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Cuentan que Perugini, un pintor de la Edad Media, había decidido que, cuando estuviera al borde de la muerte, no iba a pedir perdón a Dios si veía que trataba de salvarse movido por el miedo. Pensaba que hacer algo así sería un insulto.

Su mujer, que no sabia nada, le preguntó si no le daba miedo morir sin confesión. Y Perugini le contestó: “Míralo de este modo, querida: mi profesión es la de pintor, y creo haber destacado como tal. La profesión de Dios consiste en perdonar; y si él es tan bueno en su profesión como lo he sido yo en la mía, no veo razón alguna para tener miedo”.

Cada uno decide como quiere vivir… Pero cuando pensamos en la muerte, unos lo hacen con miedo y otros con la esperanza que ofrece el saberse perdonados por Dios. La perspectiva es bien diferente.

¿Sabes? Creo que el gran Perugini entendía la vida tal como comprendía sus obras de arte. Plasmaba en ellas su verdad, su estilo, su esencia. Él sabía que cada artista, al crear, debe ser sincero consigo mismo. En sus lienzos, el pintor plasma su interpretación de lo que ve o lo que siente. Muestra el mundo a través de sus ojos. Esa perspectiva es lo que diferencia y hace especiales las obras de cada artista. Es su huella, su firma. Tal vez por eso Perugini deseaba que el cuadro de su vida reflejara su verdad, fuera cual fuera, y eso le honra.

El verdadero perdón

Pero más que su profesión, el perdón es parte de la propia esencia de Dios, de su carácter. Dios es Amor (1º Juan 4:8) y parte indispensable del Amor es el perdón. El Amor es relación, y cuando esta se rompe, la única manera de restaurarla es la reconciliación, el perdón. De hecho, para comprender bien el plan de Salvación es absolutamente necesario entender bien el concepto del perdón de Dios. 

El verdadero perdón es Amar de nuevo, es restablecer el vínculo, la relación, totalmente. No obstante, en este mundo de pecado, ese perdón completo a veces es tremendamente difícil, casi imposible. En este mundo, a menos que Dios obre el milagro, aunque pegues las partes de un jarrón roto, éste seguirá roto. Cuando una relación se rompe, la confianza se quiebra, y “pegarla”, a veces, resulta casi imposible. Solamente si ambas personas se entregan realmente a Dios, y Él obra en ambas una transformación, es posible el milagro. Un maltratador puede cambiar, suplicar perdón, pero tal vez la rotura ha sido tan grande, que aunque la víctima perdone, la relación “no puede” restaurarse. El Amor de Dios es perfecto, no así el amor humano.

Algo que nos ayudará a comprender, realmente, el perdón de Dios, es analizar el perdón de una madre, o de un padre, hacia su hijo. No importa lo que haya hecho el hijo, su corazón anhela que se arrepienta para poder perdonarlo. Desean, con todas sus fuerzas, restaurar su relación porque lo aman profundamente. No hay nada en el mundo mas importante. Ejemplo tenemos en la historia del Hijo Pródigo (Lucas 15:11-32). 

El perdón es incompatible con el miedo

En la historia de Perugini, el artista no quiere salvarse por miedo. Más allá de su comprensión limitada de la Salvación, sabe que no quiere engañarse o tratar de mentir a Dios. Y es que el miedo es incompatible con el perdón, porque el miedo no puede convivir con el Amor. Y, por otro lado, el perdón es parte fundamental del Amor de Dios. La Biblia dice en 1 Juan 4:18, que “el verdadero Amor echa fuera el miedo* El que tiene miedo, espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el Amor”. El miedo es incompatible con la confianza, y por tanto con cualquier relación saludable. Puedes estar seguro de que, si en una relación hay miedo no hay amor, ni siquiera del humano, imperfecto pero reflejo del de Dios. 

El miedo se produce cuando desconfiamos. Cuando, o bien no conocemos algo o a alguien realmente, y tememos lo que nuestros prejuicios nos hacen temer; o realmente el otro es digno de tenerle miedo, y por tanto ni siquiera nos conviene “eso”, o esa relación.

