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La expresión «Dios con» se conoce tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La idea de «Dios con» se aplica a Jesús como Emanuel, y Jesús también la usa cuando habla del Espíritu Santo.

¿Qué quiere decir la Biblia cuando habla de «Dios con»? La preposición con se traduce partiendo de dos preposiciones hebreas ’et e ‘im. El echo de que estas dos preposiciones puedan usarse indistintamente indica que no debemos obsesionarnos con palabras sueltas, sino tratar de captar la idea general que ambas transmiten. El hecho de que también sean palabras comunes utilizadas en todo tipo de contextos implica que no hay algo mágico en las palabras en sí mismas. Hay varios textos que hablan de que los seres humanos están con Dios.

Primero, con es parte del lenguaje del pacto. En Génesis 6:18 Dios le habla a Noé diciendo: «Mas estableceré mi pacto contigo [’et». [1] Encontramos lo mismo en la historia de Abra(ha)m en Génesis 15:18: «En aquel día hizo Jehová un pacto con [’et] Abram». Y otra vez, cuando Dios está estableciendo el pacto con Isaac se utiliza la misma fórmula: «y estaré contigo [’im], y te bendeciré» (Génesis 26:3). Y Éxodo 34:27 expresa la misma idea: «Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo [’et] y con [’et] Israel». Cuando la Biblia habla de que Dios está con Israel, lo central es el pacto y la relación del pacto, no su proximidad espacial.

«Dios con» se usa tanto para describir un encuentro directo, en una teofanía (p. ej., Génesis 35:13-15), como más generalmente, para una relación constante (p. ej., Génesis 21:20). Por lo tanto, implica tanto la posibilidad de un encuentro cara a cara, como también la idea de que Dios y los humanos pueden caminar en paralelo, uno al lado del otro (Génesis 5:22, 24; 6:9).

A menudo se considera que la presencia de Dios implica un favor y una bendición estáticas de parte de Dios. En Génesis 21:22 vemos que «Dios con» también puede implicar progreso. Abimelec y Ficol le dicen a Abraham: «Dios está contigo [’im] en todo cuanto haces», Isaías 54:7 y 8 expresa como el pathos (en griego: emoción, sufrimiento) de Dios, su inmenso amor y bondad estará «con» su pueblo. Pero también es importante ver el uso de «Dios con» cuando el contexto no es de bendiciones solamente, sino también de maldiciones. Dios está con su pueblo en pathos, en este caso con ira. El admitir en Dios todo el espectro de emociones, no solo las que nos son cómodas, también presenta un Dios más robusto y dinámico.

Levítico 26:44 enfatiza que cuando Dios envía maldiciones y castigos no significa que ha roto el pacto. Más bien, es por su fidelidad al pacto que los envía para traer de regreso a su pueblo: «Y aun con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con [’et] ellos; porque yo Jehová soy su Dios».

El pacto contiene la doble posibilidad, bendiciones y maldiciones. Si Dios elige maldecir y corregir, implica que el pacto sigue siendo válido y que todavía está «con» ellos. Deuteronomio 28 da bendiciones y maldiciones, y el 29:1 las resume: «Estas son las palabras del pacto que Jehová mandó a Moisés que celebrase con [‘et] los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que concertó con [’et] ellos en Horeb» (cf. v. 12). Tanto las bendiciones como las maldiciones son parte del pacto «con» Dios.

El Dios velado de Isaías 45:15 continúa en el versículo 17 con el pensamiento de que Dios está con su pueblo a través de una «salvación eterna». El reiterativo «mas no os volvisteis a mí» de Amós 4:6 al 12, como respuesta a que Dios enviara las maldiciones del pacto, muestra claramente la intención correctiva de las maldiciones. Es posible que el versículo de Jeremías 30:11 sea el que expresa con mayor claridad cómo «Dios con» puede implicar tanto el castigo como la salvación: «Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo».

El concepto de la presencia de Dios

Oseas 11:4 expresa este pensamiento de una manera hermosa. Dios es descrito como un ganadero que con lazos de amor nos conduce con todas nuestras cargas, como si fuéramos una manada de burros. Luego nos quita las riendas y el arnés para alimentarnos a nosotros, su pueblo: «Con cuerdas humanas los conduje, con lazos de amor, y fui para ellos como quien alza el yugo de sobre sus quijadas; me incliné y les di de comer» (NBLA).

