Vivimos en el mundo un mundo instantáneo. Todo ocurre en nanosegundos y está disponible instantáneamente alrededor del mundo a través de los medios sociales, correo electrónico y mensajería. En 2010 estaba de viaje en Namibia, al sur de África cuando un terremoto sacudió la costa oeste (de Estados Unidos) donde vive mi familia. Supe del terremoto momentos después de que ocurriese gracias a las redes sociales, mientras que mi esposa, quien experimentó el terremoto, no tuvo todos los detalles hasta que le mandé un mensaje para saber si estaba bien.
En este moment hay más de 160 millones de teléfonos móviles inteligentes en uso en los Estados Unidos, y se estima que alcanzará la cifra de 200 millones en 2018. Cada uno de esos teléfonos puede capturar vídeo, fotos o audio y compartirlos instantáneamente con todo el mundo, y cada teléfono es un “testigo” potencial de nuestras conversaciones, sermones, historias cotidianas o experiencias del día a día compartidas. ¡Qué tremenda oportunidad de testimoniar a todo el mundo! Es un desafío aún mayor cuando consideras el impacto negativo que esos “momentos en el tiempo” pueden tener sobre nuestra iglesia, nuestros miembros e incluso en nuestras propias vidas.
Es difícil encontrar una iglesia hoy en día que no grabe la mayoría de sus sermones de modo que se puedan subir a Internet y todo el mundo pueda compartirlos más tarde. Algunas iglesias incluso utilizan tecnologías de bajo coste como LiveStream para emitir sus sermones cada semana, alcanzando a miles de personas a la vez. Los días en los que solo las grandes iglesias se podían permitir la emisión de sus servicios cada semana ya son pasado. Las herramientas de bajo coste nos han ofrecido el lujo de compartir las Buenas Nuevas de Jesús con el mundo entero vía Internet. Esto ha convertido a muchos pastores en “estrellas” de los medios, siendo reconocidos por su excelencia al predicar más allá de los propios bancos de su iglesia.
Lo que antes era un refugio seguro para los comentarios compartidos con la congregación local, ahora se ha convertido en un púlpito para el mundo. Esta exposición creciente es una maravillosa oportunidad que también conlleva una mayor responsabilidad en los mensajes y declaraciones y afirmaciones que se comparten. Los comentarios que deberían parar en la última fila de la iglesia ahora se comparten con el mundo entero, posiblemente en medios donde esos comentarios podrían resultar en dañinos para los cristianos.
Recientemente un pastor laico adventista cayó bajo el escrutinio de los medios por declaraciones que hizo respecto varios grupos sociales y sus elecciones respecto el estilo de vida. También hizo comentarios sobre otras comunidades de fe y los orígenes de sus creencias. Las declaraciones fueron hechas hace varios años atrás, pero como estaban en sermones que fueron compartidos y almacenados en Internet, fueron descubiertos por los medios de comunicación locales y el empleador de este pastor laico. El resultado fue una situación vergonzosa para la dirección de la iglesia local y el pastor laico perdió su empleo.
¿Eran correctas las declaraciones del pastor laico? Sobre el 80% de lo que dijo estaba basado en hechos, pero el otro 20% provenía de fuentes que no se podían considerar fiables. También hay que tener en cuenta que el tono de su mensaje no era de naturaleza amable, sino condenatoria y humillante. En el actual mundo de lo “políticamente correcto”, los pastores se ven desafiados con cada declaración que se hace desde el púlpito, reuniones públicas, y en medios sociales. Deben ser cautos en todo momento de modo que cualquier comentario sobre política, grupos demográficos u otras religiones puedan considerarse odiosos o humillantes. Incluso un simple comentario hecho en tono de broma puede convertirse en una pesadilla o controversia. Debemos ser muy cautos a la hora de comentar sobre otras religiones si lo hacemos en medios sociales o Internet causará mucho daño a otros cristianos que vivan en áreas del mundo dominadas por esos grupos religiosos.
¿Qué orientación tienen los pastores cuando pisan el campo de minas de la predicación pública y compartir el Evangelio? Cuando hablan a otros sobre Jesús y el Evangelio, es importante mantener dos cosas en mente. No importa cuál es el contexto de tus sermones o de la audiencia a la que esté predicando, lo más importante de la presentación es hablar en un tono que refleje el amor de Jesús. Cuando tengamos la tentación de hablar de otros en términos que no reflejen amor y respeto estamos entrando en aguas peligrosas. Elena G. White nos advierte sobre mantener estos puntos en mente “Prediquen la verdad, pero contengan las palabras que muestren un espíritu severo; porque estas palabras no pueden ayudar o iluminar a nadie.” Counsels to Writers and Editors (CW) p. 64.3.
Cuando usamos las palabras como armas a la hora de describir la verdad del Evangelio y las enseñanzas de la Biblia, los corazones que podían ser ablandados con amor se endurecen como piedras a causa del tipo de acercamiento que se tomó. De nuevo, Elena G. White aconseja: “La verdad debería ser presentada con tacto divino, gentileza y ternura. Debe venir de un corazón que ha sido ablandado y hecho compasivo. Necesitamos tener una comunión con Dios más estrecha, no sea que se levante el ego, como ocurrió con Jehú, y vertamos un torrente de palabras inapropiadas, que no son como rocío, o como las tranquilas lluvias que reviven las marchitadas plantas. Que nuestras palabras sean amables mientras buscamos la salvación de almas. Dios será sabiduría a aquél que busca sabiduría de una fuente divina…” CW p. 72.2
Mantengamos estas reglas en mente cuando preparemos nuestros sermones o contenido público:
- Hable con amor.
- No use un lenguaje sarcástico o que ningunee a los demás.
- No cite por nombre.
- No haga declaraciones o caracterizaciones exageradas o prejuiciadas.
- No permita que sus palabras se conviertan en armas.
- Siga el ejemplo de Jesús mostrando amor y aceptación hacia todas las personas.
¿Cómo afecta esto nuestra predicación de “las verdades del Evangelio”? Nadie sugiere que tengamos que cambiar nuestras Creencias Fundamentales o la doctrina que nos hacen cristianos o adventistas. De hecho debemos predicar la verdad, pero solo de un modo que refleje el mismo amor que Dios muestra a todos sus hijos. Debemos ser firmes en nuestras creencias, constantes en nuestra resolución de esparcir el Evangelio al mundo entero, pero al mismo tiempo asegurarnos de que nuestras palabras muestran el amor y la compasión que Cristo mostró a un mundo en necesidad. Todos somos pecadores y sólo por la Gracia de Dios podemos ser salvos. Es esta Gracia lo que nos impele a contarle a otros las Buenas Nuevas.
Me convertí en siervo de este evangelio “por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder” Efesios 3:7.
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Este artículo fue publicado por primera vez en la revista digital CALLED destinada a pastores. Copyright 2014, North American Corporation of Seventh-day Adventists. Traducción: Pedro Torres.