Elena de White afirmó que «la verdadera educación no desconoce el valor del conocimiento científico o literario, pero considera que el poder es superior a la información; la bondad, al poder; y el carácter, al conocimiento intelectual. El mundo no necesita tanto personas de gran intelecto como de carácter noble. Necesita personas cuya capacidad sea dirigida por principios firmes» (Elena G. de White, La educación, p. 225).
Para ello, la construcción de un carácter noble y cabal no es tarea fácil, sino el resultado de grandes esfuerzos individuales, de una lucha constante y sostenida contra las tendencias heredadas y la propensión al ensalzamiento del yo (Elena G. de White, Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 548). Pero, el esfuerzo vale la pena, ya que el carácter es lo único que podremos llevar de esta Tierra, la única posesión que llevaremos al cielo.
En los últimos años, se ha producido una revolución en la psicología, con la aparición de una nueva orientación: la psicología positiva (PP). Esta corriente ha rescatado la importancia del carácter que fue dejada de lado en el siglo XX. Ahora se investigan intensamente los beneficios de las fortalezas del carácter, y se promueve ejercitarlas para alcanzar el mayor nivel posible de plenitud personal. La PP elaboró una lista de 24 valores fundamentales, reconocidos por todas las tradiciones culturales a lo largo de la historia.
Virtudes, según la PP:
La idea del carácter que propone la PP atrae por su organización, su base científica y la gran cantidad de investigaciones que aportan evidencias empíricas a sus resultados. Las virtudes han sido clasificadas según incluyan fortalezas:
1-Cognitivas (sabiduría y conocimiento): curiosidad, aprendizaje, creatividad, análisis y perspectiva.
2-Emocionales (coraje): valentía, perseverancia, integridad y vitalidad.
3-Interpersonales (humanidad): amor, simpatía y sociabilidad.
4-Cívicas (justicia): civismo, justicia y liderazgo.
5-Las que protegen en contra de los excesos (moderación): perdón, modestia, prudencia y autocontrol.
6-Las relacionadas con el universo, que dan sentido a la vida (trascendencia): esteticismo, gratitud, esperanza, humor y espiritualidad.
En resumen, estas virtudes se refieren a valores personales, sociales y espirituales.
Potenciar las fortalezas del carácter
La PP considera que las fortalezas del carácter son potencialidades que deberían actualizarse a fin de experimentar la mayor felicidad o bienestar posible. A esto, Martin Seligman (el líder principal de esta orientación) lo denomina «florecer», es decir, alcanzar el nivel más alto del desarrollo, la felicidad y el bienestar.
Hace varios siglos, Aristóteles y Tomás de Aquino enfatizaron que la virtud puede adquirirse a través de la práctica. Benjamín Franklin relata en su biografía que se propuso mejorar una virtud cada semana mientras abandonaba el resto a su «suerte usual». Franklin reconoció que este programa de vida fue el responsable de su felicidad y éxito en la vida. Todos podemos aprender a ser más curiosos, más agradecidos, más justos, y a dar buenos consejos. La clave es crear nuevos hábitos a través de la práctica y el esfuerzo a lo largo del tiempo.
Sigamos la recomendación de Elena de White y el ejemplo de Franklin, y tratemos cada semana, o cada mes, una virtud específica, con la idea de poder ejercitarla y crecer como personas, para beneficio propio y de quienes nos rodean.
No olvidemos que: «Un buen carácter es la más preciosa de todas las posesiones mundanales, y la obra de formarlo es la más noble a la que pueda dedicarse una persona» (Elena de White, Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 547).
Autor: Mario Pereyra, doctor en Psicología de destacada trayectoria, docente universitario, y autor de numerosos libros y trabajos de investigación.