«El ánimo del hombre puede sostener al enfermo, ¿pero quién puede levantar al abatido?» (Proverbios 18:14 NBV)[1]
El paiche o Arapaima gigas [2] es uno de los peces de agua dulce más grande del mundo, alcanza hasta 4 m de longitud y pesa 200 kg o más. Este animal vive en los ríos de la Amazonía peruana, y es oriundo y parte natural del ecosistema de esa zona. Los pescadores se benefician de la demanda que hay de su carne en los mercados peruanos. Lamentablemente, se cree que algunos ejemplares escaparon de una piscifactoría y llegaron a los ríos de Bolivia, alterando peligrosamente el ecosistema de la Amazonía boliviana.
Se estima que cada año el paiche avanza unos 40 kilómetros en los ríos bolivianos, lo que, por su tamaño y apetito, lo convierten en una seria amenaza para las poblaciones de peces nativos. Al ser un pez territorial, se apodera de una extensión de agua y ahuyenta a las especies nativas. Ese es uno de los problemas graves. Las otras especies huyen del depredador y se adentran en otras masas de agua mucho más lejanas, más remotas y de difícil acceso.
Los expertos en el mundo advierten que la mayoría de las especies invasoras son perjudiciales para la naturaleza. Esas especies se consideran la segunda causa más importante de pérdida de biodiversidad después de la destrucción de hábitat. Con razón, los investigadores bolivianos sostienen que, en una o dos décadas, el paiche se va a extender a todas las áreas potenciales donde esta especie pueda vivir.
Así como ese gran pez puede ser capaz de arruinar y desequilibrar un ecosistema, el ser humano puede terminar en la ruina y con una vida desequilibrada, si no doblega y aleja el desánimo, que cómo un paiche voraz y agresivo puede alterar su presente y perturbar su futuro.
Ánimo versus desánimo
Para definir el término desánimo, podemos acudir al versículo bíblico que encabeza este artículo: «El ánimo del hombre…». La palabra original hebrea para ‘ánimo’ es rûah, y tiene una gama amplia de significados,[3] pero en síntesis puede referirse: 1. al viento, brisa, aire en movimiento, 2. aliento, respiración, soplo, 3. hálito de vida, espíritu como factor vital de todas las criaturas que respiran.[4] Sin embargo, el sentido básico de esa palabra te lleva al inicio mismo de la vida humana que narra Génesis 2: 7.[5] Dios ‘animó’ al inerte cuerpo de barro del hombre con el «soplo de vida», ese hálito de vitalidad, como una chispa de energía, puso en funcionamiento el insensible trozo muerto de barro. Le dio al cuerpo de barro un «corazón y espíritu», convirtiéndolo en un ser vivo, integral y dinámico.
Entonces, ‘ánimo’ en el contexto anterior, apunta al «corazón y espíritu»,[6] es decir, es el funcionamiento sincrónico y equilibrado del aprendizaje de la vida diaria con las emociones y reacciones naturales frente a acontecimientos diarios, que hacen del ser humano, un ente dichoso que vive en paz. Asimismo, es la energía que mantiene vivo y en acción al hombre, es la fuerza y resiliencia para enfrentar óptimamente el peso de las dificultades que son opciones válidas en la experiencia humana. Es la «cualidad de poder actuar con valentía ante la oposición o bajo grandes dificultades; estar preparado para hacer cosas peligrosas o arriesgadas».[7]
Pocas cosas ayudan a una persona como el ánimo. George M. Adams lo llamó «el oxígeno del alma». El poeta y filósofo alemán Johann Wolfgang von Goethe escribió: «La corrección alcanza mucho, pero el ánimo después de la censura es el sol tras una llovizna». Y William A. Ward reveló sus sentimientos al decir: «Adúleme, y es posible que no le crea. Critíqueme, y quizás no me caiga bien. Ignóreme, y a lo mejor no lo perdone. Anímeme, y no lo olvidaré».[8]
Muerte en vida
Por eso, el desánimo, como un paiche, puede arrasar e invadir ferozmente el ecosistema equilibrado de una vida. En definitiva, el desánimo es lo contrario al ánimo. Metafóricamente hablando es la «energía de vida» que abandona el cuerpo, dejándolo en su estado primario: inerte, frío y cadavérico. Allí ese ser humano solo existe, no vive, es como un muerto que camina, no le avisaron de su deceso, y solo falta que lo entierren. Como decía el poeta Manuel González Prada: «Para verme con los muertos ya no voy al campo santo, busco plazas, no desiertos, para verme con los muertos. ¡Corazones hay tan yertos! ¡Almas hay que hieden tanto!…».
En este contexto, el desánimo se puede entender mejor a través de ciertas características tanto físicas, mentales y espirituales: cansancio prolongado que no se recupera en las horas normales de sueño, apatía, descuido personal, vida desordenada y sin metas claras, sentido de infelicidad que surge de la pérdida de confianza en las propias habilidades, oscurecimiento de la visión y olvido de la misión, abandono del entusiasmo, desvalorizar las bendiciones materiales y espirituales que antes se disfrutaban, pocas ganas de orar, el estudio de la Biblia deja de ser prioritario y desgano cuando se trata de actividades de la iglesia.
