–Así que eres el rey de estos nacionalistas judíos… –le dijo Pilato.
–Mi reino no es de este mundo –contestó Jesús.
Jesús fue, para muchos, incluso entre sus seguidores, la mayor decepción política de su tiempo.
No puedo ofrecer una lectura política de la actualidad, pero sí lo que me despierta por dentro desde una perspectiva espiritual.
Me independizo de políticos y banderas, me da igual su color, formas y rayas.
Condeno la violencia y la mentira, tanto la activa como la pasiva.
Me duele ver el desprecio con el que muchos diferencian entre el “ellos” y el “nosotros”, los “tales” o “los cuales”, como si se ostentase la mirada objetiva y verdadera. Estos días he visto en lo político actitudes más sectarias y exclusivistas que en lo religioso.
Voto NO en el referéndum de los garrotazos, físicos y verbales, y de las fracturas que ya se han ocasionando, carnales y emocionales.
Declaro mi independencia de aquellos que atan al otro una cadena de presuposiciones y acusaciones por expresar una opinión diferente.
¡Me independizo del mundo! ¡De todos! ¡Y también de mí mismo! Eso es. Sí. De todo, menos de la Cruz.
Creo que los cristianos todavía no nos hemos creído la propuesta del Evangelio, lo que verdaderamente significa e implica la Cruz, no sólo para el futuro que esperamos sino para el Hoy que vivimos.
“Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo, derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba. Esto lo hizo para crear una nueva humanidad, para reconciliarnos con Dios mediante la cruz. Él vino y proclamó Paz a los que estaban lejos y paz a los que estaban cerca” (Efesios 2:14-22).
¿Has leído? ¡Una nueva humanidad! Las barreras y el conflicto entre tribus, géneros, identidades y pueblos no tienen sentido unidos a Cristo.
“Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús” (Filipenses 3:28).
¿Te das cuenta del poder de la Cruz? No es otra etiqueta que se añade, sino una nueva identidad que atraviesa el resto y quiebra viejas fronteras.
Soy riojano de pura cepa, pero considero mis raíces como la nada si las comparo con la verdadera Vid a la cual quiero estar unido.
Por supuesto, no vivimos en las nubes sino rodeados de costumbres, inmersos en culturas, delimitados por fronteras… pero la fuerza de la cultura debe ser superada por la de la Gracia. Cuando la cultura da forma a la Gracia, entonces nos fragmentamos.
Mi nacionalidad es el barro, y mi identidad es la que Dios me ha regalado.
Mi ciudadanía no depende de la tierra en la que me parió mi madre, sino de mi destino en una Tierra Nueva.
Mi esperanza de futuro no está en una urna llena, sino en una tumba vacía.
¿Significa esto no hacer nada por el mundo en el que vivo? ¡Al contrario! Los que más impactaron su sociedad fueron aquellos que tenían sus ojos fijos en la promesa futura. Jesús es nuestro ejemplo. Se espera de nosotros, sus seguidores, que trabajemos por la paz, que practiquemos la justicia, que confortemos al doliente, que nos alejemos de la corrupción… ¡Por supuesto que Dios espera nuestro trabajo aquí y ahora!, pero sin olvidarnos de que nuestro reino no es de este mundo.
Autor: Samuel Gil Soldevilla. Doctorando en Ciencias de la Comunicación; máster en Nuevas Tendencias y Procesos de Innovación en Comunicación; licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas; graduando en Teología Adventista y coordinador del proyecto “Yo pensaba que…”
Gracias por el sentido común cristiano. Espero que no te acusen de equidistancia por independizarte de todos menos de Jesús.
Gracias Alfredo. Creo que Samuel estará de acuerdo en que si nos independizamos de todo menos de Jesús… en el fondo nos reconciliamos con todos, porque la clave de Su carácter es el Amor y Su única preocupación: nuestra salvación 😉
Me siento orgullosa de haber estudiado a tu lado, comparto cada frase y cada idea de este articulo. Todos somos hermanos, nos guste o no, y Dios espera de nosotros una actitud que confirme eso. Jesús les dice a sus discípulos judíos al final del evangelio de Mateo: “Haced discípulos de todas las naciones” (todas las etnias, esa frase es la misma frase de Génesis 12). Esta no era una nueva misión para sus discípulos, que la llamamos la Gran Comisión, es realmente una re-comisión de lo que Dios los llamó a ser y hacer en Génesis 12. El plan de la Redención es para todas las naciones a través de la nación que Dios llamó y creó en Abraham, a través de quien todas las naciones / familias de la tierra serán bendecidas.
Esto tiene el potencial de revolucionar la forma en que vemos las misiones y la iglesia, cómo miramos las noticias y nuestros vecinos y nuestra propia nación. Esto debería afectar la forma en que pensamos en personas que son étnicamente diferentes que nosotros, o de diferentes naciones que nosotros, o que hablan diferentes idiomas que nosotros, o con diferentes colores de piel que nosotros, o con una religión diferente a nosotros.
Personalmente lo echaba en falta y lo agradezco. Habrá que reflexionar sobre este artículo tuyo, Samuel. Las soluciones en este tema no son fáciles pero me has hecho reflexionar que para un cristiano al menos éste es el camino.
Muchas gracias por vuestras palabras, de parte de Samuel Gil.