“Después de estos sucesos, derramaré mi espíritu sobre todo ser humano: vuestros hijos e hijas profetizarán, soñarán sueños vuestros ancianos, y vuestros jóvenes verán visiones.” (Joel 3,1)
Tengo la certeza de que la mayoría de ellos no van a leer este texto. Están demasiado preocupados con la espinilla en su cara, el reconocimiento social o las características del último videojuego como para detenerse a mirar una columna en un soporte viejuno y, ¡vaya rollo!, escrito. Por eso confío en ti: madre, padre, abuelo, familiar con conciencia lectora. Confío en que transmitirás los conceptos que deseo proponerte y que pueden mejorar sus vidas.
Me refiero a los adolescentes. Aquellos a los que suponemos carentes de algo (por eso les llamamos como les llamamos) y que en realidad son excedentes de mucho. Y no hablo de cosas (que tienen demasiadas) ni de extracurriculares (que también tienen demasiadas) sino de calificativos: rebeldes, maleducados, insatisfechos, inseguros, malhablados, impertinentes, inmaduros y, cómo no, poco espirituales. Está claro que un adolescente no es ni un niño ni un adulto, que precisa referentes diferentes a los de la infancia e, incluso, que no gestiona adecuadamente sus vías de comunicación (mucho WhatsApp y poco diálogo en casa). Pero, NO COMPARTO LO DE POCO ESPIRITUALES (sí, en mayúscula, como si gritase). Me parece terrible que coloquemos toda una etapa de la vida en la liminalidad de lo religioso, de la experiencia transcendente. “Los jóvenes tienen sus crisis”, “están en sus cosas”, “debemos bautizarles pronto porque si no en la adolescencia se saldrán de la iglesia”, “tienen que vivir la vida para poder comparar” son frases que he escuchado una y otra vez con referencia a ellos. Frases que no responden a la realidad y que generan una mecánica de disonancia. ¿Hay adolescentes díscolos? Sí, pero no en menos proporción que jóvenes o adultos. ¿Hay adolescentes apáticos? Sí, pero mira a tu alrededor y dime quien no se llama “laodicense”.
Sostengo, por tanto, que es una estrategia del enemigo, la de eliminar del entorno espiritual a los adolescentes. Sostengo, además, que la necesidad de renovación que los caracteriza es imprescindible para el equilibrio de nuestra iglesia. E insisto en que son necesarios, por sus ideales y energía, para la misión del remanente. No te sorprendas, los adolescentes fueron algunos de los mejores divulgadores de la fe en el pasado y, por supuesto, van a serlo en el futuro. José, el esclavo bollycao de Potifar, fue fiel en las tentaciones más juveniles y ensalzó en Egipto el nombre de Dios. El rubiales David era un valiente adolescente cuando se enfrentó al gigante con la confianza de que Dios le acompañaba, no hubo filisteo que no hablase de Yhwh a partir de aquel encuentro. La criada de la mujer de Naamán supo dar testimonio de sus creencias a pesar de ser una simple adolescente. Josías, el rey bueno, era un quinceañero cuando comenzó una de las mayores reformas de la historia de Israel. Daniel decidió abandonar, juntamente con sus amigos, la fast food y avanzar en la deep faith siendo un adolescente exilado (dicen que se le quedó un cutis espectacular y que el rey tomó nota de aquello). Juan, el evangelista, siguió a Jesús en su más tormentosa, al menos atronadora, pubescencia. Todos adolescentes. No menciono, porque no hay tinta suficiente, la multitud de ellos que faltan en los registros: adolescentes que predicaron la verdad, que murieron en los circos, que memorizaron fragmentos de la Biblia, que testimoniaron en escuelas, que oraron por sus amigos.
No caigamos en la trampa de aparcarlos porque Jesús los sigue necesitando. Elimina esa etiqueta mutiladora de tu cabeza y ayuda a que otros se la quiten. Confía en los adolescentes, cuenta con los adolescentes, facilita una vida espiritual madura a los adolescentes. ¿Y si fallan? Persiste. Juan Marcos falló y sin el “adulto” Bernabé no tendríamos un evangelio. En estos tiempos que vivimos, nadie de nuestras comunidades sobra, todos tienen una función en la misión. Cristo también cuenta con ellos.
Sabemos que les encanta Internet, que sus prescriptores son los youtubers, que no hay tiempo suficiente como para que se despeguen de la pantalla. Bien, entonces, pidámosles que hablen de Jesús en ese soporte, que sean CRISTUBERS (youtubers que hablan de Cristo en las redes). Anímales a ello. Anímales a expresar su fe y su manera de vivirla.
Hemos preparado un breve video para ellos (el que puedes ver arriba), envíaselo (https://youtu.be/GuLD19T6iCc). ¡Qué arda WhatsApp con nuestros mensajes de ánimo a nuestros adolescentes! Motívales a que suban sus mensajes de vida sobre Jesús a la red (y que nos manden sus links a [email protected] para que los promocionemos), a que den testimonio de su fe. Permitamos que la profecía de Joel se cumpla y que nuestros adolescentes tengan visiones, ideales, compromiso.
Cuento contigo.
Víctor Armenteros. Responsable de Ministerio de Gestión de Vida cristiana / Educación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España-
Foto: Steinar Engeland en Unsplash
¡Qué pasada de artículo! Me ha enamorado. Porque al fin escucho una voz coherente con lo que la Biblia dice y espera de ellos. Por fin se les saca al escenario envejeciente de nuestra iglesia para que aporten toda la energía, entusiasmo, fuerza y alegría de la que disponen dentro de si, y empiecen a mostrar que Joel 2:28 no es un cuento de soñadores.
¡Enhorabuena Víctor! Gracias por darles la visibilidad que merecen y que no solo ellos, sino todos, necesitamos.
Que buena iniciativa! Lo comparto con l@s adolescentes más cercan@s. Ojalá se animen. Dios os bendiga.