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Si es posible, en lo que dependa de vosotros,
estad en paz con todos los hombres” (1ª Pedro 2:9).

Jesús, mientras estuvo en esta tierra, destacó la paz como uno de los ingredientes más importantes para la vida del creyente. La razón es comprensible. En la paz es posible sembrar la buena semilla pero además es posible que ésta pueda crecer, desarrollarse y dar fruto. En el sermón del monte, momento donde Jesús presentó los grandes principios de su reino, mencionó la importancia de la paz: “Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mateo 5: 9).

Si analizamos la vida de Jesús veremos que una de sus funciones prioritarias mientras estuvo en esta tierra fue la de dejarnos un ministerio. ¿De qué ministerio se trata? Del ministerio de la reconciliación (2ª Cor.5:19). ¿Qué quiere decir eso? Como creyentes debemos sembrar paz, generar paz y poner paz allí donde nos encontremos.

¿Fácil o difícil? Si dijese fácil estaría faltando a la verdad. La paz es uno de los desafíos más grandes que tenemos los seres humanos. De hecho la vida de todo hombre está marcada por episodios de tensiones y desavenencias. ¿Qué es lo que nos está pasando? ¿Realmente los enfrentamientos de los unos contra los otros es una asignatura que no conseguiremos superar nunca? Los cristianos llevamos siglos y siglos luchando por hacer realidad el proyecto de Jesús, sin embargo, seguimos sin conseguirlo.

MATIZACIONES INTERESANTES

Me gusta la sensibilidad de nuestro Dios, quien conociendo las diferencias individuales es capaz de comprender que no siempre será posible alcanzar el objetivo:

1. PRIMER ASPECTO: Si es posible… ¿Por qué Pablo comienza de esta manera? Pareciera que Pablo intenta aclarar que no siempre será posible alcanzar la paz. Nuestra actitud debe ser siempre pacífica, pero ¿qué ocurre cuando alguien pisotea los mandamientos divinos y nos fuerza a hacer lo mismo? Pablo nos adelanta que en estos casos la paz no es ya una prioridad. Pablo no está justificando el espíritu beligerante, “no”, lo que Pablo está diciendo es que “Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres” (…..)

La tensión, la guerra o la disputa no debe estar en nuestros planes. Nuestro deseo debe ser siempre hacer el bien, pero cuando hacer esto suponga entrar en conflicto con los principios divinos, Pablo dirá, que la fidelidad tiene la prioridad.

2. SEGUNDO ASPECTO: En lo que dependa de vosotros… Aquí Pablo considera algo que creo que es muy importante y que no podemos pasar por alto. De la misma manera que no todos tenemos los mismos dones, no todos tienen la misma capacidad para generar paz. Hay quien lo hace de forma natural y espontánea pero hay a quien le resulta muy difícil. Y esto encierra una gran lección para todos. A veces podemos caer en la trampa de juzgar mal a aquel que genera tensiones. Tendemos a pensar que lo que es fácil para mi, debe serlo también para los demás; y eso no es cierto. El texto nos invita a ser sensibles con las diferencias personales. Ten presente que quizás a ti no te cueste poner paz porque eres un pacificador, pero para tu compañero la paz se presenta como su mayor desafío. Debes ser paciente con él, ya que, con toda seguridad, en otras áreas él será fuerte y tú el débil. Así que el texto nos invita a ser compresivos con las debilidades de los demás.

Por otro lado, tampoco podemos decir que el pacificador siempre lo es. Hay situaciones que nos desbordan a todos, hay circunstancias que nos cuestan superar. Piensa por ejemplo en Moisés, un hombre de paz y sin embargo en un momento dado su paz desapareció y actuó de forma inapropiada. Actitudes ariscas, cortantes y desafiantes, producen tensiones en todas las personas. Por eso, Pablo inspirado por Dios dirá: “En lo que dependa de vosotros estad en paz con todos los hombres”.

¿CÓMO HACER REALIDAD EL OBJETIVO?

