El Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, que se conmemora cada año el 30 de marzo desde 1988, tiene como propósito promover el valor del trabajo del hogar y reivindicar los derechos de quienes lo realizan, en su mayoría mujeres. Desde el Ministerio de las Posibilidades (MAP), este día queremos crear conciencia sobre el valor y labor que hacen estas personas, las cuales merecen todo nuestro respeto.
«Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís». (Colosenses 3: 23-24)
Las trabajadoras del hogar, porque casi siempre son mujeres, son también conocidas como; asistentas domésticas, criadas, empleadas, sirvientas… Son aquellas que se encargan de realizar tareas domésticas en los hogares de otras personas como limpieza, cocina, cuidado de niños, personas mayores, etc. Ellas desempeñan una labor fundamental, pero tristemente son menospreciadas e ignoradas.
Trabajadoras del hogar, un trabajo casi siempre desprotegido
Este grupo está compuesto en su mayoría por mujeres y niñas, aunque también hay hombres y niños que lo realizan. En muchos países, este trabajo no está reconocido como una ocupación formal, ni tampoco protegido por leyes laborales.
Esto significa que las trabajadoras del hogar no tienen acceso a los mismos derechos que otros trabajadores. Por ejemplo: al salario mínimo, a la baja laboral, vacaciones, seguridad social, etc. Además, ellas a menudo son víctimas de abuso y explotación por parte de los empleadores «jefes». Muchos no respetan los derechos de sus trabajadoras, como el pago justo por su trabajo, la protección contra el acoso y la discriminación. También pueden ser obligadas a trabajar largas horas, sin descanso.
Trabajadoras del hogar en la Biblia
¿Podemos encontrar algún personaje en la Biblia que desempeñara labores domésticas? Lo cierto es que encontramos varios ejemplos de trabajadores del hogar que desempeñaron un papel fundamental en la historia del pueblo de Dios. Uno de los relatos más impactantes e inspiradores es la experiencia de la sierva de Naamán.
La sierva de Naamán era una niña judía capturada en aquellos ataques frecuentes que Siria llevaba a cabo contra Israel. Tras ser capturada, fue llevada a la casa de Naamán. Su tarea principal era colaborar y ayudar a la esposa del general del ejército sirio (2 Rey. 5: 2). La niña, tenía que trabajar en un hogar próspero que no padecía de ninguna necesidad económica. Sin embargo, había algo que quitaba el sueño a los miembros de la familia. Naamán padecía la enfermedad más temida en aquellos tiempos. Una enfermedad que no tenía cura y que te separaba de lo que más querías, tus seres queridos, amigos, familia… Esta enfermedad era la lepra.
A pesar de que esta niña no tenía nada, era conocedora de algo que Naamán desconocía: que hay un Dios que hace milagros tan grandes, que ni la lepra puede resistirse. La niña se armó de valor y le dijo a la esposa de Naamán que éste podía quedar sano si visitaba al profeta Eliseo (2 Re. 5: 3).
Para resumir la historia, gracias al poder sanador de Dios, para asombro de todos, Naamán quedó completamente sano. No quedó ningún rastro de lepra en su cuerpo y su hogar recuperó la paz que la enfermedad les había arrebatado.
Enseñanzas de la historia de la sierva de Naamán
¿Qué nos enseña esta historia de la sierva de Naamán? Son múltiples las lecciones que podemos aplicar a nuestra vida laboral como trabajadoras del hogar, pero me gustaría hacer hincapié en una. Es triste que no tengamos conocimiento del nombre de la niña. Cuando tenemos que hacer mención de ella, tenemos que citar a un hombre con cierto puesto de renombre, Naamán. Puede suceder lo mismo con las trabajadoras del hogar. Pueden pasar desapercibidas, puede que no sean reconocidas o puede incluso que se les nombre como aquellas que trabajan en «la casa de…».
Sin embargo, a pesar de que no conozcamos el nombre de la pobre niña que fue arrebatada de sus seres queridos, hay algo que sí sabemos de ella: hizo que un general de un ejército pagano pudiera tener una experiencia con el Dios de Israel. Su nombre no ha sido recordado, pero el servicio que realizó, será eternamente conmemorado.
Su experiencia podemos hacerla nuestra, poniendo en contacto a las personas para quienes trabajamos con el Dios de los milagros. De esa forma, el hogar en el que servimos quedará completamente restaurado.
Autora: Belén Gonzaga Proaño, Técnico en atención a personas en situación de dependencia (TAPSD).
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