Cuando la Biblia enseña que el Decálogo está vigente (Rom. 3:31; 7:7, 12), implica que el cuarto Mandamiento, que ordena la santificación del sábado (Éxo. 20:8-11), también lo está. Sin embargo, diversos grupos religiosos, que reconocen la importancia de los otros nueve Mandamientos, afirman que el sábado fue una institución judía a la cual los cristianos no están obligados. Otros afirman que Jesús lo transgredió durante su ministerio, o que Pablo enseñó explícitamente que está abolido. Analicemos estos argumentos.
El sábado no es una institución judía
El sábado tuvo un inicio muy anterior a la existencia de Israel, se originó en la Creación (Gén. 2:1-3). En ese entonces no existían judíos, tan solo Adán y Eva. Desde este punto de vista, no hay base para insistir en que el sábado fue dado únicamente a los judíos. Jesús mismo afirma que el sábado «fue hecho por causa del hombre» (Mar. 2:27), no dice «para el judío». El término griego para «hombre» es, que designa a la humanidad en general y no a una raza específica. Así, Cristo niega la exclusividad racial del séptimo día y afirma su propósito universal.
Si esto es así, ¿por qué Éxodo 31:16 y 17 dice: «Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel, celebrándolo a lo largo de sus generaciones como un pacto perpetuo. Para siempre será una señal entre mí y los hijos de Israel»? ¿No indica esto que el sábado es exclusivo para Israel? A esto debe decirse que cuando Dios le entregó a Israel la Ley, lo hizo porque era el único pueblo que lo conocía como el Dios verdadero; todos los demás estaban sumidos en la idolatría. Pero estas leyes, incluyendo el sábado, no eran exclusivas para ellos por ser israelitas. Dios eligió a Israel porque por medio de él pretendía evangelizar el mundo para que el conocimiento de la verdad llegase a todas las naciones, junto con la esperanza del Mesías (Isa. 42:1, 6). Dios deseaba extender su «salvación hasta lo postrero de la tierra» (Isa. 49:3, 6).
Al final, las naciones reconocerían a Israel como el pueblo elegido (Deut. 7:6-14; 28:10; Jer. 16:20, 21), los llamarían «linaje bendito de Jehová» (Isa. 61:9, 10), y verían que el Dios todopoderoso estaba entre ellos (Isa. 45:14; 62:1; Deut. 4:6-8). Así, el Templo de Jerusalén se convertiría en «casa de oración para todos los pueblos» (Isa. 56:6, 7). Por lo tanto, el sábado, dado a Israel como una señal de lealtad hacia Dios (Eze. 20:12, 20), no era algo exclusivo para ellos, pues todo extranjero que deseaba ser parte del pueblo también era invitado a guardar el sábado (Isa. 56:2-7).
Jesús no transgredió el sábado
Para algunos, las obras de sanidad que Cristo realizó en sábado son evidencia de que él no lo guardó (Mat. 12:1-12). Pero esto es un error. Quienes lo acusaron de no guardarlo fueron los fariseos, debido a que él no se sujetaba a sus tradiciones religiosas.
Por ejemplo, algunas de sus costumbres prohibían escupir en sábado, pues si la saliva caía en una semilla podía hacer que esta germinara, lo cual se interpretaba como trabajo. También en sábado era prohibido mirarse en un espejo, deshacer un nudo, etc. Fue a estas reglamentaciones absurdas, que Dios nunca había ordenado y que habían convertido el sábado en un peso, a las que Cristo se opuso tenazmente y no a su apropiada observancia (Mar. 7:1-13; Mat. 23:1-27; Mat. 12:10-12). Jesús enseñó que el sábado fue hecho para beneficio del hombre y no como una carga para este (Mar. 2:27). Por eso, como «Señor del sábado» (Mar. 2:28), lo limpió de la basura rabínica y mostró con su ejemplo la manera correcta de observarlo, declarando firmemente «que está permitido hacer el bien en sábado» (Mat. 12:12).
Pablo no enseñó que estuviera abolido
En Colosenses 2:16 y 17, se lee: «Por tanto, nadie os critique en asuntos de comida o de bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados. Todo esto es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo». ¿Significa esto que el sábado quedó abolido para los cristianos? La clave está en el versículo 17, que dice que lo mencionado en el verso 16 es «sombra» de Cristo. El sábado semanal nunca fue un símbolo de Cristo, pues fue instituido en el principio, antes de la existencia del pecado (Gén. 2:1-3), cuando no había necesidad de la Cruz. Por lo tanto, los sábados mencionados aquí son los únicos que sí eran «sombra» de Cristo: los sábados ceremoniales mencionados en Levítico 23:4 al 44.
Por ejemplo, en Levítico 23:24, al Día de las Trompetas (primer día del séptimo mes) se lo denomina «sábado», en hebreo, por cuanto en ese día nadie trabajaba. Nueve días más tarde venía otro «sábado» ceremonial, el Día de la Expiación (Lev. 23:27-32). Cinco días después, venía la Fiesta de las Cabañas, en donde los días 15 y 22 de ese séptimo mes eran considerados «sábados» (Lev. 23:39). Por ser fiestas y sábados que prefiguraban a Cristo, desde su muerte no son más obligatorias para los cristianos; no así el sábado de la Creación, que es parte del Decálogo.
Autor: Cristhian Álvarez Zaldúa, doctor en teología y profesor de Teología Sistemática en la Universidad Adventista de Bolivia (UAB).
PUBLICACIÓN ORIGINAL: Objeciones contra la vigencia del sábado