El arrepentimiento

El perdón de Dios es parte de lo que Él es. Es parte de su naturaleza misericordiosa. Pero para perdonar o ser perdonado verdaderamente, hay un requisito fundamental: el arrepentimiento, la confesión al ofendido y a Dios, y el cambio. Únicamente así se puede restaurar la relación.

Por supuesto, podemos perdonar sin sanar la relación, solamente para tener paz interior, pero ese perdón no cumple su misión restauradora. No es así el perdón de Dios. Ese tipo de perdón es un sucedáneo con el que, a veces, deberemos conformarnos en este mundo de pecado, cuando una de las partes (o ambas) no quiere (o no puede) restaurar nada. En estos casos, habremos de conformarnos con este tipo de perdón, igual que nos conformamos con algunos sucedáneos del amor humano, imperfecto cuando no está conectado con la fuente del Amor, que es Dios.

Ciertamente podemos, como Jesús, ser exigentes con lo  que damos, pero no con lo que recibimos. El otro es libre para elegir, y debemos respetar su libertad.

El perdón de Dios es perfecto

Pero el Amor de Dios es perfecto, igual que Su Amor. Él perdona siempre, y completamente, a todos los que le piden perdón cuando se arrepienten, confiesan y no quieren volver a hacerlo. El perdón de Dios es tan absoluto, y tan restaurador, como Su Amor. Isaías capítulo 1 habla  de lo que Dios entiende como arrepentimiento, y del generoso perdón que nos ofrece, cuando nos arrepentimos. En concreto, los versículos del 16 al 20 dicen:

“Lavaos, limpiaos. Quitad de mi vista la iniquidad de vuestras obras. Dejad de hacer lo malo. Aprended a hacer bien.Buscad justicia, restituid al agraviado, defended al huérfano, amparad a la viuda. Entonces venid y razonaremos —dice el Eterno—. Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si queréis obedecer, comeréis el bien de la tierra. Si rehusáis y sois rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca del Eterno lo ha dicho”. (Isaías 1:16-20)

Y es que toda acción tiene su consecuencia. Obedecer a Dios nos lleva por el camino correcto de la Vida, lo contrario nos lleva a la muerte eterna. No es un castigo. Es, simplemente una consecuencia. Dios es la Vida, sin Él hay muerte. La decisión es nuestra.

Perdón y Salvación

Jesús ya vino para reconciliarnos con Dios. La humanidad traicionó a Su Creador. Desconfió de Él y rompió su relación. La consecuencia de esa ruptura con la Vida era la muerte. Pero Cristo murió esa muerte en nuestro lugar, para que quienes lo deseemos, podamos escoger la Vida (a Dios) y reconciliarnos, totalmente, con Él a través de Su perdón y de Su Amor. Ese es el centro del maravilloso Plan de Salvación.

La restauración de tu relación con Dios comienza con ese arrepentimiento, esa confesión y ese cambio que obra en tu interior el Espíritu Santo. Esa entrega es un pacto de Amor simbolizado en el bautismo, la muerte al viejo “yo” y el nacimiento al nuevo “nosotros” (Jesús y yo). No implica perfección, pero si decisión de ir en esa dirección de Su mano. El Espíritu Santo nos cambia por dentro. Vivir realmente con Dios no puede dejarte igual… si eres el mismo de antes, estás viviendo una mentira. El Amor de Dios transforma. 

¿Por qué es necesario el arrepentimiento?

En la Biblia para que haya perdón debe haber arrepentimiento. Esto es: primeramente, necesitamos darnos cuenta de que estamos transitando el camino equivocado y, en segundo lugar, debemos querer cambiar y colocarnos nuevamente en el camino correcto.

Y no, no hay pecado tan grande que Dios no pueda perdonarlo. Cierra los ojos por un segundo y piensa en los pecados mas horribles, ¡pues hasta esos Dios los perdona cuando el ser humano se arrepiente y suplica perdón! y es que el Amor de Dios es tan grande que es capaz de limpiarnos y transformarnos por completo, cuando nos entregamos a Él.

