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Caminando con Jesús. Sábado 21 mayo de 2022.

SEMANA DE ORACIÓN: Id y Haced Discípulos. La Carta Magna de Jesús: el discipulado.

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Cuentan la historia de una joven que deseaba asistir a la universidad, pero a quien se le “cayó el corazón a los pies” al leer una pregunta en su hoja de solicitud, que decía: “¿Eres una líder”?  Siendo como era, tanto honesta como escrupulosa, la joven respondió, “no” y entregó la solicitud de admisión esperando lo peor. Para su sorpresa, la joven recibió una carta de respuesta de la universidad que decía: “Estimada solicitante: Un estudio de los formularios de solicitud de admisión revela que este año, nuestra universidad tendrá 1,452 nuevos líderes. La estamos aceptando a usted porque sentimos que es imperativo el que haya por lo menos un seguidor”.

En un mundo de más de 7 billones de habitantes, el reino de Dios necesita personas que sean seguidoras de Cristo. El problema es que el enfoque de muchos de nosotros que profesamos ser discípulos de Cristo, es el de ser líderes y hemos olvidado que nuestra primera responsabilidad como cristianos es ser sus humildes seguidores. Antes de convertirse en un líder, el discípulo, como seguidor, debe caer a sus pies y estudiar bien de cerca a su Maestro.

Todos los que siguen a Cristo serán guiados diariamente a su divina presencia, en donde, en oración y a través del estudio de la Biblia, pueden descubrir el significado del discipulado y lo que va a requerir unirse a Jesús y a su causa. Tal vez sea incorrecta la forma como percibe muchas cosas y debe someter a una nueva comprensión lo que significa la verdadera grandeza.

La oración

La oración provee tiempo para que el discípulo reciba instrucción por parte del Maestro y para entablar diálogo con él. La advertencia de Elena G. White al respecto, es:  “Es imposible que el alma florezca mientras la oración no es un ejercicio especial de la mente”.[1] Escribió también al respecto: “Los que están dedicados al servicio del Maestro necesitan una experiencia mucho más elevada, profunda y amplia de lo que muchos han pensado obtener. Muchos de los que son ya miembros de la gran familia de Dios saben muy poco de lo que significa contemplar su gloria, y ser transformados de gloria en gloria”.[2]

“Nuestro anhelo más profundo como seres humanos caídos es regresar a una relación de intimidad con lo divino”, “Tenemos hambre de que Dios nos conozca y nos ame incondicionalmente; deseamos ardientemente ser amados, no sentirnos perdidos. Cuando ansiamos vehementemente vivir en relación íntima con Dios como sus hijos e hijas; cuando deseamos ser como Jesús tanto en nuestras palabras como en nuestras acciones, hemos entrado en la esfera del discipulado. Al tener comunión con Cristo, la disciplina espiritual de la oración ata nuestro corazón tan estrechamente al corazón de él, que lo seguiremos hasta la eternidad, no importa cuál sea el costo del discipulado”. —Rebecca Turner

Discípulo de Jesús

Al ir creciendo el discípulo en su confianza hacia el Maestro, le obedece sin cuestionamientos y, de la misma manera, se compromete en forma completa a llevar adelante la obra en favor del Maestro. Un cristiano victorioso y exitoso debe primeramente caminar en los pasos de Jesús, quien dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. . . Nadie llega al Padre sino por mí“ (Juan 14:6).

Al examinar nuestro pasaje bíblico, en Lucas 9: 57-62, aprenderemos acerca de tres seguidores de Cristo y de su diálogo con él. Estas tres experiencias nos revelarán lo que realmente significa ser un verdadero discípulo de Cristo.

En el primer caso, versículo 57

Nos encontramos de inmediato con una persona de impulsos inconsiderados. Se ofrece a seguir a Jesús sin esperar a ser llamado. Esa es la razón por la que Jesús le advierte acerca de no saber lo que está haciendo. Da la impresión de que no entiende lo que implica el vivir una vida con él.

