Mientras escribía pensaba en lo poco apropiado de hablar de fuego en una semana con esta, pero al mismo tiempo algo me decía que era el momento justo para hacerlo… precisamente porque el fuego es una perfecta analogía del Amor (si, con mayúscula). El fuego destruye, pero también ilumina y calienta. La humanidad no podría haber salido adelante sin él. No es ni malo, ni bueno… depende del uso que le demos. El problema no es el fuego, sino el corazón humano.
Me impactó la imagen viral de la anciana gallega llorando por su monte quemado. Creo que sabía que no volvería a verlo en su esplendor. Su vida casi toca a su fin, y tiene el alma dolorida al ver al voraz fuego alimentarse de su hogar. Mi corazón se solidariza con su sufrimiento. También yo he disfrutado de esos montes y también llora mi alma al verlos quemar. No sólo se queman los bosques, se queman nuestros recuerdos, ¡y no hay derecho!
Hace tiempo vi una imagen que me hizo qué pensar. En una viñeta había un enorme tiburón blanco, enseñando todos sus dientes, y al lado un pequeño buceador. El texto decía: “He aquí el animal más peligroso del mundo, y a su lado, un tiburón blanco”.
Me alarmó leer titulares como el de Europa Press, en su noticia “Alrededor de 460.000 españoles podrían padecer ‘piromanía’ en algún momento de su vida, según un estudio” y pensé que el ser humano es capaz de los más hermosos logros, pero también de los más atroces hechos. ¿De qué depende? El fuego puede usarse para el bien, o para el mal. Es tan solo una herramienta. Es el corazón humano el que decide.
Esta semana ha sido muy dura para muchas personas que han luchado contra el fuego… y muchos tendrán que seguir luchando con las consecuencias de éste en sus montes, sus hogares y sus vidas. Para todos ellos, allá donde se encuentren, va esta historia sobre el fuego, de Anthony del Mello, y una pequeña reflexión al respecto. Una historia sobre un fuego que no quema. Un fuego bueno. El fuego del Amor de Dios. Si todos fuésemos pirómanos de ese fuego bueno, el mundo sería un lugar muy diferente…. Vayan estas palabras con un abrazo cálido, de esos que no queman, sino que reconfortan el alma.
El inventor*
Tras muchos años de esfuerzos, un inventor descubrió el arte de hacer fuego. Tomó consigo sus instrumentos y se fue a las nevadas regiones del Norte, donde inició a una tribu en el mencionado arte y en sus ventajas.
La gente quedó tan encantada con semejante novedad que ni siquiera se le ocurrió dar las gracias al inventor, el cual desapareció de allí un buen día sin que nadie se percatara. Como era uno de esos pocos seres humanos dotados de grandeza de ánimo, no deseaba ser recordado ni que le rindieran honores; lo único que buscaba era la satisfacción de saber que alguien se había beneficiado de su descubrimiento.
La siguiente tribu a la que llegó se mostró tan deseosa de aprender como la primera. Pero sus sacerdotes, celosos de la influencia de aquel extraño, lo asesinaron y, para acallar cualquier sospecha, entronizaron un retrato del Gran inventor en el altar mayor del templo, creando una liturgia para borrar su nombre y mantener viva su memoria y teniendo gran cuidado de que no se alterara ni se omitiera una sola rúbrica de la mencionada liturgia.
Los instrumentos para hacer fuego fueron cuidadosamente guardados en un cofre, y se hizo correr el rumor de que curaban de sus dolencias a todo aquel que pusieran sus manos sobre ellos con fe.
El propio Sumo Sacerdote se encargó de escribir una Vida del Inventor, la cual se convirtió en el Libro Sagrado, que presentaba su amorosa bondad como un ejemplo a imitar por todos, encomiaba sus gloriosas obras y hacía de su naturaleza sobrehumana un artículo de fe.
