«En roca, construirás; sólida base allí tendrás…» cantan los niños aludiendo a Mateo 7:24-27. Un canto que nos recuerda que Cristo es la única roca sobre la cual debemos edificar nuestra vida. Pero también es la única en la que está edificada la iglesia, porque Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres. Estas verdades están sustentadas en las Escrituras, proporcionando una comprensión profunda de la centralidad de Cristo en la fe y en la salvación.
La roca, el único fundamento sólido
La metáfora de Dios/Cristo como la roca es recurrente en la Biblia, simbolizando estabilidad, seguridad y fundamento sólido sobre el que edificar. Si edificamos en la roca, estamos seguros; si lo hacemos en la arena, nuestra vida se desmoronará. De modo que es básico dejar muy claro que la roca es el Eterno. En el Antiguo Testamento, la roca es Dios; en el Nuevo Testamento, la roca es Cristo. Es lo mismo. Pero Dios, y solamente Él, sea en una persona u otra, es la única roca. Ningún ser humano puede ser cimiento ni roca, porque absolutamente todos somos pecadores.
Antiguo Testamento: La roca es Dios
- Deuteronomio 32:4 – «Él es la roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto».
- Salmos 18:2 – «Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; mi Dios, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio».
- Salmos 18:31 – «Porque ¿quién es Dios sino solo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?»
- Salmos 62:6-7 – «Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio».
- Isaías 28:16 – «Por tanto, el Señor Jehová dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure».
Nuevo Testamento: La roca es Cristo
- Mateo 7:24-25 – «Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca».
- 1ª de Corintios 3:11 – «Porque nadie puede poner otro fundamento (piedra angular) que el que está puesto, el cual es Jesucristo».
- 1ª de Corintios 10:4 – «Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo».
- Efesios 2:20 – «Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo».
- 1ª de Pedro 2:4-8 – «Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen. La piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; y piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la Palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados».
El malentendido en Mateo 16:18
Hay un texto que ha sido mal entendido y mal utilizado: Mateo 16:18. En este texto Jesús declara: «Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella». Aunque algunos han interpretado que la «roca» se refiere a Pedro, un análisis más profundo indica que Jesús se refería a sí mismo y a la confesión de fe en Él como el Hijo de Dios. El propio Pedro reconoció a Cristo como la «piedra viva» y «piedra angular» en 1ª de Pedro 2:4-8.
La iglesia católica romana ha interpretado la «roca» de Mateo 16:18 como referencia a Pedro, creando así la base fundamental para la doctrina de sucesión papal. Argumenta que si Pedro es la roca sobre la cual se construyó la iglesia, y si los obispos de Roma son los sucesores de Pedro, entonces el papado continua siendo el fundamento de la iglesia. Pero esto no es lo que enseña Mateo 16:18. No hay ninguna base bíblica para esa doctrina.
Petros significa ‘piedrecita’, no ‘roca’
«Pedro» fue un apodo que Jesús le dio a Simón cuando se conocieron (Juan 1:42). Proviene de la palabra griega: petros (o la palabra aramea Cefas), el nombre de Pedro significa ‘piedra’, pero no cualquier piedra, sino una piedra pequeña o ‘piedrecita’.
Cuando Jesús dijo: «Yo digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia», utilizó dos palabras griegas diferentes para diferenciar entre Pedro y la roca. El nombre de Pedro es petros, mientras que el nombre de la roca es petra. Pueden sonar similares, pero según la literatura griega antigua son dos cosas distintas. Petros se utilizaba para referirse a una pequeña piedra, mientras que petra se refería a una base de piedra o a una gran roca utilizada como fundamento (Mateo 7:24-25).
De modo que lo que Jesús le dijo a Pedro fue: «Y yo también te digo, que tú eres una pequeña piedrecita, pero sobre esta «roca de base» edificaré mi iglesia». Y ahí Jesús está hablando de sí mismo. Podemos entenderlo mejor si seguimos leyendo, porque en Mateo 16:13-17 dice: «Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos».
