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Fotos: (cc) Wikimedia/www.defense.gov

La problemática del servicio militar surgió en los mismos comienzos de la Iglesia Adventista. La nueva denominación, que fue organizada en Estados Unidos en 1863 en tiempos de la Guerra Civil, tuvo que enfrentar casi inmediatamente el problema de cómo responderían sus miembros al llamado a las armas.

Al igual que con otras preguntas difíciles, los pioneros estudiaron el tema usando la Biblia como guía, y concluyeron que la postura más consecuente con los principios bíblicos era adoptar el papel de no combatientes (la objeción de conciencia a la portación de armas). La razón primordial fue que al obedecer las órdenes de sus oficiales, los adventistas que sirvieran en las fuerzas armadas de Estados Unidos se verían forzados a comprometer su lealtad a Dios. Los dos mandamientos bíblicos más directamente relacionados eran el cuarto (santificar el día sábado) y el sexto (no matar).

Oposición a puestos de combate

Durante cierto tiempo, las congregaciones adventistas ayudaron a que sus jóvenes evitaran la conscripción, al pagar un arancel de conmutación de trescientos dólares. No obstante, para 1864, la joven iglesia había apelado con éxito al gobierno de los Estados Unidos para que la designaran oficialmente como no combatiente. Esa postura, que fue actualizada a lo largo de los años, especifica que el «servicio como no combatiente» implica «(a) el servicio en cualquier unidad de las fuerzas armadas que en ninguna ocasión porte armas; (b) el servicio en el departamento médico de cualquiera de las fuerzas armadas […]; o (c) cualquier otra tarea cuya función primordial no requiera el uso de armas en combate; siempre y cuando esa otra tarea sea aceptable para el individuo involucrado y no requiera que use armas o sea entrenado para ello».1

Al adoptar la postura oficial de no combatientes, la iglesia abrió el camino para que los miembros que fueran reclutados por las fuerzas armadas sirvieran en puestos en los que pudieran brindar sanidad y restauración. Desde entonces, miles de hombres y mujeres adventistas han servido como médicos, enfermeras y otros profesionales médicos en las fuerzas armadas de sus respectivos países. Muchos otros han aceptado puestos en el servicio civil, en lugar de cumplir con el servicio militar obligatorio.

El servicio militar

En algunos países, sin embargo, estas opciones no están disponibles, y se requiere que los adventistas cumplan un servicio militar obligatorio. Aun en ese caso, los jóvenes creyentes han buscado maneras de ser fieles a Dios mientras sirven a su país.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Franz Hasel, un fiel adventista de Alemania, fue reclutado por el ejército de ese país. Después de sufrir todo tipo de burlas y abuso por parte de otros soldados y oficiales por causa de su fidelidad a Dios, Franz se ganó el respeto de ellos gracias a su excelente puntería durante los entrenamientos. No obstante, cuando fue enviado a las líneas de vanguardia en Rusia, Franz arrojó furtivamente a un lago el arma que le había dado el ejército, remplazándola en su pistolera con una imitación de madera. De los 1200 soldados de su unidad solo siete sobrevivieron al frente ruso. Franz fue uno de ellos.2

En el Pacífico, Sigerahu Suzuki, con apenas dieciséis años, fue reclutado por la armada japonesa, y asignado a la infame unidad de kamikazes. Cada noche, mientras los otros pilotos salían a beber alcohol, Sigerahu se quedaba a lustrar las botas de sus compañeros. ¿La razón? Su abuela adventista le había enseñado a hacer el bien toda vez que tuviera la oportunidad.

Veinte años después de la guerra, durante un encuentro de los sobrevivientes de la unidad de kamikazes, Sigerahu se enteró de que lustrar las botas le había salvado la vida.

«Cada noche te veía lustrar las botas de tus compañeros –le dijo el comandante retirado de su compañía–, y cuando aparecía tu nombre en el registro de vuelo, siempre te ponía al fin de la lista».

El servicio militar voluntario

En épocas más recientes, en muchos países apareció la opción del servicio militar voluntario. A manera de incentivo, los gobiernos ofrecen numerosos beneficios, lo que incluye becas, capacitación laboral y bonificaciones financieras. Pero aparte de eso, algunos tienen deseo de servir a su país como expresión de patriotismo o de sus valores políticos.

La pregunta es: ¿Cómo deberíamos nosotros, como adventistas y también como iglesia mundial, ver el servicio militar voluntario?

Gary Councell, director de Ministerios Adventistas de Capellanía, se ocupa de esta pregunta en su libro Seventh-day Adventists in Military Service [Los adventistas y el servicio militar]: «Aunque la Iglesia Adventista del Séptimo Día propugna una postura no combatiente, el pacifismo, el servicio militar o el estado no combatiente no son pruebas excluyentes para ser miembro. La denominación no actúa como conciencia de ningún miembro o comandante militar, pero sí busca brindar información que contribuya con la conciencia y la conducta de ambos, de manera que puedan tomar decisiones con la mayor comprensión y conocimiento».3

Por ello, aunque la postura oficial de la iglesia es la de “no combatiente” (es decir, la objeción de conciencia respecto de portar armas), la decisión de servir o no en las fuerzas armadas y portar armas, es dejada a la conciencia del individuo. Más allá de la decisión que este tome, la iglesia está comprometida para ministrar y brindar atención pastoral a todos sus miembros, incluidos los que sirven en las fuerzas armadas, y sus familias.