¿Hay perdón sin arrepentimiento? La respuesta, aunque tal vez no te guste, es NO. Si tu no te arrepientes sinceramente, y no decides cambiar de Su mano, no puede perdonarte. Simplemente, tu no deseas ser perdonado. No quieres enmendar tu camino. No deseas hacer Su voluntad, sino la tuya. De modo que Dios no puede perdonarte porque tu no quieres, realmente, que lo haga. Puedes engañarte a ti mismo, pero nunca al Omnisapiente. 

Es por eso que hay un pecado que Dios no puede perdonar. Solo uno. El pecado contra el Espíritu Santo.

El pecado contra el Espíritu Santo

“Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” (Mateo 12:31).

¿Y qué es blasfemar contra el Espíritu Santo? Es muy posible que no sea lo que estás pensando. Verás, por un lado, en la cultura hebrea, luego judía, el nombre define a la persona, por lo que, por ejemplo, cuando Dios dice en los 10 mandamientos de Éxodo 20″no tomarás el nombre de Dios en vano”, no se refiere a algo tan simple como no decir “Dios” en contextos poco apropiados. Va mucho más allá. Está diciendo que no digas que eres cristiano, o que perteneces a Dios, si realmente no vas a comportarte como tal. Del mismo modo, blasfemar contra el Espíritu Santo es decir que quieres ser perdonado, pero no arrepentirte. El Espíritu Santo no puede obrar en tu interior si tu no quieres. No hay nada mas blasfemo que la hipocresía y la mentira.

Dios no puede perdonarte si no quieres ser perdonado

Y es que lo único que Dios no puede perdonar es que tu no quieras ser perdonado. Así de simple. Ese es el famoso pecado contra el Espíritu Santo: no querer ser perdonado, no querer hacer la voluntad de Dios, sino la tuya. Saber que estás en el fango y desear seguir revolcándote en él. Dios no puede sacarte, simplemente, porque tu no quieres salir. Eso es blasfemar contra Él. Tu no puedes engañar a Dios. Puedes mentir a los demás, incluso engañarte a tí mismo, pero Él conoce tu corazón. Sabe si estás arrepentido de verdad o no. Él conoce si tu entrega es real, o una “pantomima” de cara a la galería. El verdadero arrepentimiento incluye un cambio de conducta, que comienza en el corazón, y que es obra del Espíritu Santo. 

El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia“. (Proverbios 28:13)

Dios te perdona. Ahora, no peques más

A Dios no le importa lo que hayas hecho, Él te ama y te perdona, siempre que tu arrepentimiento sea sincero. 

En Juan 8:11 entramparon a Jesús echando a una adúltera a sus pies para que la acusara. Pero Él la Amó y la perdonó. Entonces le dijo: “Vete, y desde ahora no peques más”.

Eso te dice hoy a ti. Puedes sentirlo mirándote tiernamente, con los ojos de una madre, con esa mirada dulce y cariñosa: Te amo. Te amo tanto, que morí por ti… Te has equivocado, has cometido errores, pero Yo los borro con mi sangre, si tu vienes a mi arrepentido y no quieres volverlo a hacer. Yo te daré las fuerzas. En Mí está el poder. Yo llego donde tu no puedes. Dame el control de tu vida, y Yo atravesaré tus tormentas y te llevaré al puerto. Confía en Mí. Yo TE AMO.

No tiene sentido que te sientas culpable por algo que ya ocurrió, por algo por lo que ya pediste perdón. Cristo te da una nueva oportunidad. “No importa” las veces que caigas, lo único que cuenta es que seas capaz de aferrarte a la mano de Jesús y levantarte de nuevo. No pienses más en el pasado ¡El Todopoderoso lo borró completamente en el momento en el que te arrepentiste y le pediste perdón! El enemigo quiere tu culpabilidad, pero Dios desea tu libertad.