No hay ningún texto en la Biblia en el que ser humano alguno sea puesto como cimiento o piedra angular de la fe, o cabeza de la iglesia. Solo Dios, solo Cristo. Las verdades bíblicas no aparecen una única vez, se repiten y se explican en toda la Biblia. Es lo que llamamos ‘concordancia’ bíblica.
Jesús es el único fundamento y la piedra angular de la iglesia
En 1ª de Corintios 3:11, Pablo escribió que nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo, y en Efesios 2:20, Pablo explica que Jesucristo es la piedra angular sobre la cual la iglesia está basada.
Incluso Pedro, en 1 Pedro 2:1-10, comparó a todos los creyentes con pequeñas piedras que forman parte de la estructura de la iglesia. Él habla de Jesús (en los versículos 6-7) como la piedra angular sobre la que se edifica la iglesia. Pedro dijo lo mismo a los líderes religiosos judíos en Hechos 4:11. Hablando de Jesús, Pedro proclamó: «Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser la piedra angular». Esa piedra angular, en las construcciones antiguas era la piedra que soportaba el peso de dos paredes principales. Pero, sobre todo, la piedra angular era la piedra principal, normalmente colocada en la esquina de la edificación, para guiar a los obreros durante su trabajo.
La piedra angular era normalmente una de las piedras más grandes, más sólidas y mejor elaboradas de todas las que había en la edificación. Una vez que se colocaba la piedra angular, se convertía en la base para determinar cada medida en el resto de la construcción; todo se alineaba con ella. Como la piedra angular de la edificación de la iglesia, Jesús es nuestro estándar de medida y alineamiento. Ningún ser humano es lo suficientemente digno como para que sea nuestro ejemplo o nuestro guía, solamente Cristo.
Los «padres de la iglesia» entendían que la roca era Cristo
Si tuviéramos que ir más allá de la vida de Pedro, y considerar los escritos de autores como Orígenes, Crisóstomo o Agustín, veríamos cómo la mayoría de ellos no consideraban que la roca de Mateo 16:18 fuese una referencia a Pedro. Por lo general, los «padres de la iglesia» interpretaban la roca como una referencia a los apóstoles colectivamente o bien al contenido específico de la confesión de Pedro (en el capítulo 16). Cualquiera que fuese el caso, ellos entendieron que Mateo 16:18 estaba centrado completamente en Aquel de quien los apóstoles testificaron y a quien la confesión de Pedro señalaba: Cristo.
El Nuevo Testamento deja perfectamente claro que Cristo es el único fundamento de la iglesia (Hechos 4:11, 12; 1 Corintios 3:11). Es un error pensar que Jesús le dio este privilegio a Pedro. Ningún ser humano puede mediar entre Dios y los hombres siendo él mismo un mortal pecador. Simplemente no puede cumplir esa función. En un sentido, todos los apóstoles jugaron un papel fundamental en la edificación de la iglesia (Efesios 2:20), pero la posición de primacía está reservada sólo para Cristo. Cristo es llamado «la principal piedra angular» (1ª de Pedro 2:6, 7; Efesios 2:20; Lucas 20:17; Hechos 4:11). Si Cristo es la piedra angular, ¿cómo podría ser Pedro la piedra sobre la que se edificara la iglesia? ¿Qué sentido tendría que un ser humano pecador fuera la base?
Pedro no es la roca por cuatro razones
En conclusión, podemos observar que la interpretación de Pedro como roca en Mateo 16:18 está equivocada por lo menos por cuatro razones:
- Gramaticalmente, no es posible por la distinción léxica entre petros (Pedro, ‘piedrecita’) y petra (‘roca’).
- Contextualmente, no podemos poner a Pedro como el enfoque de Mateo 16, cuando el texto claramente busca resaltar la verdad acerca de Jesús.
- Teológicamente, el Nuevo Testamento presenta a Cristo como roca, y no a Pedro. Además, ningún ser humano puede salvar a otro, solo Cristo. Todos somos pecadores. Solo Cristo puede salvarnos.
- Históricamente, esta doctrina católica romana no es vista en los padres de los primeros siglos.
