MaPas y Tesoros es un espacio para Mamás, Papás y los tesoros de la casa. Nombre creado para las Asociaciones Sal y Criar (Madrid) iniciativa que convoca a las familias para un encuentro de diálogo y aprendizaje compartido; y que ahora nos desafía, en este espacio de letras y palabras, a establecer este mismo diálogo y aprendizaje en familia, vosotros y nosotros.
“A IMAGEN Y SEMEJANZA”
Como la propuesta es que leáis MaPas y Tesoros en familia, voy a retar a los peques de la casa con una adivinanza para listos-relistos. Es una adivinanza con tareas: Primero, encontrar la respuesta y segundo, pensar lo que puede significar, con la ayuda de los papis.
Te dirá verdades
Si tu quieres verlas
Si dice mentiras
Te vendrán de perlas
Si mueves un lado
Moverá el opuesto
Aunque si le sonríes
Te devolverá el gesto
(La respuesta está al final del artículo)*
Uno de los primeros libros seculares que leí en mi primer embarazo, fue el de la argentina Laura Gutman La maternidad y el encuentro con la propia sombra. Muchas cosas de este libro no me convencieron, pero hubo algo que no pude negar, nuestros hijos son nuestro reflejo. Especialmente en los primeros años. Su estado anímico, emocional e incluso, yo agregaría, espiritual no hacen otra cosa que revelar lo que hay en casa, quiénes son sus papás, o incluso, sus abuelos, tíos y cuidadores, es decir, los adultos que pasan más tiempo con ellos.
Este libro me regaló la oportunidad de abrir los ojos a una realidad nueva: cuánto de mí ahora se movía en otras pequeñas criaturas, algo que me asustó y por otro lado me completó como nada lo había hecho hasta el momento. Pero también me llevó a pensar en Dios, en el momento en que nos creó: “a su imagen y semejanza”, y en cuanto de su forma de ser se reflejaba ahora en estas nuevas criaturas. Pensé en lo vulnerable que tiene que haberse sentido desde ese momento, por tener parte de sí, algo tan cercano a su corazón, libre por el mundo, sin poder poner un ápice de fuerza u obligación para que se mantengan bajo sus alas.
Hace un par de semanas viajaba en tren, entre Sagunto y Valencia, y un par de señoras (supongo que maestras) hablaban sobre lo que hacían los niños en el patio, y en particular, lo que le habían hecho en esos días a un niño con problemas de salud (obesidad, entre otras cosas). El comentario de una de ellas llamó mi atención: “Es que los niños son ignorantes y crueles, solo van a hacer daño”. Primero me sorprendieron sus palabras, luego me indignaron. Cuánto daño le ha hecho a los niños esta creencia generalizada de los adultos, una creencia que por cierto arrastramos desde siglos: Considerar a los niños como adultos en miniatura, que ya vienen cargados de malos pensamientos, malas intenciones, malos deseos. Que solo hacen las cosas dañinas por el gusto de fastidiar. Error, craso error que ha convertido a tantos niños justo en esto que pensamos de ellos.
En los primeros siete años, los niños no hacen más que reflejar nuestro humor, nuestras preocupaciones, nuestros intereses, nuestros gustos, e incluso nuestras actitudes y formas en que les vemos. Un niño que hace daño a otro, que nos parece ignorante y cruel, es un niño que no ha sido dirigido a pensar con conocimiento y sin crueldad, que muestra claramente una necesidad de afecto y atención que no estamos sabiendo darles. Cuánto de nosotros hay en las reacciones de nuestros hijos en sus primeros años, en su estado anímico, en su poco o mucho interés en las cosas de Dios.
A nuestra imagen y semejanza, nunca más cercanos a este reflejo que en los primeros siete años. En uno de nuestros campamentos de Entrepeñas, oí a dos niños de 7 y 8 años que hablaban en el columpio:
-¿Cuánto dinero has traído para la piscina?
-20€.
-Pues yo 30€ (con un rintintin de superioridad). Es la primera vez que vengo a un campamento (ups, se dio cuenta al segundo siguiente que no debió decir eso).
-¿En serio? (con voz de oportunidad).
-¡Si!, pero no fue por que no tuviese dinero, es que no quería…
Este mismo niño de pronto me mira a mi.
-¿Y tú? ¿A qué te dedicas?
-Estoy en casa con mis hijas.
-Ah! (con cara de poco interés), eres ama de casa.
Luego explicó que su padre era un directivo de una empresa, que su madre estaba montando una tienda propia, etc.
No pude evitar sorprenderme. Luego supe que había hecho y dicho cosas similares todo el campamento. Me quedaba claro qué era lo importante en aquella familia, y cuál sería el tema de conversación más frecuente en casa. Por cierto, no eran cristianos, si esto nos consuela.
A nuestra imagen y semejanza. Laura Gutman va un paso más allá y dice que incluso, algunas de las enfermedades de los niños, son simplemente reflejo de nuestros miedos, preocupaciones, ansiedades. Esto es algo muy profundo y no me puedo explayar en explicarlo, tampoco espero que estéis de acuerdo, simplemente os pido que os quedéis con esta idea: Hemos sido creados para reproducir la imagen de Dios, reproducir la imagen del padre. Es natural que esto ocurra también con nuestros hijos. ¿Os animáis a leer vuestros libros abiertos? Observad a vuestros hijos. Os pueden enseñar y contar de vosotros mismos mucho más de lo que os podéis imaginar.
Os invito a que leáis este artículo con vuestros cónyugues y dialoguéis sobre esto. Puede ser una puerta abierta a nuevos caminos.
*Por cierto, la solución de la adivinanza es: el espejo.