pude beneficiarme y beneficiar a la Unión Adventista Española (UAE) de un gran flujo informativo a través de ANN-España. De haber estado físicamente involucrado “en el partido”, no habría podido traducir las 130 noticias que se publicaron en la web de la UAE durante los días de la Asamblea Mundial. Desde aquí, deseo agradecer a nuestros delegados por su trabajo, así como a Andrew McChesney, editor de la Adventist Review  (@ARMcChesney), mi enlace principal en los comentarios “en vivo”, por su incansable labor durante esos inagotables días.

Desde el graderío, pero sin palomitas de maíz y con un teclado y pantalla pegados 16 horas al día, he observado momentos de todo tipo, unos mejores, otros peores, más tensos, más relajados, pero en todo momento he observado un desarrollo coordinado y bastante suave de eventos. No es fácil coordinar más de 60.000 personas y aún así, no tener ningún exabrupto que señalar. Dios sigue en el control de su Iglesia, incluso en momentos como este.

Sin duda que el evento “estrella” fue el debate sobre la ordenación de la mujer al ministerio pastoral, con muchos sentimientos encontrados pero a la vez, demostrando la madurez espiritual de una iglesia capaz de aceptar los resultados independientemente de la opinión personal de cada cual. Ahí es donde vi el éxito y la dirección divina, me refiero a cómo continuó la Asamblea Mundial en calma indistintamente del resultado. Es el Espíritu quien dirige esas reacciones o acciones tras la votación. Confío en que, a pesar de los desacuerdos a otros niveles administrativos, nosotros tengamos la misma madurez para continuar trabajando juntos en pro del objetivo común y más importante, predicar el evangelio.

Pensando en ello, y en la resaca post-congreso, me quedo con lo positivo que ha habido, y mucho. Lejos de señalar públicamente un fallo o carencia, que estará bien hablarlo en su momento con quien corresponda, lo que procede es darnos cuenta que, en el momento que pensamos que “yo puedo hacer eso mejor”, nos estamos considerando más fuertes que el que está haciendo el trabajo en ese momento. Lo que más “apetece” en ese momento es hacernos sabios en nuestra propia opinión y agradarnos a nosotros mismos demostrando ante los demás cómo se deben hacer las cosas. Aquí es donde Pablo nos aconseja en Romanos 15:1 “Así que, los que somos más fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos”.

Me encanta la ironía de Pablo, identificándose con los “fuertes” por respeto, y aprovechando para decir, “bueno, ya que eres más fuerte que ese al que criticas, pues te toca a ti soportarlo y no al revés”. En un giro magistral Pablo demuestra que el verdadero débil es el que está en la grada criticando al jugador de la cancha, pero lo dice de una manera que descubre nuestra propia debilidad: “no agradarnos a nosotros mismos”.

Por poner un vago ejemplo, nosotros no habríamos actuado como el antiguo Israel, ¡mira que tener que peregrinar 40 años en el desierto por su tozudez! Nótese la ironía, quizá nos toque vagar 5 años más en el “desierto” después de San Antonio, o no, pero en cualquier caso, el Señor es el que está por encima de las personas, votos, circunstancias e incluso del tiempo, no nos olvidemos de ello. Doy gracias a Dios por nuestros fallos y nuestras victorias en estas Asambleas Mundiales de la Asociación General.

Revista Adventista de España