En este segundo caso, versículo 59

Jesús se encuentra con una persona atormentada por deberes conflictivos. Jesús le extiende inmediatamente una invitación, usando palabras sumamente imperiosas: “Sígueme”, le dice. Pero la respuesta de este hombre indica que estaba enfrentando la pérdida de un ser amado, en cuyo caso se encontraba probablemente de luto y desea sepultar primero a su padre, antes de seguir a Cristo. Experimenta la gran compulsión de seguir a Cristo, pero lo consumen las presiones de otras responsabilidades que lo apremian y que toman prioridad en su vida. Esta persona se encuentra en un punto crucial de su vida. Sabe bien que, a nada en este mundo, independientemente de cuán importante sea, debe permitírsele que se interponga entre Cristo y él.

En el tercer caso, versículo 61

nos encontramos con una persona que tiene una mente dividida. Ciertamente expresa su disposición a seguir a Jesús cuando dice: “Te seguiré, Señor”; pero termina diciendo que primero tiene que regresar a decirle adiós a su familia. Él sabe bien que seguir a Jesús es exactamente lo que debe hacer, pero primero desea atender sus propios asuntos y en sus propios términos.

Estas pueden ser razones plausibles para no desear seguir a Cristo inmediatamente, sin ningún retraso. Pero, ¿cuántos de nosotros hemos utilizado excusas similares? O tal vez hemos ofrecido precipitadamente nuestros servicios y luego hemos roto nuestra promesa.

El llamado al discipulado

Este primer mandato de Jesús: “Sígueme”, continúa repercutiendo en nuestros oídos a través de los siglos. La decisión de responder a este llamamiento de Jesús es la decisión más transformadora de la existencia que una persona puede tomar. Pero el mundo está lleno de voces, todas ellas requiriendo a gritos nuestra atención, muchas de ellas demandando nuestra atención, energía y dedicación.

Y, sin embargo, en medio de esta cacofonía de voces, hay una que demanda el ser escuchada: El llamado de Jesús al discipulado. Muchos han ignorado la invitación a seguirlo, pero este llamado continúa siendo proclamado como lo fue hace más de dos mil años. Jesús invita a hombres y mujeres a un verdadero discipulado con la palabra: “Sígueme”.

La experiencia de Simón Pedro y de su hermano Andrés (Mateo 4:18-20) ilustra el primer llamado al discipulado. Jesús se encuentra con ellos cuando están pescando a orillas del mar de Galilea y les dice: “Vengan, síganme . . . y los haré pescadores de hombres”.  Mateo nos dice que ellos inmediatamente dejaron sus redes y le siguieron. Esta pronta respuesta se repite en el llamado a Jacobo y a su hermano Juan. Ambos inmediatamente dejaron su barco y a su padre y siguieron a Jesús sin ninguna vacilación (versículos  21, 22). Dejaron atrás sus ocupaciones, sus posesiones y su familia. El llamado al discipulado no deja lugar a la indecisión o a la vacilación y demanda una acción inmediata.

La inmediatez del llamado

Ellos inmediatamente dejaron todo atrás, porque el ser llamados a seguir a un rabí es el honor más alto. Estos pescadores no habían mostrado ser intelectualmente muy prometedores; tal vez no poseían suficientes tendencias espirituales para ser aceptados como aprendices de otros rabinos. Ahora entendieron que Jesús quería decir, ustedes son dignos de ser mis estudiantes, para que lleguen a ser rabinos como yo y para llevar adelante mi ministerio en mi nombre, cuando yo me haya ido. El Mesías llama a su gente a una nueva relación de pacto con él. El llamado al discipulado se origina en Dios y no en los hombres. Cristo llama a hombres y a mujeres a negarse a sí mismos, a tomar cada uno su cruz y a seguirlo. La invitación al discipulado es un llamado a la obediencia  —Jesús llama y nosotros respondemos.

