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He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, astutos como serpientes, y sencillos como palomas”. Mateo 10:16 (NVI).

Mateo inicia su capítulo 10 con algo llamativo: Jesús enviando a sus doce discípulos a una misión. Sus indicaciones son claras: No deberán ir ni a gentiles ni a samaritanos. Deberán dirigirse exclusivamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel. El mensaje a dar también es claro: anunciar que “el reino de los cielos se ha acercado”. Mensaje extraño y confuso, pero los doce podrían clarificarlo en una persona: Jesús. Por si fuera poco, el Maestro les da la capacidad de hacer milagros. Sin que ellos hayan hecho nada, podrán sanar enfermos, limpiar leprosos, incluso podrán resucitar muertos y echar fuera demonios. ¡Increíble!

Mateo une otro mensaje sorprendente a esta iniciativa y que podemos ver en el texto de arriba. El resultado con el que se encontrarán los que lleven el mensaje divino no será admiración sino oposición enérgica y contundente.

Este pasaje no tiene un único cumplimiento. Se cumplió con los doce, se cumplió con aquellos que llevaron el mismo mensaje y, por ende, también se cumplirá con nosotros los que vivimos al final de los tiempos. Es por eso que me gustaría compartir contigo esta reflexión.

ESTRUCTURA DEL TEXTO

En el texto puedo ver tres partes bien diferenciadas:

1. La primera parte nos habla de los momentos que nos toca vivir. Desde que nacemos en este mundo, todos nos adentramos, nos guste o no, en un campo de batalla. Es importante saber que aún en tiempos de guerra, no todos los momentos son iguales, hay momentos buenos y momentos malos. ¡Qué importante es saber diferenciar los momentos y cuán necesario es también saber gestionar dichos momentos! Los momentos buenos son para disfrutarlos, los malos son para pensar. Si te fijas bien, ambos momentos son los que nos forman, nos educan y nos ayudan a crecer.

2. La segunda parte está marcada por dos animales interesantes: la serpiente y la paloma. Si cuando lees este pasaje piensas en la serpiente que se arrastra por el campo y en la paloma que vuela por las ciudades, te equivocas. Estos dos animales son dos símbolos a tener en cuenta. El primero es el símbolo del Antiguo Testamento, el segundo del Nuevo. La serpiente representa a Satanás, la paloma, el Espíritu Santo. Y esto, ¿qué quiere decir? Que hay dos tipos de batallas muy diferentes: las batallas de Satanás y las batallas del Señor. ¡Qué importante es saber diferenciar ambas!

3. En la tercera y última parte se mencionan dos cualidades que el creyente debería tener, astucia y sencillez. La primera se asocia al enemigo, la segunda a nuestro Dios. ¿Qué es la astucia? Se dice que una de las virtudes que tiene el enemigo es la de no descansar, no tomar vacaciones, siempre está yendo y viniendo. Por esta causa, permíteme que diga que la astucia es “actividad” en diferentes ámbitos. ¿Qué es la sencillez? Si hay una cosa que caracteriza a Dios, aparte del amor y de la misericordia, es su paciencia. Dios hace cosas, claro que sí, pero nunca se impacienta, nunca se precipita, todo lo hace en su justa medida. Siguiendo en la línea de antes diría que la sencillez es reposo, quietud, tranquilidad.

Si te fijas bien lo que el texto nos está diciendo es que el creyente debe moverse y estar quieto, actuar y reposar, hablar y callar…. ¿Qué es en realidad lo que nos quiere decir? Algo muy importante, nos habla de la cualidad o cualidades que el creyente debe tener para vivir los momentos difíciles.

CARACTERÍSTICAS DEL CREYENTE

Efectivamente, al considerar la tercera parte de nuestro texto nos adentramos en un tema que no podemos obviar: las cualidades que nos ayudarán a enfrentar y a vencer las adversidades. ¿Qué cualidades son éstas? Mencionaré tres:

1. LA ADAPTACIÓN: La adaptación es la capacidad para cambiar según sean las circunstancias externas. La vida nos enseña a adaptarnos a las estaciones: cuando hace calor nos vestimos con ropa ligera; cuando hace frío cambiamos el vestuario y de la ropa ligera pasamos a la ropa de abrigo. ¿Qué pasaría si cuando hace frío nos vistiésemos con ropa ligera? Sufriríamos por el frío. ¿Y si cuando hace calor nos vistiésemos de abrigo? Sufriríamos por el calor. Pero esto no sucede porque todos hemos aprendido a adaptarnos al tiempo. A mí me gustaría que actuásemos así, no solo con el tiempo, sino con los momentos. Todos necesitamos adaptarnos a los diferentes momentos que nos toca vivir. Adaptarnos no significa violar nuestra fe o nuestras creencias, sino actuar con sabiduría para poder vivir con alegría.

2. LA FLEXIBILIDAD: Para que la adaptación funcione se necesita una segunda cualidad, la flexibilidad. La flexibilidad es la capacidad que tienen los cuerpos de estirarse o encogerse. Adaptado al hombre podríamos decir que la flexibilidad tiene que ver con disfrutar o sufrir. Adaptarse es necesario, pero uno debe encontrarse a gusto con la adaptación porque sino, uno vivirá en tensión constante y eso no es bueno para el creyente. Por eso, ¡qué importante es ser flexible!

3. LA RESISTENCIA: Pero para que la adaptación y la flexibilidad cumplan su propósito necesitan aún una tercera cualidad, la resistencia. La resistencia es la capacidad de adaptarse y disfrutar en el tiempo. Piensa por un momento en los corredores de larga distancia. Cuando salen están frescos y ese frescor se muestra en sus movimientos, en sus gestos, en su mirada. ¿Qué ocurre cuando ya han recorrido la mayor parte de su carrera? Todo cambia, el frescor, se transforma en algo muy diferente que llamamos cansancio. Aplica esto a la iglesia, ¿has vivido la experiencia de ver cómo es una iglesia cuando nace? Es hermoso, el ambiente reinante está marcado por cosas tan agradables como son la comprensión, el cariño, las sonrisas, los abrazos… Pero con el correr de los años, la iglesia tiene un peligro: caer en el cansancio. ¿Qué ocurre cuando una iglesia se cansa? No hace falta que te responda. Tan solo te diré que la iglesia se transforma en algo totalmente distinto a lo que fue. Lo mismo podríamos decir del creyente, por eso es tan importante la resistencia, ya que ésta evita que aparezca el cansancio.

CONCLUSIÓN

Quiero terminar recordándote la esencia del texto sobre el que hemos reflexionado.

a. ¡Qué importante es saber diferenciar los momentos y gestionarlos sabiamente! Recuerda: los momentos buenos disfrútalos; en los malos piensa, no los malgastes con la queja, la protesta o la rebeldía.

b. Estamos en una guerra, claro que sí, pero no olvides que tú solo debes luchar las batallas de Jehová. El enemigo te propondrá otras guerras, no cometas el error de entrar en ellas, ¡no sirven para nada!

c. ¡Qué importante es acudir a Dios en busca de ayuda y decirle: “Señor, ayúdame a tener capacidad de adaptación; ayúdame a ser flexible y también ayúdame a que ambas cosas duren en el tiempo.”

Deseo que como creyente seas una persona feliz y confiada porque has aprendido a confiar en tu Dios. Que el Señor os bendiga. AMÉN.

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Revista Adventista de España