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Este capítulo 21 comienza con la profecía del mensaje de los tres ángeles referente a la predicación del Evangelio y relacionada con el anuncio de la llegada del juicio. Se dice que este mensaje sería anunciado mundialmente en el “tiempo del fin”. Este tiempo, señalado por las profecías de Daniel y anunciado por Pablo, coincide con el año en el que el papado perdió la supremacía que había permanecido intacta por los 1260 años marcados por la profecía bíblica. A partir de ese año la profecía, especialmente el libro de Daniel, dejaría de estar sellada y habría un énfasis en el estudio de las profecías y la proclamación de la Segunda Venida.
Joseph Wolf
En 1821, tres años después de haber llegado Miller a sus conclusiones referentes a la venida de Jesús, apareció Joseph Wolf, alemán de origen judío que llegó a la conclusión de la inminente venida del Señor de forma parecida a como lo presentaba Miller. Misionero incansable, “perseveró en sus labores hasta que el mensaje del juicio quedó proclamado en gran parte del mundo habitado. Distribuyó la Palabra de Dios entre judíos, turcos, parsis e hindúes y entre otros muchos pueblos y razas, anunciando por todas partes la llegada del reino del Mesías”.
Lacunza, Bengel,Gaussen y Miller
El mensaje del advenimiento se predicó en Inglaterra, en América del Sur donde el jesuita chileno Lacunza, haciéndose pasar por un judío convertido publicaba las verdades de la vuelta de Cristo bajo el seudónimo de “Rabbi Ben-Ezra”. En Alemania, el ministro luterano Bengel comenzó a estudiar las profecías de Apocalipsis y sus escritos se propagaron por toda la cristiandad. En Suiza, Gaussen quedó fascinado por la precisión de la profecía de Daniel 2 y a través de un ministerio especial con los niños, pudo predicar a los padres acerca del advenimiento. De él, se nos dice que “aunque era uno de los predicadores más distinguidos y de mayor aceptación entre el público de idioma francés, fue suspendido del ministerio por el delito de haber hecho uso de la Biblia al instruir a la juventud”.
En Estados Unidos, fueron Miller y sus colaboradores los que anunciaban la Segunda Venida por todo el país. Dada la inmediatez del evento y la pasión con la que compartían el mensaje, se nos dice que “siempre que se exponían los argumentos en favor de la próxima venida de Cristo, había grandes multitudes que escuchaban embelesadas”. Elena White comenta que “muchos que profesaban amar al Salvador declaraban que no se oponían a la doctrina del segundo advenimiento, sino tan solo a que se le fijara una fecha. Pero el ojo escrutador de Dios leía en sus corazones. En realidad, no querían oír decir que Cristo estaba por venir para juzgar al mundo en justicia”.
Horas preciosas de expectación y comunión
Es interesante notar que el énfasis siempre ha de estar vinculado con la preparación. No perder de vista el evento que anhela nuestro corazón. Vivir con la constante expectativa del retorno nos permite vivir sin perder de vista a Jesús. Aunque nadie sepa el día ni la hora de su venida, se nos exhorta y se requiere de nosotros que sepamos cuando está cerca.
En los días de Miller, “los que habían aceptado el mensaje velaban por la venida de su Salvador con indecible esperanza. El tiempo en que esperaban ir a su encuentro estaba próximo”. Se acercaban al momento del encuentro con calma, en relación dulce con Dios y con la paz de haberse preparado. Fueron “horas preciosas de expectación” en las que, con sinceridad, “examinaban cuidadosamente todos los pensamientos y emociones de sus corazones”.
Fijaos en el anhelo que comparte la escritora: “¡Ojalá hubiese aún entre el pueblo que profesa pertenecer a Dios el mismo espíritu para estudiar el corazón, y la misma fe sincera y decidida! Si hubiesen seguido humillándose así ante el Señor y dirigiendo sus súplicas al trono de misericordia, poseerían una experiencia mucho más valiosa que la que poseen ahora. No se ora lo bastante, escasea la comprensión de la condición real del pecado, y la falta de una fe viva deja a muchos destituidos de la gracia tan abundantemente provista por nuestro Redentor”
Dios estaba, y está, al timón
Dios estaba al timón de este movimiento. Su mano cubrió el error cometido en relación al evento que debía cumplirse a la conclusión de sus cálculos proféticos. A pesar del gran chasco y amargo desengaño que experimentaron los que esperaban con fe sincera el encuentro con Jesús, Dios no los abandonó. En su infinita sabiduría permitió que esto ocurriera para demostrar que había quienes se habían preparado solo por miedo, sin una fe real en el Salvador que mejorara la condición de sus corazones.
Llegaba la hora de las burlas y ridiculizaciones para aquellos que habían proclamado el mensaje de su venida, pero Dios no abandonaría a su pueblo.
Autor: Óscar López. Presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.