Como Pedro y Andrés, Jesús nos llama a convertirnos en pescadores de hombres. Jesús llama a muchos a seguirlo a él como discípulos. No todos están dispuestos a comprometerse en forma absoluta o a hacer nuevos discípulos, aun cuando pareciera que están en la senda del discipulado.

El costo del discipulado

Caso # 1: Al leer el pasaje bíblico encontrado en Lucas 9:57, podemos ver a Jesús y  a sus discípulos caminando por una senda en la que se encuentran a alguien que se ofrece voluntariamente a seguir a Jesús como discípulo. “Señor, te seguiré a dondequiera que vayas”, le prometió este hombre en forma impulsiva e inconsiderada.

Jesús no le había pedido a este hombre que lo siguiera; y nos asombra por qué razón Jesús no se emociona con el prospecto de que este hombre preste sus servicios voluntarios como discípulo suyo. Tenemos que considerar cuidadosamente en el versículo 58, la respuesta de Jesús a este servidor voluntario: “Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Cristo no tiene nada en este mundo que pueda ofrecerle a este hombre.  Jesús entiende que este hombre se ha apresurado en su respuesta y que no le ha dado la debida consideración al costo de seguir a Cristo

El costo del discipulado es abandonar todo lo que se tiene y a todos los demás para una vida de privaciones y sacrificio.

43 millones de mártires

Las estadísticas indican que, desde la muerte y resurrección de Cristo, ocurridas más de 2000 años atrás, aproximadamente 43 millones de personas se han convertido en mártires porque eligieron seguir a Cristo sin importarles el costo. Aun en las noticias mundiales en la actualidad escuchamos los informes sobre mártires que han perdido la vida o han sido encarcelados por razón de su fe.

El 9 de abril de 1945, sietes hombre fueron conducidos al cadalso en la Alemania nazi. Ahí fueron ahorcados por atreverse a resistirse al régimen nazi de Hitler y por ponerse de parte del evangelio. Entre ellos se encontraba un joven pastor llamado Dietrich Bonhoeffer, quien escribió un libro sumamente provocativo e incómodo, titulado El costo del discipulado. En este libro, el autor escribe acerca del alto costo de seguir a Cristo y advierte acerca del peligro de conformarse con lo que puede llamarse gracia barata.

La gracia barata, escribió, es el enemigo de la iglesia, porque no demanda ninguna cosa de nosotros. Procura el perdón de los pecados sin la demanda de la obediencia y el discipulado. Aquellos que piensan que el cristianismo es fácil y lleva a una vida de prosperidad, deben reflexionar en las palabras de Cristo registradas anteriormente en este mismo capítulo de nuestro pasaje bíblico. En Lucas 9:23-25, El costo del discipulado es ser llamado cada día a tomar cada uno nuestra cruz y a seguir a Jesús. Jesús añade que no le hace ningún bien a una persona ganar riquezas de este mundo y entonces perder su alma por toda la eternidad.

Nuestras prioridades van a cambiar

El costo del discipulado significa separación de nuestra existencia previa. En otras palabras, nuestras prioridades van a cambiar y deben cambiar en su orden, para poner a Cristo en primer lugar.

Dijo Martín Lutero en una ocasión: “Una religión que no da nada, que no cuesta nada y que no sufre nada, no vale tampoco nada”.

Al considerar el costo del discipulado, debemos también tomar en cuenta el costo que Cristo mismo pagó para darnos la oportunidad de llegar a ser sus discípulos. La oportunidad de recibir ese discipulado le costó a Jesús la alabanza y adoración de los ángeles en el cielo, lo cual Jesús cambió por una vida plena de ridículo, burlas y menosprecio.

