¿Por qué a veces tenemos la sensación de tener tan poco éxito predicando las buenas nuevas de salvación? ¿Por qué otros que se dedican a compartir en sus medios sociales historias que sabemos que no son ciertas, y sin embargo tienen tanto éxito?
Durante años recibo de forma más o menos regular correos o mensajes de personas de cualquier parte del mundo con los mismos mensajes: “El Papa y Obama hablan de la Ley Dominical”. “El Amero, nueva moneda que sustituye al dólar”… y podríamos alargar la lista de tópicos pasando por el grupo Bilderberg, los masones, los jesuitas infiltrados, o sobre el Opus, y un largo etcétera.
Este mes de mayo leí en clasesdeperiodismo.com un artículo que me trajo de vuelta a esta enfermedad reticente entre los miembros de nuestra denominación, la “rumorología”. El artículo lleva por título “Estudios: Los rumores se expanden más rápido que la verdad”.
A nivel global no es la primera vez que las redes sociales “matan” a famosos. Más de una vez hemos recibido un tuit o un mensaje de Facebook diciendo que tal actor, actriz, modelo, cantante o jugador de fútbol acaba de fallecer. Lejos de buscar y comprobar si es cierto, convertimos la historia en histeria, y la compartimos rápidamente con nuestros contactos. Incluso en alguna ocasión, algún medio respetable ha caído en la trampa de dar por cierta alguna noticia falsa, también llamada “hoax”.
First Data Draft News ha elaborado un estudio con diferentes casos de estudio sobre el tema, llegando a la conclusión de que los internautas tienden a apoyar con más facilidad rumores que no se han podido verificar (hoax), quizá por la emoción o excitación de ser los primeros en dar la noticia antes que otras fuentes “oficiales”, quizá por sentirnos así más importantes, exclusivos y referencias a las que otros van a mirar con respeto.
Otra conclusión fue que cuando un rumor se demuestra que es cierto, a las dos o tres horas, deja de ser un rumor, pues los medios “oficiales” ya están dando esa noticia con más detalle incluso. Están “mejor preparados” y el chismoso pasa a ocupar un segundo lugar, su información deja de tener valor. Si el chisme, hoax, es falso, como no hay quien lo desmienta, puede durar hasta 14 horas circulando, incluso años, como los casos que personalmente detecto en mis redes.
Esto nos afecta a nosotros, creyentes Adventistas, en muchos niveles también. Entendiendo el mecanismo que dispara y mantiene o extingue este fenómeno, desenmascaramos realmente lo que ocurre cuando entramos en el juego de enviar mensajes sensacionalistas “en nombre de la predicación del Evangelio”.
Hace muchos meses (años ya) que el Papa Francisco y el Papa Benedicto XVI visitaron USA. Todavía recibo mensajes del tipo “este mes el Papa se reunió con…” y sale a relucir la Ley Dominical. Similares a este patrón hay muchos más, que no tenemos tiempo ni lugar para comenzar a enumerar aquí. ¿Por qué nos gusta esto? ¿Por qué nos encanta participar en este tipo de comportamiento? Si analizamos bien las conclusiones del estudio anterior, en el fondo lo que ocurre es un afán de protagonismo, de sentirse especial por tener una información exclusiva que la “fuente oficial no quiere dar a conocer”.
Entendamos primero que, si las fuentes oficiales no dan a conocer ese tipo de noticia, es porque probablemente (por no decir, seguro), son completamente falsas. Por eso no hay un pronunciamiento al respecto, porque no hay nada que decir. El caldo de cultivo se presenta cada vez más cocinado, “sospechas, conspiraciones, noticias que no se quieren dar a conocer, pero YO sí tengo LA VERDAD”. Se da inicio a un rumor, que luego cuesta mucho detener, y que a medio plazo desprestigia y daña terriblemente a nuestra querida iglesia.
En cuántas ocasiones he tenido que publicar comentarios, posts, entradas, tuits, e incluso enviar e-mails personales para explicar con todo el cariño del mundo a las personas que me han contactado que la noticia es falsa.
Con cuánta vergüenza propia y ajena he tenido que moderar comentarios en foros y páginas donde personas anti-adventistas se ríen y burlan amargamente contra nosotros con pruebas que demuestran que esos rumores son falsos. Cuántas veces me doy cuenta de que lejos de adelantar la “obra de la predicación del Evangelio” la hacemos retroceder arrojando un tremendo peso sobre nuestra reputación por ser divulgadores de hoax, o falsos rumores o noticias falsas alarmistas, por no hablar de los grupos que se dedican a poner constantes fechas de la Segunda Venida de Jesús.
Cuando estas cosas ocurren, medito en qué es lo que realmente nos llama la atención, qué es lo que realmente ocupa nuestras energías.
Jesús nos dijo: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Esta declaración se encuentra insertada en Mateo 24, el capítulo que Jesús dedicó a hablar de las señales de su pronto regreso. Estamos tan excitados sobre el pronto regreso de Jesús, lo cual es lícito y bueno, que estamos más pendientes de las señales que lo preceden, que de la causa que lo provoca.
