Palabras de Amor:
“¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Jesús!” (Apoc. 14:12, NVI).*
Yo estaba muy cansado, y la sala de espera del aeropuerto era muy linda y cómoda. Durante semanas, había estado viajando por el Caribe, tomando fotos y filmando una película sobre las diversas actividades de los miembros de iglesia de allí.
Había filmado a pastores y miembros laicos que compartían el amor de Dios con todos los que conocían. Había visto médicos curar enfermos, estudiantes prepararse para convertirse en médicos, predicadores y maestros. Había conocido héroes reales que habían sacrificado mucho para honrar al Dios que aman. Había fotografiado a jóvenes que compartían información sobre cómo recuperarse de enfermedades. Había escuchado música y predicaciones poderosas, y había visto personas bautizarse. Ahora era el momento de regresar a casa.
Cerré los ojos mientras sentía que la presión de mi rutina ocupada se desvanecía. Pronto estaría en casa, en mi cama.
De repente, me di cuenta de que ya no escuchaba a nadie hablar a mi alrededor. La sala de espera, hasta hace un momento llena de pasajeros, agentes de viajes y niños, ahora estaba vacía. Todo lo que había era el silencio, y el sonido de los motores de aviones que tomaban carrera.
Entré en pánico. ¡Mi vuelo a casa! El viaje que me llevaría de regreso a casa se había ido sin mí. ¡Lo había perdido! Me había dormido y, mientras lo hacía, me habían dejado.
Entonces, escuché una voz fuerte que salía de los parlantes de la solitaria sala de espera del aeropuerto. “Atención, por favor. Atención, por favor. Este es el último llamado a embarque para el vuelo 982 rumbo a Miami. Todos los pasajeros deben abordar la aeronave en este momento. Si tiene el pasaje para el vuelo 982 a Miami, diríjase inmediatamente al portón de embarque. Este es el último llamado a embarque”.
Probablemente haya establecido el récord de corrida más rápida hasta el portón de embarque. La puerta del avión estaba a punto de cerrarse cuando yo corrí hasta el mostrador y grité: “¡Espérenme! Yo estoy en ese vuelo. Tengo el boleto. ¿Lo ve? Aquí tengo también mi tarjeta de embarque. ¡Por favor, déjeme subir! ¡Quiero ir a casa!”
¿Sabías que en este momento hay una “voz fuerte” que te está llamando a ti, también? Esta fuerte voz está llamando a todos en el mundo. Es la voz de Dios, que sale de los labios de los tres ángeles que vuelan alto y que han sido enviados desde el cielo para hacer dos cosas: 1) advertir de los peligros venideros, y 2) compartir lo que debemos hacer para ir pronto al Hogar, con Jesús.
En aquella ocasión, una voz fuerte me despertó y me avisó que debía subirme al avión en ese momento. La potente voz de Dios tiene un mensaje similar. La diferencia es que esta vez no iremos a Miami; ¡iremos al cielo! Asegurémonos de estar despiertos, para poder escucharla.
* Los textos bíblicos corresponden a la Nueva Versión Internacional. Usado con permiso.
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