El 2 de abril se celebraba el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo.
«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros» (Juan 13: 34).
Todos somos diferentes y eso nos hace únicos. Pero, es necesario recordar que somos piedras vivas sobre las cuales se edifica la Iglesia de Dios en la Tierra y, por tanto, somos interdependientes. Y la clave es la suma de todos, la suma de capacidades.
Los estudios publicados por Autismo Europa y compartidos por Autismo España, arrojan una prevalencia de aproximadamente 1 caso por cada 100 nacimientos; es decir, el 1% de la población podría presentar TEA, lo que implicaría que sólo en España podría haber más de 450.000 personas.
El autismo
La terminología para referirse al autismo ha cambiado significativamente en el transcurso de los últimos años gracias al avance de la investigación científica. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-V), incluye el autismo dentro de la categoría de trastornos del neurodesarrollo. Los trastornos del neurodesarrollo tienen su origen en el periodo de gestación. Se caracterizan por deficiencias en el desarrollo, produciendo limitaciones en áreas específicas o limitaciones globales a nivel personal, social, académico y laboral, entre otras cosas. Pero dentro de cada trastorno, pueden existir diferentes grados y niveles de funcionamiento.
Comprendiendo el autismo
El autismo, o el Trastorno del Espectro Autista (TEA), no es una enfermedad, es una forma distinta de funcionar en el día a día. Pero, ¿cuál es la norma cuando la percepción condiciona la realidad? Vemos la realidad basándonos en las «gafas» que llevamos (educación, experiencias pasadas, prejuicios, valores, …). Pero la realidad solo se completa con la mirada desde distintas perspectivas, distintos puntos de vista, y uno de ellos es desde la experiencia de una persona con TEA. Ellos forman parte de este mundo, no viven en otro. Además, puede que incluso ciertas vivencias las experimenten con mayor conexión con la realidad que muchos de nosotros. Nos queda pendiente el saber empatizar y encontrar oportunidad de crecimiento en la diferencia, en saber respetar los ritmos de cada persona. Porque sí, por encima de todo, todos y todas somos personas.
Inclusión
La equidad es otro término que entra en juego cuando hablamos de inclusión, de aceptar la diferencia. Porque partiendo de este término, para llegar al mismo objetivo, no todos necesariamente tenemos que utilizar los mismos recursos. ¿Quién es mejor, un corredor de maratón o un corredor de 100 metros lisos? Cada cual es bueno en lo suyo, pero la carrera es distinta. Por tanto, no existen excusas para no poner medios necesarios en pro de la inclusión sin discriminación en la escuela, en el trabajo, en la comunidad y sobre todo en la iglesia.
Es preciso apartar los prejuicios en torno a esta condición, dar a conocer sus necesidades y fomentar la participación en la sociedad en igualdad de condiciones.
Autoras: Andreea Ionela Caruntu Terapeuta ocupacional y Counsellor, y Lavinia Beatrice Denis Dumitriu, Psicóloga especialista en Salud mental comunitaria.
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