Testimonio de Ana Fernández, del Centro Educativo Adventista de Sagunto (CEAS) en el 60º Congreso Mundial de la Iglesia Adventista.
Era la primera vez que participaba en un evento de estas características. Todo me parecía inmenso. El lugar, la cantidad de empresas de todo tipo que estaban presentes: educativas, alimentarias, de salud, divulgativas, musicales, espirituales, misioneras… La ciencia, la tecnología más avanzadas todo estaba concentrado en un recinto de unos 41.000 m2. Inmenso, ya lo he dicho.
En ese enorme recinto un stand de escasas dimensiones, como el del CEAS, es desde donde te das cuenta de lo pequeños que somos en medio de este inmenso pueblo adventista con sus múltiples etnias y culturas diferentes. Hubo que explicar tantas y tantas veces a personas venidas de los cinco continentes (la mayoría ávidas por meter en sus bolsos todos los “souvenirs” propagandísticos que se daban) dónde estábamos situados en el mundo y qué ofrecíamos, que me di cuenta de lo desconocidos que somos. Esto es así. Tuve la sensación que España no pertenecía al continente europeo sino a otro planeta.
En medio de estas sensaciones, comenzaron a aparecer rostros conocidos, otros españoles repartidos por el mundo haciendo labores humanitarias y desarrollando programas de todo tipo, pero sobre todo, ex-alumnos del CEAS que me reconocían y se emocionaban al recordar Sagunto, LCH, ESDES, el CAS… Y fue entonces cuando me di cuenta de que a pesar de nuestra pequeñez, en la vida de muchos ex-alumnos el CEAS había jugado un papel muy significativo en sus vidas.
Encontrar a médicos, maestros, cantantes, profesionales de diversa índole y decir que el año que pasaron en el CEAS seguía siendo el mejor de sus vidas, eso, digo, eso sí fue algo INMENSO.