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“En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros. En efecto, ustedes aman a todos los hermanos que viven en Macedonia. No obstante, hermanos, les animamos a amarse aún más, … para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes…” 1 Tesalonicenses 4:9-11
Hipótesis de la amortiguación del estrés: Bert Uchino y Wendy Birmingham, de la Universidad de Utah (EE.UU.) hicieron esta propuesta de estudio.
Según esta propuesta, los amigos constituyen una protección eficaz contra los agentes estresantes y su presencia mejora la salud, tanto física como mental. Estos investigadores constataron que quienes cuentan con una red sólida de amigos están protegidos de la depresión, de la ansiedad, de las enfermedades cardiovasculares y de la muerte prematura. En diversos estudios han comprobado que los que viven aislados, o no tienen buenas relaciones sociales, son más propensos a esas enfermedades que los que viven en armonía con otras personas.[1]
La fraternidad es un fenómeno que tiene que ver en primera instancia con la consanguinidad, pero su uso en sentido figurado viene de mucho tiempo atrás. Platón ya definía al compatriota como hermano[2] y Jenofonte consideraba al amigo un hermano[3] . En el Antiguo Testamento la fraternidad se explica desde el concepto de un padre común, es decir, Dios, que no solamente es Dios de Israel, sino padre de todos los pueblos por creación (Gén. 1:27; 5:1; Hech. 17:24-28).
Hermano en el Antiguo Testamento
En su sentido más estricto la palabra hebrea ‘ah o griega Αδελφός (adelfos), se refiere a los individuos nacidos del mismo seno maternal (Gén. 4:1-2); pero también al pariente lejano (Gén. 13:8). Existe una fuerte solidaridad entre hermanos, de tal forma que el que no tiene hermanos está sin protección (Lev. 25: 25-28). La ley del levirato hace al israelita responsable de perpetuar el nombre de su hermano difunto. Tiene la obligación de edificar la casa de su hermano, así su nombre no se borrará de Israel (Deut. 25:5-6; Gén. 38).
Los libros sapienciales alaban a menudo la suerte de tener un hermano. No hay mayor dolor que el abandono de los hermanos, porque precisamente el hermano “nace para tiempo de angustia” (Prov. 17:17). Tener un hermano significa tener seguridad, protección, pues el hermano vale más que todo bien material.
Más tarde se amplió el concepto original de “hermano”, la palabra hebrea ‘ah comparte ahora su semántica con rea’, que significa “prójimo”. La relación entre “hermano” y “prójimo” se representa en el Antiguo Testamento como la de dos círculos concéntricos de los que el mayor incluye al meno[4] , es decir, el hermano es el amigo; así lo podemos ver en el canto de endecha de David a Jonatán (2Sam.1:26). Finalmente el sentido de “hermano” involucra al compatriota, siendo solidarios y responsables entre sí como hermanos (Num. 20:3), incluyendo hasta la preocupación por los animales domésticos de sus hermanos (Deut. 22:1ss).
Aparte de esta fraternidad de consanguinidad y de nacionalidad, Israel conoce la fraternidad por la fe, que está fundada en Abraham, el padre de la fe (Rom. 4:12). Para Israel Abraham es su antepasado según la carne (Rom 4:1, Jn 8:39), portador de las promesas (Gén. 12:2). Entonces el término “hermano” tiene para Israel un doble sentido: pertenecer a una misma familia, un mismo pueblo en este caso, y profesar la fe en un mismo Dios.
Hermano en el Nuevo Testamento
En el Nuevo Testamento el término “hermano” se usó para llamarse así entre miembros de comunidades religiosas y Jesús lo empleó para llamar a sus discípulos “… todos vosotros sois hermanos” (Mat. 23:8). Jesús hace una clara distinción entre la fraternidad de consanguinidad o nacionalidad, y fraternidad de la fe (Mat. 3:9): los verdaderos hijos de Abraham, son los que viven la fe en el mismo Dios (Gál. 3:29; Rom. 4:11). Jesús enfatiza la fraternidad que surge de un nuevo nacimiento, como hijos de Dios (Jn. 3:3).
