“Porque has puesto a Jehová,
que es mi esperanza,
Al Altísimo por tu habitación,
No te sobrevendrá mal,
Ni plaga tocará tu morada”.
Salmo 91:9-10
Si haces de Dios tu amigo y tu protector, ningún mal te vendrá por sorpresa. Poner a Dios por habitación implica muchas cosas. Significa rodearte de Él, por arriba, como techo que protege de las inclemencias climáticas, significa ponerlo por suelo, terreno firme, seco, que da estabilidad, no hace caer ni resbalar, sentirse seguro de saber por dónde pisa uno. También implica ponerlo por fachada, es decir, él es quien da la cara por los que están protegidos en él (dentro de él, como habitación). Su imagen es la que precede a los que nos miran, imponente, defensora, sublime. Econdernos en Dios implica que otros vean en nosotros Su carácter.
También significa que hacemos de Dios quien protege nuestros flancos laterales, aquellos que vienen por la derecha o la izquierda, con disimulo, para hacer daño. Dios es quien nos protege de los vientos laterales, de las fieras del campo que podrían atacar, quien nos ayuda a mantenernos calientes en tiempo de frío, a mantenernos bajo sombra en tiempos de calor insoportable.
También es el muro trasero, protegiéndonos de aquellos peligros que vienen por detrás, que no se ven venir. Cerrando el paso a enemigos traicioneros para que no nos pille por sorpresa.
Si realmente hacemos de Dios nuestra “habitación”, será la Puerta (así afirmó Jesús sobre sí mismo). Es quien deja entrar en nuestra vida a aquellas personas que, o bien necesitan ayuda como nosotros y regfugio, para que les ayudemos, o bien nos pueden ayudar y no son un peligro. También mantendrá fuera a aquellos que no desean entrar para buscar refugio sino para hacer daño a sus hijos.
Si hacemos de Dios nuestra habitación, no nos sobrevendrá ningún mal ni ninguna plaga llegará a tocar nuestra morada. Vivamos bajo la protección divina sin aventurarnos a salir fuera de sus límites establecidos en la Palabra.