El crecimiento lleva tiempo. Vemos esto en muchos aspectos de la vida. Si alguna vez has plantado un jardín, sabes que se necesita tiempo y cuidado antes de disfrutar los frutos de tu trabajo. Cuando nace un bebé, se necesitan muchos años de crianza y crecimiento cuidadosos antes de que se convierta en un adulto.
La amistad es otro ejemplo. Cuando conoces a alguien por primera vez, se necesita tiempo y compromiso para que la relación crezca. Pero cuanto más tiempo le dedicas, más cercano te vuelves.
Crecer en Cristo es un maravilloso privilegio que tenemos una vez que aceptamos el increíble regalo de salvación de Dios a través de Jesús. Es la forma en que llegamos a conocerlo mejor y nos parecemos más a Él.
Y esta nueva vida en Cristo comienza con una asombrosa dicotomía: ¡comienza con la muerte! La muerte de Cristo en la cruz hace posible nuestra vida nueva.
En Colosenses 1:13 y 14 leemos que Dios «nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.»
Y Romanos 8:1 nos asegura: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.»
Morir al “yo”
Pero «andar en el Espíritu» requiere otra muerte: La muerte a uno mismo. Pablo explica en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Cuanto más nos acercamos a Cristo, más lo amamos. Y cuanto más lo amamos, más queremos ser como Él. Pero, ¿cómo funciona esto? Leemos esta hermosa explicación en El Deseado de Todas las Gentes, página 173:
«Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la paz, reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría reemplaza a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo. Nadie ve la mano que alza la carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales. La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios».
¡Qué Dios tan maravilloso y amoroso servimos, que puede lograr tal transformación! Este concepto de crecer en Cristo es tan importante que es una de las Creencias Fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que dice lo siguiente:
Creencia fundamental #11: «Crecer en Cristo».
«Con su muerte en la cruz, Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal. Aquel que subyugó a los espíritus demoníacos durante su ministerio terrenal ha roto el poder de Satanás, y aseguró de su destrucción definitiva. La victoria de Jesús nos da la victoria sobre las fuerzas del mal que aún buscan controlarnos, mientras caminamos con él en paz, alegría y seguros de su amor. Ahora el Espíritu Santo mora en nosotros y nos da poder.
Continuamente comprometidos con Jesús como nuestro Salvador y Señor, somos liberados de la carga de nuestras acciones pasadas. Ya no vivimos en la oscuridad, el miedo a los poderes del mal, la ignorancia y el sinsentido de nuestra anterior forma de vida. En esta nueva libertad en Jesús, estamos llamados a crecer a semejanza de su carácter, comulgando con él diariamente en la oración, alimentándonos de su Palabra, meditando en ella y en su providencia, cantando sus alabanzas, reuniéndonos para la adoración y participando en la misión de la Iglesia.
También estamos llamados a seguir el ejemplo de Cristo ministrando compasivamente a las necesidades físicas, mentales, sociales, emocionales, y espirituales de la humanidad. Mientras nos entregamos en servicio amoroso a los que nos rodean y en testimonio de su salvación, su constante presencia con nosotros a través del Espíritu transforma cada momento y cada tarea en una experiencia espiritual».
Conclusión
Para concluir, me gustaría compartir brevemente cuatro bloques de construcción esenciales y prácticos para crecer en Cristo:
- Ora. Se nos dice en Colosenses 4:2: «Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias.» Es a través de la oración que nos conectamos con Dios, hablándole como a un Amigo y escuchando lo que tiene que decirnos como un Padre Celestial bondadoso.
- Lee la Biblia. La Biblia es nuestra guía fiel. Se nos dice en 2 Timoteo 3:16 que «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra..»
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Aplica lo que aprendes.
No solo debemos leer la Biblia, sino hacer lo que ella nos enseña. Santiago 1:22-25 explica: «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace».
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Reúnete con otros creyentes.
Dios nos diseñó para animarnos y fortalecernos unos a otros. Aparte del cuerpo, es más difícil mantener viva una conexión espiritual. Juntos somos fuertes. En Hebreos 10:23-25 se nos anima: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”
Amigo, no estás solo. Mientras creces en Cristo, recuerda que Él te ama y se preocupa por ti. El Maestro entregó su vida para liberarte de la esclavitud del pecado y darte el regalo no únicamente de la vida eterna, sino también de una nueva vida en Él hoy. Él habita dentro de ti a través de Su Espíritu Santo, te habla a través de la oración y te guía a través de Su Palabra. Jesús te anima a reunirte con otros creyentes ya amar y servir a los demás. Démosle gracias en oración ahora mismo.
Oración
Padre en el cielo. Gracias por esta gran oportunidad de conectarnos con el cielo, no solamente cada día, sino cada momento, a través de la oración y del entendimiento de lo que nos dice tu santa palabra, cómo debemos no solo ser lectores de la Palabra, sino hacedores de la Palabra. Entonces, Señor, a través del poder del Espíritu Santo, anímanos, llénanos, vive dentro de nosotros y ayúdanos a lograr lo que tienes reservado para tu iglesia remanente. A medida que llegamos al final de los tiempos y nos acercamos al pronto Segundo advenimiento de Cristo. Gracias por escucharnos, y gracias por el privilegio de crecer en Cristo al conectarnos con Él todos los días, aceptando su justicia justificadora y su justicia santificadora. En el nombre de Cristo, te lo pedimos. Amén.
Autor: Ted N.C. Wilson, President de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día.
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PUBLICACIÓN ORIGINAL: Creencia #11: Creciendo en Cristo