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El verdadero Premio Gordo de la lotería, como todo lo que es realmente valioso, no se puede comprar. Es tener amor, paz, salud, estabilidad y, sobre todo, la presencia de Dios en nuestra vida. Con Dios lo tenemos todo, sin él, no tenemos nada. 

La Lotería de Navidad en España es famosa por ser uno de los sorteos más grandes del mundo en términos de premios. Cada año, la lotería reparte una cantidad masiva de premios, lo que la convierte en un evento muy esperado por la población.

Los premios más destacados de la Lotería de Navidad incluyen:

El Gordo: Es el premio principal, conocido como «El Gordo de Navidad». Su monto varía, pero suele ser significativamente alto. El monto del premio varía cada año, pero suele ser bastante grande. En 2022, por ejemplo, el premio para el número ganador del Gordo fue de 4 millones de euros por serie. Cada décimo de lotería tiene una serie de números, por lo que el premio se divide entre las series vendidas. Es uno de los premios más esperados y celebrados durante la temporada navideña en España.

Segundo premio: Es otro premio importante que sigue al Gordo y también reparte una suma considerable entre varios cupones.

Tercer premio: Es el tercer premio más grande del sorteo y también reparte una cantidad sustancial de dinero.

Cuarto y quinto premio: Estos premios son significativos, pero de menor cuantía que los anteriores. Aun así, representan sumas considerables que se reparten entre múltiples boletos.

Además de estos premios mayores, hay una serie de premios menores que se distribuyen entre varios números de cupones, lo que hace que la Lotería de Navidad sea especial: prácticamente cada billete tiene alguna posibilidad de ganar algún premio, lo que crea una gran emoción y expectación en todo el país.

El dinero no da la felicidad

En la vorágine de la vida moderna, solemos medir nuestra fortuna en términos de riqueza material. Sin embargo, si reflexionamos detenidamente, descubriremos que el verdadero Premio Gordo no se encuentra en un billete de lotería, sino en los regalos más preciados que a menudo pasamos por alto: salud, amor, paz, estabilidad y, sobre todo, la presencia de Dios en nuestras vidas.

A este respecto cabe señalar dos evidencias. La primera de ellas está recogida por Richard Layard en su libro La felicidad: lecciones de una nueva ciencia (2005):

«La sensación de ser feliz crece a medida que se incrementan los ingresos sólo hasta determinado umbral. Ese umbral coincide con el punto de satisfacción de las “necesidades básicas”, “esenciales” o “naturales” […]. Más allá de ese umbral tan modesto, la correlación entre riqueza y felicidad se desvanece. El incremento de ingresos más allá de ese umbral no suma nada a la cuenta de la felicidad. Esos hallazgos sugieren que, contrariamente a la promesa superior y la creencia popular, el consumismo no es ni un síntoma de felicidad ni una actividad que pueda asegurarnos su consecución» (citado por Z. Bauman, Vida de consumo, 2007, pp. 68–69).

Casos de personas que ganaron la lotería, pero lo perdieron todo

La segunda evidencia es que no hay ninguna prueba de que con el crecimiento del volumen total –o «promedio»– del consumo material, también aumente el número de personas que dicen «ser felices». «No han sido demostrados los argumentos que le confieren al aumento del consumo el estatus de autopista hacia la felicidad. […] A medida que el juicio avanza, se van acumulando pruebas contrarias a la tesis de la demanda, pruebas que sugieren que una economía orientada al consumo promueve activamente la desafección, socava la confianza y profundiza la sensación de inseguridad, hasta convertirse ella misma en fuente de ese miedo ambiente que prometía curar o ahuyentar, ese miedo que satura la vida líquida moderna y es la causa principal del tipo de infelicidad propio de esta época» (citado por Z. Bauman, Vida de consumo, 2007, p. 70).