Un ejemplo, para una mejor comprensión del desánimo, son las palabras del rey David, cuando en cierto momento de su vida, el paiche del desánimo invadió su frágil ecosistema vivencial y arrasó con su paz y esperanza: «Y le digo a Dios, a mi Roca: ¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué debo andar de luto y oprimido por el enemigo? Mortal agonía me penetra hasta los huesos…». (Salmos 42:9-10).
Expulsando al paiche del desánimo
Una vida animada, debe ser el principal deseo para empezar y enfrentar un nuevo año, porque un muerto no puede hacer nada. En la experiencia de David, capítulos 42 y 43 de los Salmos, que pasó por el valle del desánimo, se puede descubrir el antídoto. En esas líneas, una pregunta es recurrente: ¿por qué? Esto revela que la expulsión del desánimo empieza con el descubrimiento de sus causas. ¿De qué color y tamaño es mi «paiche»? ¿por qué estoy así?, ¿cuándo fue el momento que empecé a perder la energía? ¿tiene que ver con alguna experiencia o práctica? ¿tiene relación a algún sueño u objetivo personal? ¿cómo está mi relación con Dios? ¿estoy caminando bajo sus principios?
Con el sinceramiento de las causas del desánimo, cobrará sentido el antídoto o remedio que se necesita para contrarrestarlo. Y éste se basa en tres acciones que son reveladas en los dos capítulos mencionados:
Pensar y orar:
El desánimo es real, el ser humano tiene derecho a sentirte débil y sin vida, porque es un ser de carne y hueso. Pero el hecho que sea palpable no es, en última instancia, invencible para aquel cuya esperanza esté puesta en Dios. En las Escrituras, la esperanza no es como pensar: «Ojalá…» Es más bien confianza basada en las promesas de Dios; es la certeza de que llegaremos a experimentar bendiciones que aún no experimentamos. Esa certeza está basada en el hecho de que Él es «Salvador y Dios» (Salmos 42:11)
Retornar a la luz de Las Escrituras:
Una vida desanimada, es una experiencia en oscuridad, como un túnel donde no se ve la luz de la salida. David, aun en medio de la penumbra del desánimo, es guardado de ser sobrecogido, y lo que le guarda es el conocimiento de Dios que ha recibido en el pasado a través de su Palabra. Aun cuando estaba en el punto más bajo, conocía a Dios como Salvador, Dios vivo, su Roca, y su Fortaleza. Con razón busca y pide: «Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen a tu monte santo, que me lleven al lugar donde tú habitas» (Salmos 43:3) Y esa luz es La Palabra de Dios (Salmos 119:105)
Volver a ver:
No debe permitirse que el desánimo direccione la mirada, porque incitará a mirar hacia dentro, hacia abajo y hacia atrás. En cambio, cuando la Palabra de Dios enfoca la mirada, influye a hacerlo hacia arriba, hacia fuera e ineludiblemente hacia adelante. El desánimo desfigura el verdadero futuro que Dios tiene planificado para sus hijos, y priva las bendiciones. En el mejor de los casos, el desánimo sólo permite vislumbrar el futuro a la luz pálida del presente. Pero la Palabra de Dios anima a mirar el presente a la luz brillante del futuro. Por eso David, al tomar el antídoto para el desaliento, exclama seguro: «Llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi deleite, y allí, oh Dios, mi Dios, te alabaré al son del arpa» (Salmos 43:4)
Ánimo en 2024
Puede ser hasta normal, que después de un año de pruebas, retos, tropiezos y conquistas, el frágil humano se quede sin energía, sin vida, inerte y seco, características del desánimo. Es posible que el paiche del desánimo esté desequilibrando nuestro ecosistema interior. En ese estado, no hay lugar para el amor, la esperanza y la fe. Y sin ellos no hay sueños ni expectativas positivas para el presente, menos para el futuro, solo dolor y enfermedad. Con razón el hijo de David, Salomón, asegura que una vida con ánimo trae sanidad en todos los aspectos de la existencia.
Por lo tanto, la persona que empieza un nuevo año recargando su vida con la vitalidad de un reencuentro con Dios, a solas, en algún rincón silencioso de su casa o en algún paraje calmado y solitario, escuchará con total claridad estas palabras sanadoras: «¡Ten ánimo; Yo Soy, no temas!».[9]
Autor: Joe Saavedra (ThD), pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
(twitter.com/joesaa o escríbele a [email protected])
Imagen: https://agraria.pe/noticias/el-paiche-nuestro-de-cada-dia-26812
MUCHAS gracias por informar acerca del PAICHE espiritual que muchos podríamos tener y es a quién deberíamos apartar o matar con una CONFIANZA PLENA EN LA PERSONA CELESTIAL QUE VINO PARA ACERCARNOS AL AUTOR DE NUESTRAS VIDAS. “CRISTO JESUS”, prometió y tenemos al CONSOLADOR que nos acerca al maravilloso DIOS. BENDICIONES.
Gracias por tu comentario, Elena. Bendiciones.
No seria para divulgar sino por dar mis agradecimientos por la meditación del CENTINELA de enero 2024.
Bendiciones.