Foto: (cc) Wikimedia Commons. Esquina: Dr. Miguel Ángel Núñez.
“Ciertamente soy pobre y estoy necesitado; profundamente herido está mi corazón” (Salmo 109:22)
Muchos profesionales de la salud asumen una actitud paternalista y, por ende, de irrespeto a los pacientes. Los miran no como personas e individuos, sino como “síntomas”, “órganos” o “problemas que resolver”, sin darse el tiempo para entenderlos como personas. Algunos de mis momentos más tensos con profesionales ha sido la interacción con médicos, psiquiatras y psicólogos, que en vez de tratar a seres humanos, están tan concentrados en la sintomatología y las posibles ganancias, que pierden el horizonte humano.
Cuando mi hermano Joel estaba en la etapa pre-diagnóstico de la enfermedad de la cual murió, los médicos estaban perplejos sin saber qué tenía. Uno de esos días llegó un neurólogo, supuestamente una inminencia, lo auscultó, en silencio, sin decir nada, sólo dando indicaciones para que se moviera y sin contestar ninguna de las preguntas que mi hermano formuló. Cuando salió de la habitación fui tras él y le pregunté por la salud de mi hermano. Me miró de arriba abajo y su lacónica respuesta fue:
—Lo más probable es que le explique pero que no logre entender los términos médicos ni la condición del paciente.
Me llené de ira y le contesté:
—El paciente se llama Joel y con lo que me dice está insultando mi inteligencia, ¿qué se cree usted?
Carl Rogers |
Carl Rogers, que comenzó siendo estudiante de teología y con la ilusión de convertirse en pastor, pero que luego derivó hacia la educación y la psicología, entendió el problema, por eso revolucionó los estudios de psicología y creo un sistema que se denomina “terapia centrada en el cliente”, es decir, poner expresamente al terapeuta en segundo plano para lograr escuchar de verdad las necesidades del paciente. Otros elementos más dieron forma a su sistema que dio el puntapié inicial a lo que se conoce como “psicología humanista”, por su centro en la persona humana.
Rogers, tal vez por su trasfondo cristiano, comprendió que cuando se quiere ayudar a alguien, la condescendencia y el tratarlo como mero “síntoma” no ayuda realmente al necesitado. Gracias doy por tener a un Dios que nunca nos trata como “un problema a resolver”, sino como personas, como individuos con una historia y un futuro. Nunca nos falta el respeto.
Gracias, pastor, por el tema. Me estoy preparando para ser psicólogo y lo tendré muy en cuenta. Bendiciones, pastor 🙂