La palabra “hermano” encuentra en Jesús su verdadero sentido, hacia donde el Antiguo Testamento se proyectaba, en Él se cumple la promesa en la que el Mesías llamará a sus liberados hermanos (Salm. 21:22). En Él se funda una nueva fraternidad, que goza de su familiar e íntima comunión con Su Padre (Mar. 3:31-35). Participan en el mismo espíritu que les hace “hijos de Dios, y con esto herederos de Dios y coherederos de Cristo” (Rom. 8: 17), son aceptados por Cristo como hermanos, y él no se avergüenza de llamarles así (Heb. 2:11-13). Finalmente el concepto “hermano” alcanza su clímax cuando Jesús se auto-identifica con él, pues “en cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mat. 25:40). Cristo da origen o rescata la verdadera hermandad, él es el “primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29) y esta verdad nos apela a vivir como él vivió (1Jn. 4:7ss)
Hermano en tiempos difíciles
Ellen G. White, mirando hacia el futuro, dijo: “La unión con Cristo y los unos con los otros constituye nuestra única salvaguardia en estos últimos días … Hay una gran necesidad de amor fraternal en la iglesia de Dios. Muchos de los que aseveran amar al Señor no tienen amor hacia aquellos con quienes están unidos por vinculo de fraternidad cristiana … ¡Cuán tiernos y estrechos debieran ser los vínculos que nos unen!” (CPI, 76-77). Dadas las circunstancias actuales que nos está tocando vivir en estos momentos de la historia de la iglesia en España y en otros lugares del mundo, pareciera que las expresiones externas de fraternidad más comunes y frecuentes entre los cristianos (estrechar la mano, abrazos, besos, invitaciones a comidas, etc.,) sufren un parón hasta nueva orden, con el objetivo de proteger a nuestros hermanos y protegernos a nosotros mismos.
¡Pero hay otras formas de expresar nuestra fraternidad! Me han emocionado las iniciativas de jóvenes voluntarios que se ofrecen para hacer la compra de las personas mayores o enfermas, pasear mascotas, cuidar niños de personas que deben ir al trabajo… Ya Pablo, dos mil años atrás, había aconsejado cómo debería ser nuestro proceder como hijos de Dios y hermanos los unos de los otros: “les animamos a amarse aún más, … para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes…” (1Tes. 4:11).
Esta ocasión es una oportunidad para expresar nuestra fraternidad, para llevar adelante iniciativas de amor y bondad, para cuidar de nuestros hermanos en la fe, de forma que todos estén cuidados y atendidos. Extendamos puentes hacia los vecinos de nuestro edificio, de nuestro barrio, que nadie este solo, formemos una red de servicio y amor, ¡incluso desde la distancia! Hagamos de la fraternidad un don y no una tarea.
El pecado ha dejado una herida en la naturaleza social del hombre (Gén. 3:16), pero no hagamos como Caín que no quiso saber dónde estaba su hermano y se negó a ocuparse de él, más bien vivamos el undécimo mandamiento a la manera de Jesús, haciendo el bien y teniendo compasión con las personas. “Que os améis unos a otros: como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros” (Jn. 13:34).
Estos días vive la fraternidad, envía mensajes de ánimo, comparte en tus redes sociales textos bíblicos de esperanza y ánimo, llama a hermanos/as de tu iglesia, llama a tu pastor y/o anciano y hazle saber que oras por él/ella; ora por los gobernantes del país, por los enfermos, por los sanitarios, haz de la fraternidad un potente antivirus en este tiempo.
¡Yo me quedo en casa, pero soy un hermano en tiempo de dificultad! (Prov. 17:17).
Autor: Gabriel Díaz, responsable de Escuela Sabática, Misión Global, Evangelismo y Ministerio Personal de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
NOTAS
[1] Melgosa, J. Fidanza L. “Buena medicina es el corazón alegre” Matutina del 2020, Marzo 16 de 2020.[2] Menexenos, 239a, citado en H. von Soden, Αδελφός, en Kittles, ThW I, 146s y en K. H. Schelkle, Bruder, en Klausers, RACh II, 631.
[3] Anábasis II, 2, 25, 38)
[4] Bremer, M. Sobre la significación de “hermano” en la biblia (Revistas Electrónicas de la Universidad de Granada)