Aunque el apodo de Simón fue Pedro, él mismo entendió que la roca era Cristo. La roca sobre la que se construyó la vida de Pedro era la Roca de la Salvación, la Roca de Liberación, la Piedra Angular Principal y de la Roca de la Eternidad. Pedro dio testimonio de esta verdad en Mateo 16:16, el resto de los apóstoles dio testimonio de ella a través de sus ministerios y fue esta verdad que formó el fundamento de la iglesia.
Elena G. White enfatiza esta verdad al afirmar: «La iglesia está edificada sobre Cristo como su fundamento; debe obedecer a Cristo como su cabeza. No debe depender de hombre alguno, ni ser controlada por hombre alguno. Muchos afirman que una posición de confianza en la iglesia les da autoridad para dictar lo que otros deben creer y hacer. Esta pretensión ha sido y es una maldición para la iglesia. Esta es la manera en que se ha introducido una confianza en el brazo humano en lugar de confiar en Dios. Así se ha desviado la obra de Dios de su propósito y se ha debilitado y desfigurado la fe de los hombres»[1].
Cristo, el único mediador
Cristo es la única roca sobre la que está edificada la iglesia, porque es el único mediador entre Dios y la humanidad. Ambas funciones son inseparables. Basamos nuestra vida en Él porque es nuestro salvador. El único que puede reconciliarnos con Dios. Nuestra esperanza está puesta en Él.
La Biblia es clara al presentar a Cristo como el único mediador entre Dios y la humanidad. En 1ª de Timoteo 2:5-6 declara: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos». Y en Hebreos 7:25 dice: «Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos».
Esta mediación solamente la podía hacer Cristo a través de su sacrificio. Solamente él, siendo sin pecado, tomó sobre sí la culpa de la humanidad, reconciliándonos con Dios. Y solamente él continúa en el Santuario Celestial del que habla el libro de Hebreos, cumpliendo su obra mediadora como Sumo Sacerdote.
Cristo es el único que puede ser mediador entre Dios y los hombres porque es el único que es cien por cien hombre y cien por cien Dios, como afirma René Dupertuis en su libro El carpintero divino. Cristo, siendo Dios, se encarnó para mostrarnos como podemos vivir de la mano de Dios y pagar Él el precio de nuestra transgresión. Su vida a cambio de la nuestra. Solo él es uno con Dios en propósito, poder, naturaleza y planes, a la par que solamente él se hizo uno con el hombre, viniendo a este mundo, siendo tentado en todo aunque sin pecar, y por lo cual puede ser un comprensivo y fiel representante nuestro.
«Jesucristo es el único que es capaz de cumplir este papel singular: como Dios, puede representar correctamente a la deidad; como hombre, puede ministrar con simpatía en su favor». [1]
Jesús, el único camino
Como hombre y Dios, Jesús es el único capacitado para representar a ambas partes. Solo Él puede reconciliar a Dios y al hombre. Únicamente Él cumple los requisitos justos de la ley, abriendo el camino a la presencia de Dios de una vez por todas mediante Su muerte en la cruz y Su resurrección a la vida (Juan 1:17; Hebreos 3:1-6; 9:15, 22; 10:10; 12:24).
Solo el sacrificio del Cordero de Dios sin pecado ni mancha podía pagar totalmente el rescate necesario para liberar a las personas del pecado y de la muerte eterna.
Sin la mediación de Cristo estaríamos separados para siempre de Dios por un abismo insalvable.
Hay un solo mediador entre Dios y los hombres, y ese Cristo porque es el único camino hacia Dios Padre, tal como Jesús dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por medio de mí» (Juan 14:6).
Jesucristo es el único mediador, el único Salvador del mundo (Juan 1:29; 1 Timoteo 1:15). No hay otro intermediario. No es posible. Su naturaleza es única, su ministerio también.