El consumo produce satisfacciones inmediatas, instantáneas y completamente reales, pero ese resultado siempre es a corto plazo. Sirvan como ejemplo la cantidad de casos de personas que han ganado la lotería y a los pocos meses o años han acabado arruinadas.

La lotería de Navidad, con sus promesas tentadoras de cambio instantáneo de vida, puede seducirnos con sueños de riquezas inesperadas. Pero ¿qué tan efímero es el encanto de esas ganancias monetarias en comparación con la Vida Eterna? Este mundo no es comparable a la felicidad, paz y amor infinitos que disfrutaremos cuando Cristo vuelva. ¿De qué vale tener millones si estás enfermo? ¿De qué sirven tres mansiones de lujo si no tienes paz? «¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero, pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma?» (Mateo 16:26).

Al fin y al cabo, lo que las personas compran cuando adquieren lotería es un ideal de felicidad… equivocado.

La felicidad es una forma de vivir

La felicidad es un concepto complejo y subjetivo, y lo que la genera puede variar de una persona a otra. Sin embargo, hay ciertos aspectos fundamentales que suelen contribuir a la sensación de felicidad en la mayoría de las personas:

Relaciones significativas: Conexiones humanas sólidas, ya sea con amigos, familiares o una pareja, suelen ser esenciales para la felicidad. Sentirse amado, apoyado y conectado con los demás puede generar un profundo sentido de bienestar.

Propósito y significado: Tener metas claras, un propósito en la vida y sentir que se está contribuyendo de alguna manera al mundo puede brindar un sentimiento de satisfacción y realización.

Salud física y mental: El bienestar físico y mental es crucial. Sentirse bien físicamente, tener buena salud mental y cuidar el equilibrio emocional contribuyen a la sensación de felicidad.

Apreciación y gratitud: Cultivar la gratitud por las pequeñas cosas y aprender a apreciar lo que se tiene en lugar de enfocarse en lo que falta, nos hace mas felices.

Resiliencia y manejo del estrés: Desarrollar habilidades para enfrentar desafíos, adaptarse a situaciones difíciles y manejar el estrés puede ayudar a mantener un equilibrio emocional que contribuya a la felicidad.

Experiencias enriquecedoras: Buscar experiencias que nutran el alma, como viajar, aprender algo nuevo, participar en actividades creativas o disfrutar de la naturaleza, puede agregar alegría y significado a la vida.

Equilibrio entre trabajo y vida personal: Tener tiempo para actividades recreativas, familiares y personales, además del trabajo, es vital para evitar el agotamiento y mantener una sensación de bienestar.

Y si te fijas, hilados en todos esos ítems hay conceptos básicos para la felicidad como el amor, la salud, la paz, el propósito de la vida o la estabilidad.

Es importante recordar que la felicidad es un viaje y no un destino final… o más bien, es una forma de viajar. Aunque es cierto que buscar un equilibrio entre estos aspectos y cultivar una mentalidad positiva y proactiva puede ayudarnos a alcanzar una mayor satisfacción, la felicidad es más bien una decisión personal: ¡decido ser feliz! Escojo ver el mundo de la mano de Dios, desde su perspectiva de la vida, porque la última estación, es felicidad eterna.

Lo que las personas buscan en la lotería, realmente, es felicidad. Creen que serán felices a través de un cambio de vida que el dinero de la lotería les proporcionará.

La lotería no va a cambiarte la vida

Pero la lotería no puede cambiarte realmente la vida, porque los verdaderos cambios no se producen de fuera hacia adentro, sino de adentro hacia afuera. Puedes tener millones y, aun así, sentirte muy desgraciado. Sin embargo, experimentar una relación sincera con Dios transformará tu existencia pase lo que pase. Es una garantía, y no necesitas jugar a nada para conseguirlo. Ese boleto tiene premio siempre. El único que puede transformar tu vida de verdad es Cristo.