Los sacerdotes se aseguraban de que el Libro fuera transmitido a las generaciones futuras, mientras ellos se reservaban el poder de interpretar el sentido de sus palabras y el significado de su sagrada vida y muerte, castigando inexorablemente con la muerte o la excomunión a cualquiera que se desviara de la doctrina por ellos establecida.
Y la gente, atrapada de lleno en toda una red de deberes religiosos, olvidó por completo el arte de hacer fuego.
*(Anthony del Mello. La oración del a rana. Tomo 1)
Jesús, como el inventor de la historia, vino para enseñarnos a hacer fuego, el fuego del Amor a Dios y a los demás, que únicamente brota de Dios mismo.
Algunas analogías del amor con el fuego podrían ser: si no se transmite se apaga; es activo y necesita ser alimentado, y cuidado, constantemente; purifica; transforma; calienta; ilumina…
Como en la historia, también a Jesús le quitaron la vida, aunque luego la volvió a tomar y ahora está sentado a la diestra de Dios, como nos dice Colosenses 3:1.
Del mismo modo, se crearon liturgias en derredor de Cristo; se escribió su vida y su obra, etc. Sin embargo, lo verdaderamente importante es que nos enseñó a hacer fuego. Si los seres humanos olvidamos hacer fuego, la venida del Inventor no habrá servido para nada; Si no sabemos hacer fuego, todos los ritos carecen de sentido.
Cristo nos mostró como Amar de verdad. No solamente vivió en este mundo enseñando, ayudando, curando… sino que nos Amó hasta el punto de dar su propia vida perfecta a cambio de la nuestra pecaminosa, para que cada ser humano que lo desee pueda reconciliarse con Dios y acceder a la Vida eterna. No hay Amor mas puro, más grande, que dar la propia vida para salvar la del ser amado (Juan 15:13).
Cristo dijo que si le amamos, debemos obedecer sus mandamientos (Juan 14:15), y en realidad, esos mandamientos pueden resumirse en dos, que a su vez se resumen en uno: Amar. No amar, sino Amar como Jesús amó. Si olvidamos Amar a los demás, nunca llegaremos a ser verdaderos cristianos, porque no podremos reflejar el carácter de Cristo.
Tal como indica Lucas 10:25-28, cuando Jesús le preguntó al intérprete de la Ley cómo leía dicha ley, él respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo, y Jesús dijo que estaba bien, pero que debía ponerlo en práctica “haz eso y vivirás”. Y nuevamente, unos capítulos más tarde, en Lucas 18:18-30, le dijo a un rico estudioso de la Ley que no basta con amar teóricamente, el Amor es un verbo y conlleva acción. Por eso le indicó que le faltaba la parte práctica… la que nos falta a casi todos.
No sé si a ti te ha pasado, o te pasa, pero el verbo Amar (si, con mayúscula… Amar como Dios Ama, no como los seres humanos amamos) es el más difícil de llevar a la práctica. Cuando era pequeña me resultaba más fácil amar…. Recuerdo que si veía un perro abandonado peleaba con mi madre para llevarlo a casa y cuidarlo; si veía un erizo atropellado quería parar el coche por si estaba vivo aún y poder curarlo; cuando me cruzaba con alguien necesitado, quería llevarlo a casa para alimentarlo; y muchas veces di todo el dinero que tenía o el almuerzo del día a quien creí que lo necesitaba. Aquello me hacía sentir tan bien…. de verdad que sentía a Dios cerca… me inundaba una paz y una sensación de que Dios sonreía…. que me llenaba de profunda satisfacción. Pero el tiempo y las experiencias negativas con el complicado ser humano han enfriado ese amor y, ahora, cada vez me cuesta más amar. No puedo hacerlo sola. Necesito que Dios esté presente en mi corazón cada minuto del día, porque a mi no me sale… no puedo amar, y mucho menos Amar… he olvidado hacerlo.