Este versículo ofrece consuelo a todos aquellos que no han sentido el concepto de la presencia de Dios como se presenta comúnmente. Algunos han perdido la fe por ello. Yo casi lo hice. Si no experimentamos la presencia de Dios, entonces inmediatamente nos surge la duda de si Dios está ausente o incluso nos ha rechazado. El uso bíblico de «Dios con» rompe esta lógica. Dios puede estar con nosotros incluso cuando todo sale mal. Y si no experimentamos bendiciones, no significa que Dios nos esté maldiciendo. Podría simplemente significar que guarda silencio por sus propias buenas razones.

Dios parece estar menos preocupado por la incomodidad que nosotros sentimos a menudo. Si él ve que los desafíos y las pruebas, o simplemente su silencio, nos harán bien y nos acercarán más a él, entonces puede permitirnos experimentarlos. Eso no quiere decir que tenga mal temperamento. Más bien, en su amor por acercarnos a él, podría ver que quizá colmarnos de bendiciones no sería lo mejor para nosotros. ¿Te has preguntado por qué Dios le dijo a Adán después de su caída «Maldita será la tierra por tu causa» (Génesis 3:17)? ¿Es posible que haya sido porque Dios vio que no sería «el mejor de los mundos»[2], como lo expresaron Leibniz y Voltaire, que los seres humanos pecadores vivieran en el Edén?[3]

Jeremías podría servir de ejemplo. De alguna manera, la vida de Jeremías se puede describir como una serie de resistencias y metas no logradas. Se podría decir que toda su vida fue un completo fracaso. Aún así, Dios estaba con él. En Jeremías 20:11 escribió: «Pero el Señor está conmigo como un guerrero poderoso; por eso los que me persiguen caerán y no podrán prevalecer, fracasarán y quedarán avergonzados» (NVI). Dios estaba con Jeremías en el sentido de que Dios pudo completar su voluntad con él. Dios pudo comunicar su mensaje a la gente a través de Jeremías, incluso aunque la gente lo rechazara al final.

Por lo tanto, lo anterior se puede resumir de la siguiente manera: Primero, la relación «Dios con» se basa en la relación del pacto. En segundo lugar, Dios no tiene que estar presente en persona para actuar. En tercer lugar, Dios está «con» tanto a través de bendiciones como de maldiciones, dependiendo de lo que él vea más necesario para su pueblo del pacto. Cuarto, Dios está «con» a través del pathos. En quinto lugar, «Dios con» se puede experimentar tanto directamente en un encuentro cara a cara, como también a través de una relación persistente con él sin grandes acontecimientos, de nuevo, dependiendo de lo que él vea que es mejor.

Relación histórica de Dios

En Éxodo 3:14 leemos: «Y respondió Dios a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY”. [Ehyeh-Asher-Ehyeh]. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY [Ehyeh] me envió a vosotros». ¿Es correcto entender este versículo como se ha hecho en la teología clásica, presentando a Dios como místico, inmutable, autorreferencial y flotando atemporalmente en una realidad etérea? La Septuaginta, por ejemplo, lo traduce como: «YO soy EL SER».

Estudios recientes, más libres de la influencia griega al interpretar este versículo, han enfatizado

que más bien parece describir la relación histórica de Dios con su pueblo del pacto.[4] El verbo ’eheyêh, es la forma común de describir acciones futuras, aunque los autores bíblicos también pueden usar esta forma para describir acciones habituales o iterativas. Es el contexto el que determina precisamente de qué manera debemos tomar el verbo. En estos versículos, el contexto se enfoca en el futuro: Éxodo 3:12 habla de que la adoración en el monte de la zarza ardiente sería la señal de que Dios había enviado a Moisés[5];

Éxodo 3:15 también habla de una conversación futura entre Moisés y el pueblo, y el 3:15b trata del nombre eterno de Dios. Esto implica que todo lo que va del 3:12 al 15 se inclina hacia lo que aún está por completarse. En vez de «Yo soy», probablemente deberíamos elegir el futuro «Yo seré».

Es posible ver un paralelismo, un estilo literario muy conocido, en 3:14, 15a[6]

Sobre esta base vemos una estrecha conexión entre la declaración «Yo seré el que seré» en Éxodo 3:14 y el Dios del pacto. YHWH (3:15a) es el mismo que hizo el pacto con los antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Éxodo 3:12 nos ayuda, además, a ver lo que Dios realmente está diciendo en estos versículos, porque nos enfrentamos cuatro veces al verbo ’eheyêh («seré») en Éxodo 3:12 y 14 —una vez en el 3:12 y tres veces en el 3:14. Pero es en el 3:12 que el significado se vuelve más claro.[7] Éxodo 3:11 al 14 nos presenta dos preguntas y dos respuestas:

«Yo seré”» está conectado con la idea de «Dios con» en «estaré contigo». [8] La primera pregunta de Moisés es acerca de quién es él mismo, qué capacidades y recursos tiene a su disposición para completar la tarea.