Elena G. White refuerza esta enseñanza al señalar: «Cristo es el vínculo de unión entre Dios y el hombre. Colocó su mano sobre el hombre y su mano sobre el trono del Infinito, y unió al hombre con Dios, y a la tierra con el cielo». [2]Esto es algo que ningún ser humano puede hacer. Ella también escribe: «El hombre no puede ser elevado sino por la mediación de Cristo. Sólo su sangre puede limpiar del pecado. Sólo su poder es capaz de restaurar al enfermo de pecado a la santidad» [3].
Jesús como mediador y su labor en el Santuario
La relación entre Jesús como intercesor y su labor en el Santuario Celestial es un tema central en el libro de Hebreos y en la doctrina del juicio investigador. Él es nuestro intercesor y mediador en el Santuario Celestial, cumpliendo el papel de Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (Hebreos 7:17). Su obra es fundamental para nuestra salvación, pues nos asegura acceso a Dios y nos defiende en el juicio investigador. Como cristianos, esto nos llama a vivir en santidad y confianza en su gracia, sabiendo que tenemos un abogado fiel ante el Padre (1 Juan 2:1).
Cristo no solo nos reconcilió con Dios a través de su sacrificio, sino que continúa su ministerio intercesor en el cielo, asegurando nuestra salvación. Elena G. White lo dice así: «Cristo fue al Cielo como nuestro representante y seguirá siendo nuestro intercesor hasta que termine su obra mediadora». [4]
Intercesor, con su propia sangre
El libro de Hebreos detalla el papel de Cristo como Sumo Sacerdote en el Santuario Celestial:
Hebreos 8:1-2 – «Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre».
Jesús entró en el verdadero santuario para realizar una obra de intercesión similar a la de los sacerdotes en el Antiguo Testamento, pero con un sacrificio superior: su propia sangre.
Hebreos 9:11-12 – «Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez definitiva en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención». Elena G. White reafirma esta enseñanza diciendo: «Como nuestro mediador, Cristo efectúa constantemente su obra a favor de nosotros en el santuario celestial». [5]
Daniel 7:9-10 – «Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días […] el juicio se llevó a cabo, y los libros fueron abiertos».
Hebreos respalda este concepto con la enseñanza de que Cristo intercede como nuestro abogado: Hebreos 9:24 – «Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios».
Implicaciones para la fe y la vida cristiana
Reconocer a Cristo como la roca y el único mediador tiene profundas implicaciones para la vida del creyente. Significa que nuestra fe y esperanza deben estar cimentadas exclusivamente en Él, evitando depender de intermediarios humanos o sistemas religiosos que puedan desviar nuestra confianza. Como señala Elena G. White: «La fe en Cristo es el ancla que mantiene al alma segura en medio de la tempestad y la oscuridad» [6].
Además, esta comprensión nos llama a una relación directa y personal con Dios a través de Jesucristo, fomentando una vida de oración, estudio de las Escrituras y obediencia a sus enseñanzas. Nos invita a construir nuestra vida sobre el fundamento sólido que es Cristo, asegurándonos de que nuestras creencias y acciones estén alineadas con su voluntad. Solamente por la vida, el sacrificio y la intercesión de Cristo podemos entender como vivir de la mano de Dios, pidiendo al Espíritu Santo que nos consuele y nos ayude a reflejar el carácter de nuestro Maestro.
Conclusión
Cristo es la única roca y el único mediador entre Dios y los hombres. Esa seguridad es un pilar esencial de la fe bíblica, cristiana y adventista. Las Escrituras nos instan a edificar nuestra vida y nuestra comunidad de fe únicamente sobre Cristo, reconociéndolo como el fundamento inamovible y el único camino de reconciliación con Dios.
Cristo es la roca de los siglos. La única inamovible y eterna en la que podemos confiar. (Isaías 26:3-4)
Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Redactora y coeditora de revista.adventista.es
Imagen: Shutterstock
Referencias
[1] Diccionario Bíblico Adventista, página 764.
[2]Elena de White. El Deseado de todas las gentes, páginas 203 y 414.
[3] Elena de White. El Ministerio de curación, página 25.
[4] Elena de White. El Conflicto de los siglos, página 561.
[5] Elena de White. El Conflicto de los siglos, página 561.
[6] Elena de White. La fe por la cual vivo, página 250.