El amor se me apaga con cada soplo de indiferencia. Para mantenerlo encendido y que crezca hasta convertirse en Amor debo estar constantemente conectada al Señor. No hay otra manera. Y eso también me cuesta… El enemigo se encarga de que utilice mi tiempo, el mayor don que tenemos, en mil cosas urgentes, en lugar de en las verdaderamente importantes. La primera de las cuales es mi conexión con Dios.
La Biblia nos dice que Dios es Amor en 1º Juan 4:8 “El que no Ama, no conoce a Dios, porque Dios es Amor“, y en 1º Juan 4:16. “Nosotros hemos conocido el Amor que Dios nos tiene, y hemos creído en Él. Dios es Amor, y el que permanece en el Amor, permanece en Dios, y Dios en él”. Solo podemos Amar si vivimos de la mano de Dios. Solo si nos convertimos en canales limpios podemos Amar a los demás (si no somos capaces de amar a los demás, ten por seguro que no amamos a Dios, vivimos una relación falsa… como la de un matrimonio de conveniencia). Si Dios nos da de su Amor, y respondemos, querremos cumplir los mandamientos, que Él nos pidió que guardáramos, y que aparecen en Éxodo 20. Esos que Dios creó para nuestro bien; para que podamos vivir en sociedad, y que aparecen por toda la Biblia explícita o implícitamente. Él quiere que guardemos Sus mandamientos, porque son una expresión práctica de Su Amor, y del Amor que debemos tener hacia los demás. Son instrucciones para que “nos vaya bien” como dice: Deuteronomio 4:40.
Tristemente, como en esta historia del inventor del fuego, los seres humanos hemos olvidado Amar, y hemos desnudado la religión de su principal característica, creando un sistema de ritos que sin Amor, son absurdos. Religión es relación, volver a unir al hombre con Dios a través del Amor. Miles de personas se rebelan contra la religión ,y contra el propio Dios, porque hemos desvirtuado su significado. Solo el verdadero Amor podrá devolverle el sentido a la religión y mostrarles Quien es verdaderamente Dios.
El fuego que el Creador puso en cada uno de nosotros se va apagando con el paso del tiempo. En muchos, ya está apagado (Mateo 24:12). Nuestra única esperanza de no morir a oscuras y congelados es pedir al Señor que vuelva a encender, en nosotros, Su llama.
Tal vez por eso, el derramamiento del Espíritu Santo fue simbolizado con lenguas de fuego sobre las cabezas de todos aquellos primeros cristianos, porque el Señor les dio, a aquellos hombres y mujeres, dones especiales incluido el don de lenguas, para poder llevar el evangelio al mundo entero. Pero por encima de todos los dones, les dio el más importante: El don del Amor (1º Corintios 13) Solamente por Amor podían interesarse por la salvación de los demás, y por llevarles el evangelio, hasta el punto de dejarlo todo para ir a otras naciones.
Si, salir de nuestra zona de confort cristiana es incómodo, pero es necesario. Amar es abrir el corazón y exponernos a que nos hagan daño, pero quien no ama, no conoce a Dios. Necesitamos aprender a Amar, y solamente podremos hacerlo de la mano de Jesús, y por el poder del Espíritu Santo encendiendo el fuego del Amor de Dios en nuestros corazones.
Lo contrario al Amor no es el odio, como muchos creen… sino la indiferencia. Que Dios nos cambie el corazón de piedra por uno de carne, capaz de Amar y obedecer. (Ezequiel 36:26-28) Que él encienda en nuestros corazones el fuego de Su Amor y nos ayude a encender los corazones de quienes tenemos alrededor.
Si. Los seres humanos hemos olvidado el arte de hacer fuego… pero como dicen por ahí “donde hubo fuego, brasas quedan” y el Espíritu Santo puede volver a prenderlas.
Autora: Esther Azón. Teóloga y comunicadora. Productora TV, guionista y redactora web en HopeMedia. Editora de la Revista Adventista de España y ANN España.
Foto: Daiga Ellaby en Unsplash