Imagina que te toca la lotería, pero un familiar muy querido se muere de cáncer. El dinero puede ayudar, pero no solucionará el problema, ni cómo te sientes. Sin embargo, vivir de la mano de Jesús marca una gran diferencia. Tu perspectiva de la vida cambia y él te da la capacidad de ser feliz, de tener gozo y paz, aun en medio de las dificultades. Pablo cantaba en la cárcel, maltratado, hambriento y encadenado (Hechos 16:16-40) y los primeros cristianos cantaban aun siendo alimento de los leones en los circos romanos. Esa paz que trasciende nuestras situaciones, no la da la lotería, solo Jesús (Juan 14:27).

Los verdaderos premios

La vida nos ofrece premios a los que podemos optar sin jugar. Son regalos que llegan solos al aceptar «el boleto» gratuito de Dios.

El Gordo: Sin lugar a dudas, el premio Gordo de la vida es conocer a Cristo y su Plan de salvación, porque con él lo tenemos todo, y sin él no tenemos realmente nada. Es un premio que se reparte entre múltiples billetes con el número ganador, y lo obtienen todos los que lo aceptan. No hay sorteo, se llama gracia. ¡Es un regalo!

Segundo premio: Este premio podría ser el amor. Todos los seres humanos necesitamos sentirnos amados. Si tenemos todo, pero no nos sentimos queridos, no podemos ser felices.

El amor, tejido en los lazos emocionales y el apoyo mutuo, es otro premio inigualable en esta lotería de la vida. El amor no se limita a las emociones románticas, sino que abarca la amistad, la familia, la compasión y la empatía. Encontrar personas que nos acepten tal como somos, que nos alienten a ser mejores y que estén ahí en nuestros momentos más oscuros es un tesoro invaluable. ¿Qué mayor fortuna que la de amar y ser amado?

Sí, la lotería te dará muchos amores… pero la gran mayoría serán falsos, por interés. Pero Cristo te dará un amor tan sincero como haber entregado la vida por ti y volver a buscarte.

Tercer premio: Seguidamente, vendría la salud. Si tenemos amor, podemos enfrentar la enfermedad mejor, pero desde luego no disfrutaremos de la vida realmente. La esperanza y la fe, aún en medio de problemas, nos aporta herramientas para superar situaciones difíciles.

Cuarto y quinto premio: Estos premios también son importantes. Podrían ser la paz y el propósito o sentido de la vida. La paz es imprescindible para vivir bien. Y sin propósito para nuestra vida, siempre sentiremos que nos falta algo.

Por supuesto, además, hay un montón más de premios en la vida, que aprendes a valorar cuando conoces a Dios, como la estabilidad.

La estabilidad, una cualidad a menudo subestimada, es una joya esencial en nuestra existencia. La estabilidad emocional, financiera y social nos brinda una base sólida desde la cual construir nuestros sueños y enfrentar los desafíos cotidianos. En un mundo de constantes cambios, tener un lugar seguro al que llamar hogar, relaciones confiables y una sensación de equilibrio interior es un premio que no tiene precio. Y el lugar más seguro y más estable del mundo es la Roca de los siglos, nuestro Dios. (Isaías 26:3-4)

La gracia de Dios

La verdadera lotería, entonces, no se reduce a unos números afortunados, sino a la apreciación de los tesoros que ya poseemos. En nuestra búsqueda constante de más, a menudo pasamos por alto estas bendiciones cotidianas que hacen que la vida sea verdaderamente valiosa. La gratitud por la salud, el amor, la estabilidad y, sobre todo, la presencia de Dios, que nos ayuda a cultivar una perspectiva de abundancia y plenitud, incluso en medio de los desafíos de la vida.

Acepta la gracia de Dios. Ese es, sin duda, el verdadero premio, ¡y sin jugar a la lotería! ¡Es un regalo!

Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Coeditora y redactora de la Revista Adventista en España y QueCurso.es, gestora de las redes sociales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España y asistente de dirección y producción en HopeMedia España.

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