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Queridos padres:

Desde hace muchos, muchos años, desde mucho antes de que vosotros nacierais, Yo ya pensaba en vuestro hijo. Sabía cómo iban a ser sus ojos, su pelo, qué fruta sería su favorita y a qué le gustaría jugar. Sabía que iba a ser bueno en matemáticas, en la cocina y en hacer reír a los demás.

Desde hace muchos, muchos años, desde mucho antes de que vosotros nacierais, Yo ya tenía un plan para la vida de vuestro hijo.

Y es un plan que vosotros no conocéis, pero que, a su debido tiempo, se lo daré a conocer a él, personalmente. Yo no os lo he contado, porque ese plan depende de la elección y las decisiones que él tome, y no de vosotros. Un día hablaré con él y discutiremos ese plan, él y Yo, y nadie más.

Ya sé que os preocupa darle el mejor futuro posible, que estudie, que tenga buena salud y buenos amigos. A mí también.

Cada noche oráis por él y me pedís que lo guarde y lo proteja. Sé que cada noche anheláis que os ayude a educarlo. No os preocupéis, Yo tengo tanto o más interés que vosotros en ayudaros a ser buenos padres porque Yo, más que nadie, estoy interesado en el futuro de vuestro hijo.

Lo cierto es que vosotros podéis hacer mucho para prepararlo, para el momento en el que Yo le presente mi plan.

Primero, educadle para que Yo forme parte de su vida. Estudiad la Biblia con él, orad con él. Permitid que me vea como su mejor amigo, aquel que nunca le va a fallar; al que no puede ver ni tocar pero que sí me puede sentir. Enseñadle a pedirme ayuda cuando esté triste o preocupado; pero sobre todo enseñadle a compartir sus alegrías, progresos y victorias conmigo. Enseñadle a reconocerme en las flores del campo, en un “gracias”, en la sonrisa de un anciano y en la caricia de un gato.

Luego, enseñadle a pensar por sí mismo. No elijáis siempre su ropa o su comida. Permitid que él, dentro de las condiciones que vosotros marquéis, tome pequeñas decisiones y respetádselas. Respetad a sus amigos y permitid que él resuelva por sí mismo los pequeños conflictos entre niños. Pero a la vez habladle claro sobre qué decisiones consideráis correctas, cuáles son incorrectas y explicádselas. Dadle razones mejor que órdenes.

Ya sé que muchas veces habéis imaginado el futuro de vuestro hijo, y que os gustaría que cumpliera vuestras expectativas. Pero pensad en él no solo como vuestro hijo, sino como MI hijo. Por encima de vuestros deseos para él está el plan que yo tengo en mente, un plan que, si lo acepta, lo hará realmente feliz aquí, útil y sentirá que tiene una vida plena, que seguirá, a mi lado, por la eternidad.

Queridos, ya sabéis… En vuestras manos dejo mi tesoro más querido. Confío en vosotros. Y cuando crezca… ya hablaré Yo con él.

 

Autora: Esther Villanueva. Maestra de educación infantil y primaria. Coordinadora de la sección infantil de Aula7activa y del proyecto Mi Biblia, mi tesoro.

Foto: Luke Michael en Unsplash

Revista Adventista de España