Se acabó la espera. Ya están aquí. Los “tiempos difíciles” de los que le habló el apóstol Pablo a Timoteo (2ª Tim.3:1-5) son una realidad cotidiana que ha llegado para quedarse. Las actitudes descritas por la pluma del apóstol dañan el corazón de la misma humanidad no siendo la iglesia una excepción.
El movimiento adventista, llamado a proclamar la inminencia del retorno del Rey y a preparar a un pueblo bien dispuesto para el encuentro con Él, vive rodeado de peligros. Los hay externos, casi siempre relacionados con la amenaza a la libertad de conciencia, y los hay internos, más difíciles de detectar pero me atrevería a decir que más destructivos y peligrosos.
La falta de unidad, la apatía espiritual, la falta de espiritualidad en los hogares, la actitud “mi Señor se tarda en venir” parece haberse apoderado de muchos que profesan la fe adventista. Los movimientos populistas que, entre otras cosas, se esfuerzan por poner fechas desoyendo las advertencias de la Palabra y de los Testimonios. Las actitudes que nos dividen cuando decimos “yo soy de Pablo y yo de Apolos” (1ª Cor.1:12-13).
Tiempos difíciles. Han venido para quedarse. Ya lo sabíamos pero duelen igualmente. Vemos a nuestros hijos ausentarse de nuestros servicios religiosos. Aumenta el número de divorcios entre los adventistas. La fidelidad se resiente. Es difícil ver nuestros salones con aforo completo en otro momento que no sea el sábado por la mañana. No siempre se predica la Palabra con poder y sabiduría del Espíritu.
Tiempos difíciles. ¿Cómo luchar contra la corriente del tiempo presente? Permitid que comparta con todos los lectores las palabras inspiradas que encontramos en 2ª Cr.19 cuando “los hijos de Moab y de Amón y algunos de los meunitas, salieron a la guerra contra Josafat” (v. 1). Una multitud enorme se dirige hacia Jerusalén con la intención de acabar con el pueblo de Dios. Es un enemigo enorme y así reaccionó Josafat: “No sabemos qué hacer, pero en ti ponemos nuestros ojos” (v. 12).
Confianza en el Señor. Ayuno. Oración. Basta con tener a un grupo de hermanos y hermanas comprometidos. Cuantos más, mejor, pero si no somos todos, Dios necesita de “7.000 que no hayan doblado su rodilla ante Baal”. El Espíritu vino sobre Matanías, uno de los levitas de los hijos de Asaf. Éste fue su mensaje: “No temáis ni desmayéis delante de esta multitud tan grande porque la batalla no será vuestra sino de Dios” (v. 15). Creo que el Espíritu tiene el mismo mensaje para nosotros. Son tiempos difíciles pero la victoria le pertenece al Dios de los cielos. Escucho la voz de Matanías: “Deteneos, estad quietos y ved la victoria que el Señor logrará por vosotros” (v. 17). Es hora de levantarnos del sueño. Es hora de levantar nuestras cabezas porque nuestra redención está cerca.
Josafat alzó su voz: “Creed en el Señor vuestro Dios, y estaréis seguros. Creed a sus profetas y seréis prosperados” (v. 20). No se me ocurre un mejor mensaje en estos tiempos complicados: Creed. Confiad. “El que comenzó la obra en nosotros la terminará” (Fil. 1:6). ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!