Skip to main content

Supongamos que trabajas en una empresa donde se valoran las ideas creativas. Un día, en la reunión de equipo realizada de forma semanal, tu jefe menciona que en dos semanas necesita que cada uno de los integrantes del equipo entregue una nueva propuesta de un novedoso diseño para un cliente. Finalmente, cierra su discurso señalando que aquellos que no entreguen esta propuesta quedarán despedidos.

¿Qué harías en esta situación? Inmediatamente, ¿qué es lo que viene a tu mente? ¿Tomarías esta situación como un problema o como un desafío? Podrías decir: «La verdad es que da lo mismo», y la realidad es que no. Para tu cerebro, no es lo mismo un problema que un desafío. Analicemos cada uno de los procesos por separado.

Supongamos que apenas escuchas el mensaje de tu jefe, enseguida te concentras en la última parte de su discurso: «Aquellos que no entreguen esta propuesta, quedarán despedidos». Piensas: «¿Estaré yo en esa lista? El otro día estábamos hablando, y sentí que indirectamente me dijo que no estaba rindiendo como antes. ¿Se habrá referido a mí cuando mencionó lo del despido? Y si no toman en cuenta mi propuesta, ¿a dónde voy a ir? Tengo una familia que alimentar, cuentas que pagar…»

Estrés ante el problema

Cuando tomamos una situación como un problema, nuestro cerebro entra en «modo estrés». Nuestro cerebro usa un «atajo» para enviar una señal de alarma a la amígdala, el área encargada de procesar el miedo, entre otras emociones. Esto ocurre debido a que vemos la situación como una posible amenaza.

Además, cuando sentimos que una situación escapa a nuestro control, se produce un aumento de una hormona llamada cortisol, y como en todo en la vida, hormonalmente necesitamos un equilibrio. El cortisol es necesario para regular numerosas funciones. Pero, cuando se «rompe» ese equilibrio, puede alterar numerosos genes que afectan el sistema inmune y también a los procesos tan importantes como la capacidad de resolver conflictos, poder para tomar decisiones y la neuroplasticidad (que –si recuerdan– es la capacidad que tiene este órgano de cambiar y adaptarse a nuevas experiencias). Gracias a ella, somos capaces de adaptarnos y aprender de las nuevas situaciones y de hacer frente a circunstancias adversas.

Pero ¿qué ocurre en nuestro cerebro cuando afrontamos la misma situación como un desafío? Pues, la situación cambia completamente.

Desafío como oportunidad

Imagina que una vez que tu jefe te dio la noticia, empiezas a plantearte las siguientes preguntas: «¿Qué puedo hacer para que mi propuesta sea tomada en cuenta? Si yo fuera el jefe, ¿qué me gustaría recibir? Si yo tuviese el poder de cambiar algunas cosas en mi trabajo, ¿qué cambiaría y cómo esto influye en la propuesta que quiero entregar?»

Cuando el cerebro se siente desafiado, comienzan a segregarse ciertos neurotransmisores como la noradrenalina. Este neuroquímico hace que mi cerebro utilice todas sus herramientas en pos del cumplimiento de ese desafío o esa meta, a través de la potenciación de los procesos de atención, motivación y resolución de problemas. A fin de cuentas, lo que mi cerebro quiere es recibir ¡la ansiada recompensa! (proceso que también está asociado a otro neurotransmisor, o neuroquímico, llamado dopamina).

¿Puedes identificar las diferencias entre las dos formas de afrontar la situación?

La invitación es a que seas más consciente de la forma en que enfrentas las situaciones en tu diario vivir. La buena noticia es ¡que la decisión depende de ti y de nadie más! Recuerda: «Si cambias tu manera de ver las cosas (con la ayuda de Dios), las cosas cambiarán».

Autor: Cynthia Hurtado-Müller, licenciada en Psicología y Magíster en Psicopatología y en Neuropsicología. Es fundadora de la plataforma Neurofy (@neurofyok) y se desempeña como docente en la Universidad Adventista de Chile.

 

PUBLICACIÓN ORIGINAL: ¿Problemas o desafíos?

Revista Adventista de España