La respuesta es el profundo «Yo estaré contigo». Esta es su credencial. La identidad de Moisés es aquella con la que Dios está. Por lo tanto, hay coherencia entre todas estas revelaciones acerca de quién es Dios en Éxodo 3:11 al 15. Se puede resumir de la siguiente manera: YHWH, quien hizo el pacto «con» los antepasados individualmente, con Abraham, Isaac y Jacob, está ahora «con» Moisés, y Moisés lo presentará al pueblo como el Dios del pacto que estará en el futuro «con» su pueblo para liberarlo de Egipto.[9]

Se lo conocerá porque estará «con» el pueblo. Cuando en el futuro Moisés y el pueblo adoren a Dios en esta misma montaña, y puedan ver hacia atrás como Dios los ha guiado en el pasado, entonces conocerán el «estaré contigo» y el «seré el que seré».

Dios: uno con su pueblo 

Es con este trasfondo que Mateo 1:22 y 23 deja una impresión tan profunda: «Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros». Mateo está citando aquí a Isaías 7:14 e interpretando la profecía como apuntando a Cristo.[10] El Dios-hombre Jesús iba a ser conocido como «Dios está con nosotros».[11] En el contexto, entendemos que Isaías 7 está hablando de la fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel del pacto. Es la misma idea expresada en Mateo 1:21: «Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

Así como Moisés sacó al pueblo del pacto de la esclavitud en Egipto, Jesús, llamado Emanuel, sacará ahora al pueblo del pacto de la esclavitud del pecado. En ambos casos es central la idea de Dios con su pueblo del pacto. Además, en ambos casos es este el nombre que Dios elige para revelarse a sí mismo, como Aquel que está con su pueblo. Mateo comienza su Evangelio refiriéndose a la promesa de Emanuel, «Dios con nosotros», y termina con el mismo pensamiento: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20). De esta manera, enmarca el Evangelio de Cristo con la idea de que «Dios está con nosotros». Así, «Dios con» se convierte en el nombre central por el que se conoce a Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Sin embargo, la idea de «Dios con» no se aplica simplemente a Jesús. Jesús también lo usa cuando habla del Espíritu Santo: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con [meth] vosotros para siempre» (Juan 14:16). Y en Juan 14:23 se usa una idea similar para describir al Padre y al Hijo: «El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con [para] él».[12]

¿Cómo puede estar Dios con nosotros?

El concepto de si Dios puede y cómo puede estar con nosotros es mucho más que una incursión académica para mí. Durante muchos años busqué la presencia de Dios, pero fracasé. Tenía que elegir. Debía centrar mi vida en que Dios vendría y se revelaría, o en torno a la falta de sentido. Durante cerca de ocho años busqué un cierto cimiento para mi fe sin encontrarlo. No sucedió nada extraordinario. La única alternativa real que podía ver era renunciar a la fe y a Dios, y convertirme en un nihilista involuntario pero incondicional.

Cuando estaba a punto de poner al Hijo en el altar, como Abraham, algo clamó desde adentro: «No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada» (Génesis 22:12). Mientras estaba al borde del abismo y no veía otra alternativa que saltar, supe que el salto también implicaba rechazar a Cristo “completamente, no en par- tes y piezas”.[13]

En ese mismo momento me di cuenta de la imposibilidad de hacerlo. Este amor que simplemente está más allá de la justicia, la bondad, la sabiduría y la santidad de su carácter y de su relación con los demás me había atrapado. Solo a través de una mentira podría rechazarlo y negarlo. Vi que me había causado tal impresión que simplemente no podía ser borrado. Cristo no tiene comparación. Es único en su categoría. Él es mucho más que simplemente el buen hombre que muchos declaran que es. ¿Quién de nosotros se comparará a él?

La búsqueda de la presencia de Dios como base de la fe había llegado a un callejón sin salida. No podía convertirme en un nihilista consistente. Lo único que podía hacer era resignarme por completo, entregarme a Dios. Mientras buscaba la presencia de Dios fuera de mí, me di cuenta de que él ya estaba conmigo. Cuando había agotado mis intentos de encontrar a Dios, cuando comencé a hundirme en un último clamor de ayuda, entonces pude reconocer la mano fuerte que se extendía hacia mí en medio de la tormenta. En el momento en el que vi que no podía encontrar a Dios, pude ver que él me había encontrado a mí. Cuando comprendí que no podría sujetarme a él, descubrí que era él quien me agarraba. Fui encontrado.