Nuestra oportunidad de discipulado le costó a Jesús:

  • La gloria y el esplendor del cielo, los cuales él cambió por una vida llena de sufrimientos y de humildad.
  •  Unidad con el Padre celestial, la cual cambió por el muro de separación entre él y el Padre.
  • Su propia vida, la cual cambió por una muerte agonizante en la cruz del Calvario.

Jesús ama al perdido y por ello estuvo dispuesto a pagar el costo del pecado a fin de redimirnos. Ese es el valor infinito que nos asigna a cada uno de nosotros.

Las consecuencias del discipulado

            Caso # 2: En el versículo 59, el segundo encuentro se lleva a cabo con un prospecto de discípulo que recibe el mandato: “Sígueme”. Este hombre está dispuesto a seguir a Cristo, pero tiene ciertos deberes conflictivos y dice que primeramente tiene que sepultar a su padre. Siendo que el padre habría sido sepultado el mismo día de su muerte, la idea de regresar a sepultar a su padre podría indicar que posiblemente su retraso en seguir a Jesús podría deberse a las muchas obligaciones en relación con su papel de hijo y heredero.  

Esta expresión idiomática utilizada en el oriente cercano, “déjame ir y enterrar a mi padre”, se refiere ciertamente a la obligación que, como hijo, tiene un hombre de ayudar a su padre en la granja o en su negocio, hasta que el padre muere. Eso podría tomar un poco de tiempo para llevarse a cabo.

En el versículo 60, Jesús responde al discípulo a quien ha llamado, de manera nada usual. Le dice: “Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios”.  Tal vez Jesús quiso decir que aquellos que están espiritualmente muertos deben enterrar a los muertos.

En otra ocasión, Jesús les dijo a sus oyentes: “Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14: 25-33). Podría tal vez parecer muy dura la forma en que suena esta expresión, pero Jesús está enfatizando el punto de que nadie más debe tomar el primer lugar en nuestra vida. La consecuencia del  discipulado es aceptar los mandatos de Jesús como nuestra mayor prioridad.

Una mente dividida

Caso # 3: En el versículo 61, hay una persona más que desea seguir a Jesús, pero tiene una mente dividida. Este hombre se siente obligado a regresar para despedirse de sus seres amados.

En sentido literal, pareciera como si el hombre simplemente estuviera tratando de avisarle a su familia acerca de su decisión de seguir a Cristo y entonces decirles adiós a sus familiares. Sin embargo, un estudio más de cerca revela que este hombre habría necesitado tiempo para poner en orden sus asuntos. En otras palabras, requiere que se cumplan primero ciertas condiciones. Si regresa a su casa a decirle adiós a su familia, otras personas pudieran influenciar negativamente su decisión. Él tendría la oportunidad de escuchar diferentes  opiniones de parte de otras personas. O tal vez iba a estar tan ocupado o distraído como para regresar a seguir a Jesús. Las consecuencias del discipulado es amar a nuestra familia, pero no permitir que esa familia interfiera con nuestro amor por Dios y el deseo de obedecer sus mandamientos.

Muchas personas tienen el deseo de seguir a Cristo, pero se les presentan tantas barreras para hacer, que nunca realmente llegan a sobrepasar tales obstáculos

El joven rico

Muchas de las palabras de Jesús son difíciles de escuchar porque en general demandan mucho de sus oyentes. Jesús siempre va a pedir de nosotros todo lo que somos y todo lo que tenemos. Con él no hay medias tintas, No perdamos de vista todavía Lucas 9 y regresemos por un momento a Mateo 19:16 -22 para leer la historia del joven rico.

El evangelio de Mateo continúa relatando entonces la trágica respuesta de este hombre al llamado de la gracia divina:

22 Cuando el joven oyó esto, se fue triste, porque tenía muchas riquezas.

Podemos ver en esta historia que el ser obedientes a la ley y el todavía no seguir a Jesús, puede ser una posibilidad con resultados muy distintos. Una consecuencia o resultado del discipulado es ser obedientes a la ley, pero hacerlo siempre con Cristo.