Se reafirma la postura oficial

La postura oficial de la iglesia fue reafirmada en la década de 1950, y una vez más según voto tomado en el Concilio Anual de la Asociación General en 1972. En parte, ese voto expresa:

«El cristianismo auténtico se manifiesta en una buena ciudadanía y en lealtad al gobierno civil. El estallido de la guerra entre los seres humanos de ninguna manera altera la lealtad y responsabilidad cristianas supremas hacia Dios, ni modifica la obligación de practicar sus creencias y poner a Dios en primer lugar. Esta sociedad con Dios por medio de Jesucristo, quien vino a este mundo no a destruir las vidas de los hombres sino para salvarlos, lleva a los adventistas a defender la postura de no combatientes».4

Heroico objetor de conciencia

Acaso el soldado adventista no combatiente más conocido fue Desmond Doss, quien sirvió en el cuerpo médico en el Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. El cabo Doss, cuya heroica historia fue relatada en la película titulada El objetor de conciencia (2004), se hizo conocido por salvar a setenta y cinco de sus compañeros soldados durante una feroz batalla en la isla de Okinawa. Bajo constante fuego enemigo, Doss se rehusó a ponerse a cubierto; en su lugar, trasladó a los heridos uno a uno, bajándolos en una camilla que él había armado, sostenida por una soga. Cada soldado fue puesto a resguardo, doce metros por debajo de la cresta del cerro donde arreciaba la batalla.

Este acto de valor le ganó el más elevado honor que su país podía otorgarle: la Medalla de Honor del Congreso de los Estados Unidos. Fue el primero de solo tres objetores de conciencia que recibieron ese honor.

El testimonio de la paz

A lo largo de la historia de la iglesia, los adventistas han conservado su testimonio a favor de la paz y en contra del combate. No ha sido una postura secreta. De la manera más pública posible, los líderes de la iglesia han hecho llamados a los líderes del mundo para que eviten los conflictos y busquen al Príncipe de Paz. La carta abierta publicada tres años después de la finalización de la Primera Guerra Mundial en la tapa interna de la Advent Review and Sabbath Herald –la publicación oficial de la Iglesia Adventista– fue firmada por el presidente, secretario y tesorero de la Asociación General: «Como adventistas del séptimo día, y en armonía con otras organizaciones religiosas, estamos fuertemente a favor de la limitación de armamentos y, de ser posible en el presente estado de la sociedad, apoyamos la abolición de todo conflicto bélico entre las naciones. Nos fuerza a adoptar esta postura la lógica misma de nuestra creencia en aquel que es el Príncipe de Paz, y nuestra experiencia como sujetos de su reino”.5

Un pueblo de oración

Los adventistas necesitamos ser un pueblo de oración. Aunque el mundo está involucrado en batallas visibles, muchas batallas invisibles –relacionadas al gran conflicto– se suceden todos los días. Satanás y sus ángeles están luchando contra cada uno de nosotros, para reclamar este mundo como suyo.

Tenemos que orar por nuestros países y sus líderes, no importa dónde vivamos. Tenemos que orar unos por otros, y por los miembros que están en las fuerzas armadas, ya sea que fueron reclutados o que sirven voluntariamente a su país. Por sobre todo, tenemos que orar por la paz, la paz que solo Cristo puede dar, y para que venga su reino, en el que no habrá más guerras.

«Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron» (Apoc. 21:4).


1 Extraído de la postura oficial de no combatiente, www-adventistchaplains-org.gcnetadventist.org/noncombatancy.
2 Véase Susi Hasel Mundy, con Maylan Schurch, A Thousand Shall Fall (Hagerstown, Md.: Review and Herald Pub. Assn., 2001).
3 Gary R. Councell, Seventh-day Adventists and Military Service (Adventist Chaplaincy Ministries, 2011), pp. 30, 31.
4 Posición oficial de no combatiente, www-adventistchaplainsorg.gcnetadventist.org/noncombatancy.
5 «Address to President Harding», Advent Review and Sabbath Herald, 8 de diciembre de 1921.

One Comment

  • lugonso dice:

    “La decisión de servir o no en las fuerzas armadas y portar armas, es dejada a la conciencia del individuo”. Aplaudo este signo de comprensión y libertad ante un tema muy conflictivo puesto que no debemos olvidar que detrás del servicio en las fuerzas armadas están comprometidos los mandamientos de “no matarás” y, muy a menudo, “guardar el sábado”. La declaración va más lejos al indicar el presidente T. Wilson: “La iglesia está comprometida para ministrar y brindar atención pastoral a todos sus miembros, incluidos a los que sirven en las fuerzas armadas, y sus familias”. Esto, además de comprensión, implica apoyo espiritual y ánimo.

    Para quienes ya peinamos canas e incluso tuvimos nuestros problemas con el servicio militar, nos parece un giro muy importante y, francamente, no me gustaría que respondiera a la situación interna en EE.UU. con ocasión de los conflictos internacionales, como la guerra de Irak, en los que se implicaron muchos adventistas sirviendo con armas…

    Por lo demás me gustaría que ese espíritu de tolerancia personal, que no con los principios pues seguimos defendiendo el concepto de “no combatientes”, se extendiese a otras esferas y principios por los que se es capaz de borrar de la iglesia a personas que quieren seguir siendo adventistas pero han tenido algún conflicto con algún otro mandamiento o normas como guardar el sábado en situación de crisis, segundos casamientos sin mediar adulterio, etc. La iglesia hace bien en mantener sus principios en alto pero respetando las conciencias individuales. No hay necesidad de marcar con el dedo a nadie sino todo lo contrario: amar al que yerra es un principio evangélico. Y buscar la perfección de los miembros de iglesia sólo consigue que todos fuésemos tuertos.

Revista Adventista de España