Autor: Kenneth Bergland, Doctor en Estudios del Antiguo Testamento, Universidad Andrews, Michigan. En el momento de escribir este artículo era pastor en Noruega. Fue nombrado profesor asistente de Estudios del Antiguo Testamento, en el Instituto Internacional Adventista de Estudios Avanzados, Filipinas.
Imagen: Foto de Fa Barboza en Unsplash 

Notas y referencias: 

[1] A menos que se indique lo contrario, todas las referencias bíblicas en este artículo provienen de la versión Reina-Valera 1960 de la Biblia.[2] Francois Voltaire, Candide, or Optimism (New Haven, Connecticut: Yale University Press, 2005); Gottfried Liebniz, Leibniz’ Monadology: A New Translation and Guide. (Edimburgo: Edinburgh University Press, 2014).[3] Elena G. White, Education (Mountain View, California: Pacific Press, 1903), 25.

[4] Fernando Luis Canale, A Criticism of Theological Reason: Time and Timelessness as Primordial Presuppositions (Serie de Tesis Doctorales del Seminario Teológico de la Universidad Andrews; Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 1987), 320. Friedrich Blass y Albert Debrunner han incluso argumentado que la traducción en la LXX puede no haber tenido la intención de comunicar la idea del «Ser», sino que es simplemente un participio nominal «el que es» (Friedrich Blass y Albert Debrunner, A Greek Grammar of the New Testament and Other Early Christian Literature, Robert W. Funk, trad (Chicago: The University of Chicago Press, 1961), 79).

[5] Es posible leer el hebreo como «estaré contigo» en sí mismo. El texto se leería entonces como lo da la New Jewish Publication Society Bible (NJPS1985): «Y Él dijo: Yo estaré contigo; esa será tu señal de que fui yo quien te envió. Y cuando hayas liberado al pueblo de Egipto, adorarás a Dios en esta montaña» [traducción propia]. El punto que trato de destacar aquí sería muy similar de cualquier manera que lo tomemos. En cualquier caso, es un signo de futuro, viendo cómo ha sido Dios en el pasado.

[6] Cf. Canale, A Criticism of Theological Reason, 340.

[7] Umberto Cassuto, A Commentary on the Book of Exodus, Israel Abrahams, trad. (Jerusalem: Magnes Press, Hebrew University, 1997), 37.

[8] Cf. Ludwig Koehler et al., Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament (HALOT) (Leiden: Brill, 2000), 244; Gerhard von Rad, Old Testament Theology: The Theology of Israel’s Traditions (Nueva York: Harper & Row, 1967), 1:180; John H. Sailhammer, The Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, Michigan: Zondervan Academic, 1995), 246.

[9] Cf. Benno Jacob, The Second Book of the Bible: Exodus, Walter Jacob, trad. (Brooklyn, Nueva York: Ktav Publishing House, 1992), 1:71–73. Es posible leer el hebreo ya que la señal es «Yo estaré contigo». El texto se leería entonces como lo indica la NJPS: «Y Él dijo: Yo estaré contigo; esa será tu señal de que fui yo quien te envió. Y cuando hayas liberado al pueblo de Egipto, adorarás a Dios en esta montaña» [traducción propia]. El punto que trato de destacar aquí sería muy similar de cualquier manera que lo tomemos. En cualquier caso, es un signo de futuro, viendo cómo ha sido Dios en el pasado.

[10] Hans K. LaRondelle, The Israel of God in Prophecy: Principles of Prophetic Interpretation (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 1983), 61.

[11] La cláusula nominal ʿimmānu ̂ ʾēl en Isaías 7:14 debe leerse como que contiene el estar, por lo que dice “Dios está con nosotros”, en lugar de simplemente «Dios con nosotros». El griego de la LXX, y más tarde de Mateo, simplemente traduce este texto literalmente como «Dios con nosotros».

[12] Cf. Juan 16:32; Hechos 11:16; Romanos 6:3–9; 1 Corintios 6:17; Hebreos 2:4; 10:16; Apocalipsis 3:20. Nótese también cómo termina Pablo sus cartas orando para que la gracia de Dios o algo similar esté con el lector. Véase, por ejemplo, Filipenses 4:23.

[13] Henrik Ibsen, “Brand”, in Samlede Verker (Oslo: Gyldendal Norsk Forlag, 2000), 411.

 

PUBLICACIÓN ORIGINAL: «Dios con»

Revista Adventista de España