No mires atrás

Volvamos ahora a Lucas 9:62, Jesús adapta un dicho común de la época para ilustrar una profunda verdad espiritual.  Debemos escucharlo y prestarle mucha atención. “Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios”. ¿Qué significa eso de poner la mano en el arado? Esta frase proverbial significa emprender algún tipo de negocio o tomar para sí una tarea o una responsabilidad. Implica también que, si deseamos tener éxito en esa empresa, tenemos que mirar siempre adelante y nunca mirar hacia atrás.

Cristo nos advierte en cuanto a que el mirar atrás nos podría descalificar para el reino de Dios. Nos dice: “ ¡Acuérdense de la esposa de Lot!  El que procure conservar su vida la perderá; y el que la pierda la conservará” (Lucas 17:32, 33). La esposa de Lot no había hecho un compromiso consigo misma de ir hacia adelante con el ángel; su corazón estaba todavía en Sodoma.

Dice Proverbios 3:5: “Confía en el Señor de todo corazón,  y no en tu propia inteligencia”.  Aunque el sufrimiento y las privaciones no llevan por sí mismos a la salvación, señalan bien hacia la completa confianza que hemos depositado en Cristo.

El justo, vivirá por fe

En Hebreos 10:38 encontramos una idea similar: “Mas el justo vivirá por fe;
y si retrocediere, no agradará a mi alma” (RVR 1960). El apóstol Pablo sugiere que el discipulado solamente es posible cuando vivimos por fe, pero estamos en peligro de perder nuestra salvación cuando hacemos a un lado esa fe.

El gran predicador, Charles Spurgeon, dijo una vez: “Confiar en Dios lleva a la salvación; no confiar significa no haber sido salvados por él”. Una consecuencia del discipulado es la posibilidad de mirar hacia atrás, perdiendo de vista a Jesús, olvidando la confianza en él y perdiendo nuestra salvación.

Conclusión

Hemos visto que el verdadero discipulado requiere de nosotros lo siguiente:

  • Responder al llamado de Jesús en forma decisiva y dispuesta, porque no hay espacio para la indecisión.
  • Seguir a Jesús en obediencia, aun hasta el punto del sacrificio.
  • Confiar en forma total en el Señor y responder en fe haciendo a un lado la desconfianza.
  • Hacer de la relación con el Señor nuestra gran prioridad; lo cual incluye la oración diaria y el estudio de la Palabra de Dios.
  • Negarnos a nosotros mismos y a los placeres de este mundo que hacen que miremos hacia atrás en vez de mirar hacia adelante.

Examinemos nuestra vida el día de hoy y hagámonos a nosotros mismos estas serias preguntas:

  • ¿Qué comodidades o posesiones estoy poniendo delante del Señor en mi vida?
  • ¿Qué relaciones son más importantes para mí que mi relación personal con Cristo?
  • ¿De quién o de qué estoy dependiendo en mi vida para mi seguridad y mi bienestar?

Confianza para ser un discípulo

Necesitamos poner nuestra confianza en Jesús porque no hay otra forma de llegar a ser un amado discípulo.

Hemos sido bendecidos con una verdad eterna y un gran mensaje que debemos dar a un mundo que lo está esperando; y el llamado de Jesús, “Sígueme”, es todavía relevante para cada uno de nosotros hoy.

Hay millones de personas que están esperando escuchar las buenas nuevas de salvación. ¿Estás dispuesto a ir más allá de ti mismo, dejar a un lado tus comodidades, sacrificarlo todo y salir a hacer discípulos para el Señor?

Dios te bendiga al orar honesta y fervientemente por el derramamiento del Espíritu Santo en respuesta a tu entrega  a un verdadero discipulado.

Autor: Cordell Liebrandt

[1] Elena G. White, Testimonios para la iglesia, tomo 2 (1871), p. 172.

[2] White, Servicio cristiano, p. 295.

Revista Adventista de España