Poner paz es un desafío para todos. Hay circunstancias que nos tocan de tal manera y de forma tan profunda que nos impelen a romper la paz. Por este motivo creo que sería bueno mencionar cuatro herramientas que nos ayudarán a conseguir el objetivo:

a) El control. ¿Cómo definirías el control? Yo diría que el control es tomar las riendas de una situación, no permitiendo que la situación tome las riendas de uno mismo. En un mundo donde suceden tantas cosas que nos provocan, qué importante es evitar lo que se llaman las reacciones automáticas. ¿Cómo se consigue esto? Con el control de uno mismo. Hoy está demostrado que lo que decimos y hacemos depende de lo que pensamos. Por eso el consejo que Dios nos deja en su Palabra es tan oportuno: “Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable todo lo que es de buen nombre… en esto pensad” (Filipenses 4:8).

b) La paciencia. Es un complemento del control; es decir, el control sin la paciencia no funciona. Pero cuando lo uno y lo otro se aúnan la cosa cambia. La paciencia es la capacidad de esperar. Hoy queremos todo de forma inmediata. ¡Eso no puede ser! Todo lo que vale requiere de un tiempo de espera. Por este motivo el control necesita el complemento de la paciencia.

c) La comprensión. Curiosamente la paciencia tampoco puede funcionar bien por sí sola. Necesita el apoyo de otra virtud: la comprensión. La comprensión es el alimento de la paciencia. ¿En qué sentido? La paciencia para que sea resistente y duradera necesita saber el por qué de algo. Esa necesidad la cubre la comprensión. Cuando la paciencia no entiende, ya sabes lo que ocurre: poco a poco se va agotando y finalmente se desvanece.

d) El perdón. El perdón es el don más valioso que Dios puso en nuestras manos. Lástima que se haya entendido tan mal. Cuando el perdón se enfoca bien uno descubre que es como una medicina mágica que sirve para cambiar situaciones, arreglar daños y evitar sufrimientos. En la línea de nuestra reflexión diremos que el perdón es el elixir de la paz. Si alguien te ha herido, si alguien ha sido injusto contigo, si alguien ha generado un clima de tensión, el perdón es el medio para controlar la situación y conseguir la paz. Por eso Jesús dirá: “Perdonaos los unos a los otros” y “perdonadlo todo”. ¡Qué buen remedio!

LA GRACIA DE DIOS

Para poner paz en un mundo como el nuestro necesitamos la ayuda divina. Esta ayuda se llama “gracia”. La gracia intenta resaltar una realidad: Dios nos la da como un regalo, ya que no la merecemos. La razón es clara, así como los padres brindan a sus hijos su ayuda con el fin de que éstos tengan éxito en la vida, Dios provee para nosotros de su ayuda con el fin de que nuestra vida goce de alegría y satisfacción.

Hay un peligro en esta ayuda. Pablo advierte de esto a los Corintios: “Así, pues, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios (2ªCorintios 6:1). El peligro que Pablo menciona consiste en tener la ayuda divina en nuestras manos pero no hacer uso de ella. ¡Qué lástima! El tiempo ha mostrado cómo vidas que prometían el éxito, terminaron en el fracaso. La causa no estuvo en no poder, sino en no hacer uso de la de la gracia que Dios brindó. Despreciar la gracia de Dios, es un tema serio ya que trae consecuencias lamentables. Recuerda que sin la gracia, no podemos vencer y por lo tanto el propósito de Dios no se cumplirá.

CONCLUSIÓN.

Dios pone delante de nosotros un hermoso reto: “Estar en paz con todos los hombres”. Dos situaciones pueden impedir que se haga realidad: Por un lado nuestra fidelidad y por otro que nos veamos impotentes ante las circunstancias que nos rodean. ¿Qué hacer? En el primer caso no podemos hacer nada ya que la fidelidad a Dios es prioritaria pero en el segundo caso sí. Dios nos da su ayuda y nos pide una cosa: “que no menospreciemos su gracia”.

Que Dios nos ayude a todos a usar la “gracia divina” porque con ella podremos ser vencedores.

Que Dios te bendiga. AMÉN.

Revista Adventista de España