“Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad”.
Salmo 91:4
A menudo se usa este texto, que rememora la figura de la gallina cuando ve un peligro, llama a los polluelos quienes acuden inmediatamente bajo las alas y plumas de su protectora madre. Es interesante que cuando están debajo de ella, no se les ve, ni ellos pueden ver el peligro, aunque siempre hay un polluelo curioso que asome la cabeza.
Del mismo modo, nosotros como hijos de Dios debemos estar atentos a su voz, para poder escuchar sus advertencias, sus llamadas de peligro para ponernos inmediatamente bajo su protección. Lo interesante es que si nos ponemos bajo la protección de Dios, él es quien da la cara ante el peligro, como hace la gallina. Si confiamos plenamente en él, no tendremos necesariamente que asomar la cabeza, sino permanecer bajo su abrigo protector, impermeabilizados y calientes bajo sus plumas.
Otra idea interesante es el uso de las palabras “escudo y adarga”. El escudo griego era grande aunque el romano era mucho más grande y pesado, capaz de proteger al soldado por completo. Cuando vienen las flechas volando hacia uno, sólo hay que ponerse debajo de la protección cómoda y confortable de Dios, quien actúa como un escudo, dando y aportando seguridad a sus hijos. Pero cargar con un escudo tan fuerte es cansado y no es operativo a largo plazo, por eso usa la palabra “adarga”. La adarga es otro tipo de escudo, más pequeño y ligero que llevaban los jinetes, que protegía menos pero era de fácil transporte y manejo.
El uso de ambos términos no es casual, Dios es tan eficiente como un gran escudo de hierro para protegernos, y a la vez es como una adarga, fácil de llevar y ligero que no pesa, y por el interior del escudo es como el plumaje de una gallina, que nos da calor y protección confortable como la gallina a sus polluelos.