Sólo hay una condición real que condiciona el segundo regreso de Jesucristo, y es la predicación del Evangelio. No nos damos cuenta de que la predicación del evangelio eterno, del auténtico, del real, el que incluye el mensaje de los tres ángeles en su dimensión más bíblica y pura (Justificación por la fe, Santificación por la fe y resistencia a la persecución por testimonio ejemplar) es lo que provocará que surjan esas señales que anuncian el pronto regreso de Jesús.
Dicho de otro modo, sabremos que el agua de una olla comenzará a hervir cuando contemplemos que empieza a salir vapor de agua, y a subir pequeñas burbujas desde el fondo de la misma. Pero no nos damos cuenta de que, para que eso ocurra, nosotros tenemos que prender el fuego debajo, que es lo que realmente provoca esas reacciones.
De igual manera, empleamos horas, días, semanas, meses, años enteros buscando las señales y propagando mensajes erróneos que, si bien están relacionados de algún modo con la Biblia, están siendo un hoax. Y todo ese tiempo que estamos empleando en esa labor de reenviar chismes y noticias falsas, son tiempo y energía que estamos quitando de realizar aquella verdadera labor a la que Cristo nos llamó, y que origina el fuego del amor de Dios que calienta el agua y finalmente la hará hervir. Dejamos de predicar el verdadero Evangelio para predicar sobre las consecuencias que supuestamente ocurrirían si realmente predicásemos el Evangelio.
Es peor aún, porque a causa de tanta “falsa alarma”, como el cuento de “Pedro y el lobo”, estamos insensibilizando a nuestras audiencias. “Ya están estos otra vez con esos mensajes alarmistas”… Y el día que realmente ocurra algo de verdadero interés, NO nos van a prestar atención, y nuestra predicación será ineficaz.
En otras instancias, a menudo los responsables de comunicaciones tenemos que tomar mucho tiempo para escribir largos artículos, notas de prensa, mantener reuniones informativas con grupos o iglesias enteras para tener que explicar que las cosas no son así, o de otra manera, quitándonos tiempo de preparar verdaderos mensajes y estrategias que podrían cambiar vidas con la ayuda del Espíritu Santo.
Jesús también tuvo que enfrentar esta situación en su época. Su pueblo escogido, quienes debían haber sido los heraldos de su primera venida, se centraron tanto en las formas, en los “síntomas” que perdieron completamente de vista el fondo. Jesús tuvo que hacer mucho trabajo comunicativo para corregir lo que se llama “desinformación”. Sólo en el Evangelio de Mateo, Jesús tiene que recurrir muchas veces a esta fórmula: “Oísteis que fue dicho… pero yo os digo” (Mateo 3:9; 5:22, 28, 32, 34, 39, 44; 12:36; 19:9, por ejemplo).
En el Sermón del Monte, inicio de su ministerio público, tuvo que empezar aclarando muchos malos entendidos, bulos, farsas y lo que hoy llamamos “hoax” que su propio pueblo había estado compartiendo por las “redes sociales” de la época. Una vez aclarados estos puntos, se dedicó a seguir construyendo la sana doctrina en adelante.
Sí, es cierto que tenemos un mensaje final y especial que dar, y no vamos a entrar en detalle con Apocalipsis 14, pero incluso allí, sabiendo que es un mensaje simbólico, Jesús nos pide que lo demos con amor. Solamente liberando a las almas de la pesada carga del pecado, solamente compartiendo con otros las bendiciones de disfrutar del verdadero día de adoración, es cuando el pueblo hambriento y sediento de este planeta se girará hacia Cristo, y los que tenían la hegemonía hasta este momento, comenzarán a preocuparse, no porque hayamos descubierto ninguna “conspiración”, sino porque las verdaderas intenciones de cada cual se harán evidentes, lo que finalmente disparará los eventos finales, que no tenemos que buscar ni anunciar antes de tiempo, sino que vendrán solos, eso sí, si cumplimos lo que Jesús nos llamó a hacer, no a difundir chismes, sino a predicar el Evangelio Eterno, el amor de Dios por el pecador y su eterno perdón previo a la Segunda Venida.
Recuperemos nuestra credibilidad en los medios. Demos el verdadero mensaje que Jesús nos pidió compartir. Él no criticó ácidamente ni gratuitamente el error, sino que mostró la verdad, y por contraste el error quedó en evidencia.
“Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:17-21). Sólo entonces, lo procuraron matar, sin haber pronunciado una sola crítica ni haber entrado en chismes, solamente manifestando su obra (versículo 29).
¿A qué obra crees que Dios nos ha llamado como pueblo remanente? Cuando menos busquemos el rostro del enemigo, más veremos el rostro de Jesús, y más se podrán enfurecer con nosotros. Es la mejor “provocación” para que las señales del fin, por fin, puedan desarrollarse, sin que tengamos que estar pendientes de ellas.