El periódico El Mundo traía esta semana una desgarradora noticia que llegaba desde Ucrania: Los «Ángeles Blancos» que salvan a los niños de la guerra: «Tienen historias de terror». Los ángeles blancos son un equipo de la Policía Nacional ucraniana que se dedica, de manera especial, a ayudar a la población. Los Ángeles Blancos les llevan víveres y ayuda humanitaria. Estas unidades de la policía, recorren las localidades de primera línea para asistir a sus habitantes. Hay muchas personas que se resisten a abandonar sus hogares. En ciudades como Krasnohorivka, la gente no quiere marcharse. No quieren huir. Allí están sus casas, sus recuerdos, su hogar.
A pesar de la devastación, muchos se refugian en el destruido hospital, sin entender por qué un lugar para curar civiles es bombardeado de ese modo. La última frase de la noticia de Euroneus: Krasnohorivka, donde un grupo de vecinos siguen tras un año de guerra y con los rusos as sus puertas, estremece. «La ciudad se resigna a su destino. Los rusos están cada vez más cerca y entregar ayuda humanitaria es cada vez más arriesgado».
Ángeles blancos. Personas que ponen en riesgo sus vidas para ayudar a otros. Héroes sin capa.
Y es que por muy secularizado que esté nuestro mundo, la palabra `ángel´ aún nos evoca bondad; y tal vez el adjetivo `blanco´ nos indique pureza, o que lo hacen desinteresadamente.
Ángeles en la Biblia
La palabra ángel viene del griego «ángelos», que significa «mensajero». Por lo tanto, la función principal de los ángeles es la de comunicar a los seres humanos mensajes de parte de Dios que los acercarán a él y a su voluntad. En la Epístola a los Hebreos se explica de la siguiente manera: «¿No son todos los ángeles espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvación?» (Hebreos 1: 14)
En la Biblia hay diferentes tipos de ángeles, con funciones distintas. Pero lo interesante es que para nosotros son seres que nos cuidan, mensajeros, que no se ven, pero actúan en nuestra vida.
Cuando hablamos de ángeles, aludiendo a personas, «… es un ángel», queremos decir que esa persona es buena, que ayuda, que es incluso amorosa.
Seamos «ángeles»
Las personas también podemos comportarnos como ángeles. Podemos ser esos mensajeros que lleven a los desfavorecidos, ayuda y consuelo. Podemos llevar esperanza y compartir el mensaje de la salvación.
El Señor nos dejó una misión antes de marcharse. «Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin». (Mateo 24: 14); «Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura». (Marcos 16: 15).
No sé cuánto puedes hacer por los demás ahí donde estás, pero sí sé que si somos Cristianos (seguidores de Cristo) estamos llamados a imitarle. Necesitamos reflejar su carácter y sus acciones, y eso es solamente posible cuando estamos conectados a Él y permitimos que el Espíritu Santo trabaje y limpie nuestro interior.
El Señor nos ha llamado también a nosotros a ser «ángeles», a ser mensajeros, a ser solidarios, a amar de verdad a los otros. Tenemos una misión, un propósito y unos dones para cumplir ambas cosas. Nada nos pertenece en realidad. Todo es del Señor. No podemos gloriarnos nada más que en su amor. Un amor que nos llena y se desborda hacia los demás.
En este mundo hay sufrimiento. No solamente en Ucrania o Rusia (que los rusos también sufren), sino por todo el mundo. Guerras, desplazados, miseria, catástrofes naturales… Podemos colaborar desde aquí en la medida de nuestras posibilidades. Pero también hay dolor a nuestro alrededor. Personas que están solas; que se sienten vacías; que tienen enfermedades físicas, mentales, sociales y espirituales. Gente que nos rodea, y a la que saludamos a veces sin sospechar que lo están pasando mal.
Seamos ángeles
Seamos ángeles para quienes lo están pasando mal. Si podemos ayudarles, hagámoslo. Si no podemos, al menos, seamos cariñosos. Quienes sufren pueden no ser amables. Es posible que su dolor les «muerda» por dentro. Pero eso no puede hacernos desistir de nuestra misión. Una sonrisa es siempre el camino más cercano entre dos personas, y como dicen por ahí: «nadie necesita tanto una sonrisa como quien no sabe (o no puede) sonreír». De lo pequeño a lo grande. Siempre con respeto. Hagamos lo que esté en nuestra mano por ser ángeles en la vida de quienes nos rodean. Aliviemos el sufrimiento que podamos, de la mano de Jesús, y tratemos de llevar a las personas a Él. El Maestro es especialista en curar corazones rotos. Solamente Él puede restaurar relaciones y sanar heridas emocionales. Solo Cristo puede sacar a las personas de la oscuridad y el vacío. Solo Él puede llenar sus vidas de sentido, como hizo un día con nosotros.
Cientos de miserias rodean nuestro mundo. Enormes y pequeñas, y todas duelen. Seamos ángeles que lleven esperanza a quienes están dolidos. Su mundo será un poco mejor, el nuestro también (porque el amor crece siempre cuando lo damos, y nos llena de gozo el cariño), y pronto, cuando Cristo vuelva, podremos disfrutar de un mundo eterno donde ni el mal ni el sufrimiento volverán a existir.
El amor, como decía hace poco Juan Carlos, un nuevo amigo en Jesús, «es la fuerza más poderosa del universo». Y es así… porque Dios es Amor, y Él… Él es el Creador de ese universo.
Sólo le pido a Dios
Que Dios nos guíe, nos motive, nos inspire y nos ayude a ser ángeles en la vida de quienes nos rodean, comenzando por quienes tenemos cerca, y alcanzando a quienes están más lejos.
Como decía la canción Sólo le pido a Dios del cantautor Joan Manuel Serrat: «Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente, que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente (…) Sólo le pido a Dios, que lo injusto no me sea indiferente (…) Sólo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente, es un monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente».
Ciertamente, le pido a Dios que el dolor no nos sea indiferente. Y es que los cristianos no somos los únicos que sentimos el dolor ajeno, no somos los únicos solidarios, pero sí deberíamos ir un paso más allá. Nosotros somos embajadores de Jesús en este mundo. Deberíamos ser ángeles de carne y hueso, ángeles blancos, que sin esperar nada a cambio, amemos más y llevemos a las personas a trascender su realidad. Ángeles que compartan esperanza, ayuda y bondad. Ángeles capaces de amar como Jesús ama (Juan 13: 34-35) y de mostrar a las personas el camino al único que puede salvarlas del dolor, del vacío, de la oscuridad.
Que el Señor nos ayude a ser Sus manos y Sus palabras, para llevar ayuda y consuelo a quienes sufren. Comencemos calentando el mundo con una sonrisa; continuemos con actos de bondad; ayudemos siempre que podamos; compartamos libros, programas, eventos, donde la gente pueda encontrar a Cristo; reflejemos su carácter, todo lo que podamos, con Su ayuda. Y si fallamos, entendamos que somos humanos, y volvamos a intentarlo de Su mano.
Seamos ángeles…
Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Coeditora y redactora de la Revista Adventista en España y QueCurso.es, gestora de las redes sociales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España y asistente de dirección y producción en HopeMedia España.
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