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En la Palabra de Dios nos encontramos con muchas ocasiones en las que aparecen distintas embarcaciones. Empezando por el propio arca de Noé y siguiendo con el barco en el que huía Jonás, nos vamos encontrando con múltiples referencias, como la barca en la que se produjo la pesca milagros o las naves que son citadas con motivo del viaje y naufragio de Pablo, entre otras muchas.

En la literatura es también muy frecuente encontrar aventuras, composiciones poéticas, historias románticas,… Un barco da “mucho juego”. Sirve para navegar, y también para hacerlo en las aguas y oleajes de nuestras mentes.

Pero en estos momentos quisiera reflexionar sobre una embarcación muy simple, muy común y poco costosa. Unos pequeños movimientos con las manos en torno a una hoja de papel puede darte como fruto la nave de la que hablo: un barquito de papel.

Nadie lo escogería como medio seguro de navegación, ni tan siquiera pagaría una pequeña cantidad por él; pero, extrañamente, tiene la virtud de representarnos como seres humanos.

Un barquito de papel tiene al menos 4 características:

1. Es frágil

2. No tiene brújula ni timón

3. No posee motor alguno

4. Es poco duradero.

Cada uno de nosotros, en tanto que humanos y caídos, somos frágiles y vulnerables. Lo somos física, psicológica y espiritualmente.

Nos desorientamos con facilidad en medio de las corrientes de este mundo, las modas, las filosofías y los engaños de la vida.

No tenemos fuerza motriz en nosotros mismos. Muchas veces nos falta la voluntad, el empeño, la perseverancia,…

Somos poco duraderos, en realidad somos como la hierba del campo (Is. 40:6).

Esta es nuestra realidad, queridos compañeros de navegación, pero esto no debe desanimarnos porque Dios se ofrece para revestirnos de “poder” (Heb.11:34), para iluminar nuestras conciencias con su luz (Jn. 8:12), para darnos la más poderosa fuerza motriz: “el amor de Cristo nos impulsa” (2 Cor. 5:14), y para otorgarnos, por amor, la eternidad (Jn. 3:16). ¡Alabado sea nuestro Dios!

Pero sin él, no nos olvidemos, venimos a ser como un barquito de papel.

Imagen: (cc) María Eugenia/arteyfotografia.com.ar. Esquina superior: Antonio Martínez.

Revista Adventista de España