Deja de jugar en el barro y confía en Dios

Eso si… cuanto más caigas, más difícil te será levantarte. Si disfrutas en el barro y, vez tras vez, vuelves al fango de nuevo, corres el riesgo de no querer salir. Recuerda: toda acción tiene su consecuencia. Tu mente puede quedar atrapada en el lodo si “juegas” a engañar a Dios. A Él no puedes mentirle, te engañas tu, y es peligroso hacerlo.

¿Tienes cargas en tu corazón? ¿Sientes que te has equivocado de camino? Nuestro Dios de Amor es todopoderoso y te perdona. Él hará puentes para que vuelvas al camino correcto. No tengas miedo, tan solo confía. Si te entregas a Él, si quieres restaurar los lazos de amor con Tu Padre celestial, Él promete responder y actuar en tu vida.

“Me invocarás, y yo te responderé. Contigo estaré en la angustia, te libraré y te glorificaré”. (Salmo 91:15)

Es una promesa.

Permite que Él te transforme y guíe tu vida

No lo olvides… “Si Dios es tu co-piloto, debes cambiar de asiento”. Él te Ama más que a nada, y ha prometido ayudarte a vencer tus batallas y llevarte a casa…. si tu quieres. La decisión mas inteligente que puedes tomar en esta vida es que Dios dirija tus pensamientos y tus pasos. Él sabe el camino mejor que tú. De hecho… Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

“Jesús le dijo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar hasta el Padre si no es por Mí”. (Juan 14:6)

Jesús, a través de Su vida y de Su muerte, nos enseñó a vivir aquí, dependiendo de Dios, y nos regaló vida eterna al reconciliarnos con el Padre. Ahora, cada ser humano puede decidir por si mismo, su destino eterno. 

“La fe es garantía de las cosas que esperamos y certeza de las realidades que no vemos”. (Hebreos 11:1)

La fe no es únicamente creer en lo que no se ve, la fe es vivir con Dios, es aprender a confiar en Él y vivir conectados, tal como Jesús nos enseñó cuando estuvo en esta tierra. La fe es relación. Una relación íntima en la que permitimos al Espíritu Santo transformarnos. 

“Yo soy la resurrección y la Vida. El que cree en Mí, aunque muera, Vivirá; y ninguno de los que viven y tienen fe en Mi morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26)

Es lo que le preguntó Jesús a Marta, la hermana de Lázaro, y es lo que te pregunta hoy también a ti. ¿Lo crees? ¿Crees a Jesús? ¿Es Él tu Vida? ¿Tu Verdad? ¿Es tu Camino? Entonces… ¡Vívelo! 

 

Comentarios

*En la Biblia la palabra temor suele significar respeto. Hay que ir al original para saber si dice respeto o miedo. No es lo mismo. Las traducciones, a veces, traicionan el sentido original del texto. Si no puedes ir al texto original escrito en arameo, hebreo o griego, puedes comparar varias versiones diferentes.

NOTA: La palabra Amor con mayúscula hace referencia al Amor de Dios, perfecto. El amor del ser humano está desgastado por el pecado. Es importante comprender la diferencia para no conformarnos con sucedáneos, y tener ese Amor divino como objetivo. Como cristianos necesitamos ser transformados por el Espíritu Santo a imagen del carácter de Cristo en todo. En obediencia, en humildad, en bondad, etc. Pero sobre todo, necesitamos aprender a Amar como Él Amó. Si Amamos a Dios, le obedeceremos y aprenderemos a Amar como Él Ama. Entonces, podremos amarnos a nosotros mismos de verdad. Seremos mas humildes  y equilibrados, porque conocemos quienes somos en realidad. Y ese mismo Amor de Dios también hará que Amemos a los demás, y nos guiará en el cómo hacerlo. Si, el Amor es la clave. Sin Amor, la religión deja de ser relación, y si no es relación con Dios, carece de sentido.

Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Coeditora y redactora de Revista.adventista.es y QueCurso.es, gestora de las redes sociales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España y asistente de dirección y producción en HopeMedia España.

Foto: Art by Lønfeldt on Unsplash

 

 

Lic. Teología & Comunicadora Editora Revista Adventista Productora radio y TV/ Redactora Web en HopeMedia Edit/coordin. Quecurso.com

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