Los judíos piden señales, los griegos sabiduría.
La búsqueda por señales de Cristo en el pasado existe aún hoy. Sin embargo, ¿qué es lo que el cristiano necesita buscar?
El título de este artículo es una frase del apóstol Pablo dirigida a la iglesia de Corinto. Con ella pretendo proponer un análisis de la experiencia religiosa moderna.
Los judíos
Los judíos, celosos de la lectura correcta de las profecías que se cumplían a lo largo del tiempo, aprendieron a vincular su espiritualidad al binomio ciencia-fe. En otras palabras: creían, poniendo fe, porque una vez conocido, veían confirmadas sus creencias. La clave para activar esta experiencia se daba por dos señales. Una es el misticismo que imponía a su religiosidad una dependencia vital de milagros del tipo de curas, restauraciones, resurrecciones o algo por el estilo.
Fue así en muchos momentos. Cuando el corderito apareció milagrosamente para substituir a Isaac. Cuando la zarza ardió sin consumirse. El instante en que el monte Sinaí humeó y los cielos declararon el poder de Dios anunciando la entrega de la Ley. En aquella pared palaciega cuando la mano de Dios escribió la sentencia a los babilonios. Cuando la voz del Padre reconoció al Hijo y la paloma materializó al Espíritu Santo. En fin, en muchas ocasiones.
Lo más paradójico es notar que, al pedir señales, no hicieron la lectura correcta de lo más precioso de ellos: el Mesías era el Cristo, no el rey restaurador terrenal esperado en su comprensión equivocada. ¡Tanto pedían y tanto Cristo les dio señales! No obstante, fueron incapaces de identificar la mayor y más completa de ellas, ¡el propio Jesús!
Los griegos
Por otro lado, la experiencia griega, o gentil, tenía otro presupuesto cognitivo. Al vivir en la dicotomía entre cuerpo y espíritu, o materia y alma, vinculaban su religiosidad a la lógica racional. En otras palabras, la religión griega o gentil se distinguía por el conocimiento. Eran menos propensos a una aceptación experiencial, emocional, psicológica de un simulacro espiritual como creían los judíos, en el polo opuesto. Así, el propio Pablo intentó disuadirlos explicando en el Areópago, usando la retórica filosófica griega con gran propiedad intelectual, aunque frustrado, poco después haya reconocido el fracaso espiritual de la estrategia.
“Judíos” y “griegos” hoy
Este análisis también se prestaría a muchas otras variantes que voy a eliminar por economía de tiempo y espacio. Vale, ahora, la aplicación moderna. En los días de hoy se repite el fenómeno. Cristianos espiritualizadores siguen pidiendo señales, respuestas milagrosas, curas raras, emociones a flor de piel. Sustentan su fe en tanto que Dios sea capaz de hablarles al corazón. Y aunque Dios no les responda enviando señales, no abandonan el camino porque, inconscientemente, siguen esperando y racionalizando la espera porque, al final de cuentas, en la hora del silencio de Dios, todos tenemos un poco de griegos.
Por otro lado, están los griegos modernos. Aquellos que piden un Dios cartesiano, capaz de probarles el intelecto, sustentando con premisas su tesis divina. Considerando bien la parte su cosmovisión, suena como una tremenda osadía pretensiosa que la criatura quiera justificar al Creador sobre la base de su ideario lógico-racional. ¡Claro!
Dependencia
Lo más increíble es que, en los dos casos, Cristo dio de regalo lo que pedían. ¡El propio Pablo reconoce eso en el texto en análisis! La señal del Cristo colgando en el madero, para los judíos fue piedra de tropiezo, escándalo. La mayor sabiduría encontrada en las enseñanzas de Cristo, para los griegos, ¡fue tenida por locura!
Resumen de la ópera: sin el Espíritu Santo, ¡la religión moderna carece de poder, sentido y consciencia! Y también es un aviso para nosotros los adventistas. Nosotros que dependemos de las respuestas divinas en algún momento seremos causadores de los escándalos eclesiásticos que tanto se repiten por ahí afuera. Una porción de creyentes carentes de las señales de un Dios silencioso que parece no querer oír nuestro clamor. Resultado: adventistas vacíos, celosos muchos de ellos de la doxología de las formas en detrimento de la esencia.
Del otro lado, los que quieren al Dios coherente, lógico, que tendrá que explicarse racionalmente y de acuerdo con nuestro código racional, caso contrario quedará siempre por debajo de nuestra expectativa religiosa. Hay muchos de esos por las iglesias, enmarcando a Dios y la lectura que hacen de las Escrituras a la tabla rasa de sus parcos conocimientos proféticos, escatológicos o lingüísticos. ¡Doy por sentado que Dios es mucho más que eso!
¡Vamos a predicar y vivir el Cristo crucificado! Él puede continuar siendo escándalo para los “judaizantes” o locura para los “racionalistas”, pero estoy seguro que tendrá mucho más sentido para cada uno de nosotros, llenando el vacío existencial que se completará en nosotros en la experiencia del otro, ¡aquel a quien compartiremos este Cristo! Los judíos piden señales, los griegos sabiduría… Nosotros, me atrevo a incluirme, ¡al Cristo crucificado!
Autor: Carlos Nunes, pastor distrital en la ASR y periodista de los periódicos Diario Gaúcho y Zero Hora. También se desempeña como profesor universitario en la carrera de Periodismo en Unasp-EC.
Imange: Photo by Matt Marzorati on Unsplash
Artículo original: Los judíos piden señales, los griegos sabiduría